Cómo la Plaza Roja estuvo a punto de convertirse en una NECRÓPOLIS para líderes soviéticos (Fotos)

Mos.ru
Según uno de los proyectos, el panteón de Lenin, Stalin y sus colaboradores debía construirse frente al Kremlin, en el lugar donde ahora se encuentran los grandes almacenes GUM.

Sólo hubo un momento en la historia en el que el mausoleo de Lenin en la Plaza Roja podría haberse quedado sin su tumba y también podría haber habido una cadena de tumbas abiertas a lo largo del muro del Kremlin. Ese momento llegó tras la muerte de Iósif Stalin el 5 de marzo de 1953.

Cuando Stalin falleció, surgió la cuestión de qué hacer con su cuerpo. La opción de “simplemente enterrarlo” ni siquiera se puso encima de la mesa, mientras que la corriente de quienes querían presentar sus últimos respetos al difunto líder soviético no mostraba signos de agotarse semanas después de su muerte e incluso se había cobrado varias vidas. Durante un tiempo, el cuerpo de Stalin fue colocado en el Mausoleo de Lenin, con las dos tumbas una al lado de la otra y el nombre STALIN en grandes letras debajo de LENIN sobre la entrada.

Pero el ya de por sí estrecho mausoleo debía servir sólo como solución temporal. Al día siguiente de la muerte de Stalin, los periódicos publicaron un decreto del partido en el que se anunciaba la creación de un panteón en Moscú.

Más grande que el Vaticano

La idea era construir un panteón similar al “templo de todos los dioses” de Roma. Debía albergar las tumbas de todos “los grandes personajes del país soviético”, los que estaban enterrados junto al muro del Kremlin, así como las tumbas de Lenin y Stalin, que debían trasladarse al nuevo panteón en una ceremonia especial. Al igual que el Panteón original, la necrópolis bolchevique debía ser un impresionante ejemplo de arquitectura monumental. Todo en ella (las esculturas, los bajorrelieves, las placas, las pinturas, los mosaicos y, sobre todo, el tamaño del lugar) tenía que ser grandioso.

Fieles al principio de “cuanto más, mejor”, los autores del proyecto previeron para él una superficie de 500.000 metros cuadrados, ¡más grande que el Vaticano! Quedaban, sin embargo, dos cuestiones conceptuales: ¿qué aspecto debía tener exactamente la necrópolis y, sobre todo, dónde debía ubicarse?

Así, en el mismo anuncio oficial, se convocó un concurso para el mejor diseño arquitectónico. El concurso estaba abierto no sólo a arquitectos profesionales, sino también a ciudadanos de a pie. El plazo de presentación finalizó el 1 de noviembre, y la Academia de Arquitectura de la URSS recibió una avalancha de diseños, incluidos algunos bastante extravagantes.

Demolición del centro histórico

Al principio, la mayor atención se centró en el proyecto de un arquitecto llamado Nikolái Koli, que había diseñado varias estaciones de metro, estadios y centros administrativos y había trabajado con el famoso arquitecto francés Le Corbusier. Propuso construir el futuro complejo conmemorativo en el estilo del neoclasicismo monumental soviético, inspirado en el Panteón romano, y situarlo justo enfrente del Kremlin, al otro lado de la Plaza Roja. Salvo que, para albergarlo, habría sido necesario derribar los grandes almacenes GUM y todo un barrio de edificios históricos de Kitái-Gorod, incluido el Museo Politécnico.

Sin embargo, para los dirigentes del Partido Comunista, el principal inconveniente resultó no ser éste, sino el hecho de que la tribuna gubernamental del panteón habría quedado enfrente del mausoleo existente, por lo que durante los desfiles las columnas de tropas tendrían que marchar con la mirada hacia la derecha, lo que iba en contra del orden establecido. Por eso se empezaron a explorar otras opciones sobre dónde erigir el panteón.

Por ejemplo, se propuso construir el panteón al otro lado del río, frente al Kremlin, cerca del terraplén Sofískaya. No muy lejos de allí, se había planeado durante mucho tiempo levantar uno de los proyectos urbanísticos más ambiciosos: el Palacio de los Soviets, un gigantesco rascacielos con una estatua gigante de Lenin en lo alto. Sin embargo, al final, este emplazamiento también fue abandonado.

Más tarde, el partido hizo una aclaración: “El panteón se construirá en Moscú, 3,5 km al sur del nuevo edificio de la Universidad Estatal de Moscú, en los terrenos del Instituto Vitamínico Vorontsov”.

Entre las demás propuestas presentadas al concurso del panteón, hubo algunas bastante controvertidas. Una de ellas, procedente de un trabajador común, proponía construir dos estatuas gigantes de Lenin y Stalin, que irían cogidos de la mano y mirando a lo lejos, “hacia el brillante futuro soviético”, y colocar la necrópolis... dentro de ellas. Pero el diseño de este panteón se parecía más a una enorme cómoda, ya que se suponía que las cenizas de los difuntos comunistas se guardarían en nichos en las superficies exteriores de las dos estatuas.

Otros diseños presentados tenían un enorme globo terráqueo en lugar de una cúpula o proponían el Panteón en forma de un enorme huevo, colocado (por alguna razón) de abajo arriba. Ninguno de estos proyectos llegó a realizarse.

Abandonar el mausoleo

En abril de 1955, el escritor soviético Alexander Tvardovski escribió en su diario que la idea de un panteón “parecía haberse hundido en el olvido, perdida en medio de asuntos más apremiantes”. En realidad, el proyecto se canceló sin ningún anuncio ni explicación.

La razón no tardó en hacerse evidente. Justo un año después de que Tvardovski escribiera esa anotación en su diario, se celebró el famoso XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en el que Nikita Jrushchov pronunció el famoso discurso denunciando a Stalin y su dictadura. Comenzaron a derribarse monumentos a Stalin por toda la URSS y, obviamente, ya no se hablaba de construirle un mausoleo. También fue entonces cuando se inició una campaña contra los “excesos arquitectónicos” asociados al gobierno de Stalin, por lo que muchos otros proyectos, incluido el ambicioso Palacio de los Soviets, nunca vieron la luz.

En total, el cuerpo de Stalin pasó siete años en el mausoleo junto al cadáver momificado de Lenin y, al final, no fue trasladado a una nueva necrópolis dedicada, sino a una tumba junto al muro del Kremlin. Además, se volvió a enterrar en secreto y por la noche, para no provocar a los más fervientes partidarios de Stalin.

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