Cómo un juego político entre Rusia y China desembocó en la independencia de Mongolia

Historia
AJAY KAMALAKARAN
El país asiático sin salida al mar sufrió décadas de tumultos e incertidumbre en las primeras décadas del siglo XX antes de lograr la independencia total de China. Tanto la Rusia zarista como la Unión Soviética fueron factores importantes para que Mongolia se convirtiera en un país libre.

Mongolia, país sin salida al mar que dio al mundo a Gengis Kan y tuvo el mayor imperio contiguo de la historia, quedó reducida a súbdito de la dinastía Qing de China en el siglo XVII. Al ser un país budista nómada, a principios del siglo XX casi un tercio de la población masculina de Mongolia estaba formada por monjes.

“Aunque la gran mayoría estaba desconectada de Pekín, los vientos del cambio soplaron en el país al mismo tiempo que el colapso de la dinastía Qing”, explicó a RB Lubsan Kiribizhekov, estudioso de China y Mongolia desde la república interna rusa de Buriatia. 

“Los Romanov rusos, que mantenían una relación antagónica con la dinastía Qing y tenían una larga frontera con Mongolia, agitaron la olla y alentaron a los revolucionarios”.

Kiribizhekov, que reside en Hong Kong, añadió que Mongolia participó en un juego de poder entre Rusia y China a principios del siglo XX. “El zar Nicolás II quería que Mongolia fuera inicialmente un Estado independiente bajo influencia rusa”.

Preámbulo de la revolución

En 1911, cuando la dinastía Qing dio a conocer sus planes para reasentar a los chinos de etnia han en Mongolia, la población del territorio opuso una gran resistencia. “La idea misma de reasentar a chinos en Mongolia era supuestamente para impedir que los rusos se apoderaran de la región”, añadió Kiribizhekov.

Bogd Kan, un líder religioso de raíces tibetanas que encabezó el movimiento independentista mongol, envió una delegación a San Petersburgo solicitando ayuda militar y diplomática para su causa. Aunque Rusia se negó a proporcionar ayuda militar, aceptó utilizar los canales diplomáticos para ayudar al movimiento.

“La dinastía Qing pidió a Sando, el virrey chino en Mongolia, que negociara con Bogd Kan y le hiciera retirar la petición de ayuda rusa, pero carecía de dotes diplomáticas y se comportó de forma arrogante”, explicó Kiribizhekov. “El Kan aprovechó la inestable situación de Pekín, donde la dinastía Qing estaba al borde del colapso, y organizó una revolución incruenta y declaró la independencia de China”.

Una delegación mongola, respaldada por cosacos rusos armados al mando de Grigori Semionov, exigió que Sando abandonara Mongolia y que Pekín reconociera la independencia del país. Sando tuvo que aceptar y fue escoltado hasta el consulado ruso para recibir protección y un salvoconducto de regreso a China. Sin embargo, Pekín se negó a reconocer la independencia de Mongolia, aunque prácticamente no tenía control sobre el país.

Aunque no reconoció oficialmente la independencia mongola, Rusia veía con buenos ojos un Estado tapón que pudiera frenar la expansión japonesa en el norte de Asia. Sólo seis años antes, Rusia había sufrido una humillante derrota ante Japón en una guerra que le costó a Moscú la mitad de la isla de Sajalín.

Un estado expansionista

Envalentonado por la independencia de la llamada “Mongolia Exterior” por los chinos, Bogd Kan pretendía establecer una gran Mongolia que incluyera la Mongolia Interior (que estaba en China) y otras tierras tradicionalmente habitadas por mongoles.

“Fue entonces cuando Nicolás II percibió el verdadero peligro”, explica Kiribizhekov. “El zar temía un gran Estado mongol que abarcara la Mongolia actual y la Mongolia interior, y reclamara partes de Rusia. En tal caso, Rusia habría tenido un serio rival en lugar de un Estado tapón con China y Japón”.

Bogd Kan gobernó Mongolia de 1911 a 1919 y de nuevo de 1921 a 1924. Realizó numerosos intentos de anexionarse Mongolia Interior.

Aunque Rusia mantenía que Mongolia era una región autónoma de China, aceptó entrenar al ejército mongol a cambio de privilegios comerciales.

“En este juego geopolítico, partes de la actual república rusa interna de Tuva se convirtieron en un protectorado ruso, y un acuerdo tripartito de 1915 entre Rusia, China y Mongolia, reconoció al país como parte autónoma de China”, explicó Kiribizhekov.

Revolución bolchevique

Con Rusia inmersa en la Primera Guerra Mundial, China logró convencer a Bogd Kan para que reconociera plenamente la soberanía de Pekín sobre el país. “Durante unos años, Rusia no tuvo nada que hacer en Mongolia, y China consiguió controlar grandes zonas del país”, explica Kiribizhekov.

La Revolución Bolchevique y la Guerra Civil rusa desviaron la atención de Moscú hacia Mongolia.

Durante la Guerra Civil, el líder cosaco Grigori Semiónov movilizó tropas cosacas, buriatos y mongoles étnicos para ayudar a formar una gran Mongolia, pero no contó con el apoyo de Bogd Kan. Las fricciones entre buriatos y mongoles del interior hicieron fracasar los planes de Semiónov y China logró hacerse con el control total de Mongolia.

“Semiónov fue un visionario, que podría haber cambiado el curso de la historia de Mongolia, pero sus planes nunca pudieron materializarse”, afirmó Kiribizhekov. En 1919, la autonomía mongola había sido abolida.

La revolución mongola de 1921 y la independencia

Una vez que China volvió a ocupar Mongolia, inició de nuevo su programa de reasentamiento de chinos han en el país. El movimiento de resistencia era fuerte en el país, y estuvo a punto de recibir ayuda una vez más de los rusos blancos, leales al difunto zar Nicolás II.

En octubre de 1920, las tropas rusas blancas invadieron Mongolia y consiguieron el respaldo de Bogd Kan. A principios de febrero de 1921, una fuerza compuesta por voluntarios mongoles, buriatos y cosacos rusos derrotó a los chinos y los obligó a abandonar Urga, actual Ulán Bator. Algunas tropas chinas lograron alcanzar las fronteras septentrionales de Mongolia, mientras que la mayoría huyó hacia el sur, a Mongolia Interior.

Un mes después, el Ejército Rojo soviético y las tropas leales al revolucionario mongol Sujbataar atacaron Mongolia, derrotando tanto a los rusos blancos como a las tropas chinas. 

“Esta invasión se conoció como la ‘Revolución Mongola de 1921’ y básicamente creó la Mongolia moderna”, explica Kiribizhekov. “Se ha contado que Sujbataar y Vladímir Lenin se reunieron en Moscú, pero probablemente no sea cierto. Los comunistas mongoles incluso regalaron a la Unión Soviética una estatua de los dos líderes conversando”.

Mongolia adoptó el alfabeto cirílico y siguió siendo un Estado satélite soviético hasta 1990, cuando otra revolución instauró la democracia. 

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