Cómo la revista ‘Burda’ sacudió la monótona realidad de la mujer soviética

Historia
SOFÍA POLIAKOVA
La revista ‘Burda’ causó sensación en la URSS. Gracias a ella, incluso las mujeres corrientes podían no sólo comprar prendas de vestuario con estilo, sino también introducir un poco de ‘estilo de vida occidental’ en su gris realidad.

La vida, incluso en la época final de la URSS, distaba mucho de ser un paraíso consumista. La misma ropa pasada de moda y las decoraciones de los interiores de las casas que los ciudadanos de a pie podían comprar en las tiendas les daban una sensación de monotonía. Esto era especialmente difícil para las mujeres. En las películas extranjeras, los soviéticos podían ver la “hermosa” vida que había fuera del país. A veces las tiendas soviéticas recibían objetos sueltos de esa "inaccesible realidad": botas, bolsos, blusas o incluso juegos de vajilla importados (aunque de países del bloque socialista). Pero al final, tanto los que habían comprado estos bienes deseables como los que se habían visto privados de ellos experimentaban una insatisfacción aún más aguda con una vida “gris” y una añoranza común de los bienes occidentales más coloridos.

A finales de los años 80, para las mujeres se abrió de repente una “ventana” al apasionante mundo de la abundancia occidental. La revista alemana de costura y labores Burda comenzó a venderse en la URSS. Con su ayuda, incluso una mujer inexperta en labores de aguja podría convertirse en una belleza glamurosamente vestida de portada, compitiendo con las fashionistas de Bonn y Berlín. Pero no se trataba sólo de coser o tejer. Los consejos sobre organización doméstica, cocina y otras trivialidades brindaron la oportunidad de asimilar un trozo de la realidad de Europa Occidental.

Revistas soviéticas para mujeres

La URSS, por supuesto, también tenía revistas de moda. Ya después de la Segunda Guerra Mundial empezaron a publicarse Modelos de temporada, Revista de moda y Moda de los países del socialismo, en las que se podían encontrar modelos de ropa femenina, masculina e infantil. Aunque la tirada de estas revistas no era muy numerosa, también se podía recurrir a ellas para hacerse una idea de lo que se llevaba esta temporada en las capitales europeas.

El problema, sin embargo, era que a menudo se publicaban cortes y a veces sólo siluetas de las prendas presentadas. Para reproducir algo así, se necesitaba una modista de gran calibre. Algunas las tenían, por supuesto, pero muy pocos.

Y si algunas revistas contaban con patrones, estos no se hacían a tamaño natural y su elaboración solía dejar mucho que desear. A menudo, lo que se cosía según estos patrones, no salía bien. En consecuencia, la ropa de moda e interesante seguía siendo un privilegio de quienes podían permitirse recurrir regularmente a los servicios de un taller de alta categoría o eran hábiles cosiendo ellos mismos.

Además, el problema de estas revistas de moda era que no estaba nada claro a qué tipo de mujeres estaban dirigidas. No parecía que fueran hechas para extranjeras, pero tampoco parecían estar dirigidas a las mujeres que vivían en la realidad soviética.

Una revista alemana en Moscú

La revista alemana Burda Moden, por su parte, tenía mucha experiencia en la comunicación directa con su público. Se lanzó en 1950 bajo la dirección de Anne Burda en Alemania, Austria y Suiza. No se limitaba a mostrar ropa, sino que daba instrucciones detalladas paso a paso sobre cómo reproducir lo que se veía en la foto. Y la réplica fue realmente un éxito gracias a los patrones perfectamente elaborados a tamaño natural y para todas las tallas.

En 1986, la editorial Aenne Burda y Vneshtorizdatcom firmaron un acuerdo: la revista se traduciría en la Unión Soviética y se imprimiría en Alemania. Se llevaron a Moscú 100.000 ejemplares de la revista, junto con material para el desfile y vestidos para la presentación de la revista. Se celebró el 3 de marzo de 1987 en la Sala de las Columnas de la Casa de los Sindicatos, fecha especialmente elegida para felicitar a las mujeres soviéticas con el 8 de marzo.

La revista se convirtió rápidamente en un bien escaso: las mujeres llegaban a un acuerdo con los vendedores de los quioscos para que les diese tiempo de comprar Burda, otras la tomaban de amigos y en bibliotecas.

¿Cómo se enamoraron las mujeres soviéticas de la revista?

Resultó que las lectoras soviéticas tenían mucho en común con las alemanas, entendían igual de bien el lenguaje de la revista, en el que se dirigía a su público. La colorida publicación, con vistosas fotos de mujeres vestidas con elegantes prendas informales, era una forma de salir del mundo de la escasez. A pesar de que coser un modelo de la revista a menudo no requería ninguna habilidad seria, era tan espectacular que desde fuera parecía una intrincada pieza de sastrería. “Tenía una falda farol favorita, incluso pensaba volver a hacerla: pesada, gruesa, de seda verde oscuro. Los pliegues iban desde la cintura y estrechaban la falda en la parte inferior. Quedaba precioso, pero qué fácil era: ¡dos costuras!”. - recuerda Marina, que leía la revista a finales de los 80.

A pesar de la escasez de ropa bonita confeccionada, en la URSS se podían comprar telas versátiles y de gran calidad. Es cierto que a veces había que modificarlas. Por ejemplo, utilizaban un cepillo duro y un agente blanqueador con lejía Belizná, para crear un efecto de tela vaquera desgastada. Los accesorios también solían hacerse a mano: los botones estándar, que podían encontrarse en las tiendas, a veces no encajaban en los modelos de Burda.

La publicación introducía al lector en un modo de vida muy distinto al suyo, por lo que Burda se hizo popular incluso entre quienes no sabían coser ni recurrían a los servicios de los ateliers: se limitaban a ojear la revista para ver un trocito del mundo occidental. Pronto este mundo empezó a penetrar en la vida cotidiana soviética: “Solía trabajar en el atelier: los clientes venían a menudo con una revista y mostraban un modelo que les gustaba para reproducirlo, a veces cambiándolo un poco. Llegó un momento en que empezamos a utilizar la revista como catálogo, la guardábamos en el trabajo. También todo el mundo empezó a copiar cortes de pelo y peinados, especialmente popular fue el ‘corte de pelo de la princesa Diana’. Iban directamente a la peluquería con la revista y nos enseñaban lo que querían”, recuerda Aliona, costurera y lectora de la revista.

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