No fue una ceremonia pomposa y lúgubre que bloqueó las calles de Moscú. La decisión se tomó rápidamente, en un solo día, y se formalizó como una “petición de los trabajadores”. Por la mañana se cavó un hoyo cerca del muro del Kremlin, que inmediatamente se cubrió con madera contrachapada a la vista de los transeúntes.
El cuerpo fue sacado por la noche (se temía que hubiera disturbios), primero al laboratorio bajo el mausoleo y luego fuera del edificio. En la operación participaron unos 30 de los más leales (y silenciosos) oficiales del KGB y militares. Los familiares de Stalin no fueron convocados.
“Llevaron [el ataúd con el cuerpo] ni siquiera horizontalmente, sino en un ángulo de 45 grados. Y parecía que estaba a punto de abrir los ojos y preguntar: “¿Qué me estáis haciendo, cabrones?”, recordaba el impresionable jefe del KGB Alexánder Shelepin.
El uniforme de Stalin fue despojado de todas las órdenes y condecoraciones, incluso le quitaron los botones dorados y las charreteras. Su cuerpo fue colocado en un ataúd de madera, la tapa se cerró con clavos y la tumba se cubrió con una losa de hormigón. Stalin es la única persona que fue enterrada cerca del muro del Kremlin sin un servicio conmemorativo, orquesta y saludo.
¿Por qué ocurrió en Halloween? Coincidencia, nada más. Pero el día anterior se había probado en el archipiélago de Nueva Zembla la llamada Bomba del Zar, el arma nuclear más potente jamás creada. Así que al día siguiente es fue la noticia principal, y el entierro de Stalin pasó prácticamente desapercibido.
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