Aclaración: el fenómeno de los "ladrones de ley" sigue existiendo. Sin embargo, sus costumbres y leyes han cambiado con el tiempo. Este artículo describe el código de conducta de los ladrones que se elaboró en la época soviética y que todavía se considera la referencia.
1. Nunca cooperar con el Estado
Para los ladrones de ley, el Estado era lo contrario de la libertad y la independencia. De ahí la prohibición de cualquier forma de cooperación con las autoridades estatales y las instituciones públicas. La prohibición se derivaba probablemente de la idea de que un jefe del submundo criminal debía ser capaz de tomar sus decisiones de forma independiente, guiándose únicamente por el código de honor de los ladrones y los intereses de la comunidad criminal, y nunca podía sucumbir a las presiones u órdenes de nadie, especialmente del Estado.
En la práctica, el rechazo total al Estado por parte de estos criminales se traducía en un conjunto de prohibiciones específicas: nunca declararse culpable de los cargos, nunca prestar declaración ante la fiscalía, nunca comparecer como testigo ante un tribunal, nunca pagar impuestos, nunca hacer tratos con la administración penitenciaria, etc.
2. Nunca poseer una casa
El mencionado principio básico del hampa se traducía en muchas otras normas y directrices relacionadas que los ladrones de ley se comprometían a cumplir. Entre ellas estaba la prohibición de tener propiedades caras o cualquier otra posesión como coches o casas.
Según su código, un ladrón debía llevar una vida modesta y mantener un perfil bajo que no lo pusiera en el radar de las autoridades. Al ser jefe de otros delincuentes, también tenía que preocuparse más por resolver los problemas de sus adeptos que por su enriquecimiento personal.
El modo de vida de un ladrón tenía que ser ascético hasta el punto de que estaba prohibido que estuvieran empadronados en algún lugar concreto del país.
3. Nunca casarse
Los ladrones de ley tampoco debían establecer relaciones duraderas con ninguna mujer. Se creía que la relación matrimonial era un lujo reservado a la gente corriente. Una persona casada y con familia era vulnerable a las presiones y los ladrones debían ser inmunes a ellas. Además, se creía que una familia quitaría demasiado tiempo, que debía dedicarse por completo a los problemas del submundo criminal.
4. Nunca hay que dar la espalda a la cárcel
Un aspirante a delincuente tenía que cumplir condena en la cárcel para ganarse el privilegio de ser nombrado ladrón de ley. Incluso los jefes criminales que ya habían sido coronados como ladrones de ley (la propia ceremonia tiene lugar en prisión) solían volver entre rejas cuando llegaba el momento de sustituir a otro ladrón de alto perfil cuyo mandato tocaba a su fin.
Esta regla garantizaba que la compleja jerarquía carcelaria permaneciera siempre intacta, ya que los ladrones, que se encontraban en la cúspide del sistema de castas de la prisión, mantenían el control sobre los reclusos. Paradójicamente, un ladrón nunca podía confesar un delito del que se le acusaba, porque la confesión requería cooperación con la fiscalía.
5. Nunca trabajar
Los ladrones no podían tener ninguna ocupación aparte de cumplir con sus responsabilidades en el submundo criminal. En las instituciones penitenciarias de Rusia, el trabajo se consideraba una ocupación humilde no apta para los ladrones sin escrúpulos. En cambio, estaba reservado a la casta más extendida en el sistema de colonias penales rusas, conocida simplemente como "muzhikí".
Esta regla derivaba de la creencia de que trabajar en beneficio de alguien implicaba la posición subordinada del trabajador. Al ser coronados, los ladrones se comprometían a ganar sólo robando a los ricos.
6. Nunca mates con tus propias manos
Se creía que un ladrón legítimo debía ejercer su autoridad sin recurrir a las armas. Esto implicaba que su autoridad se basaba en el respeto a sus compañeros criminales y no en la mera amenaza de la violencia. Sin embargo, si surgía la necesidad, un ladrón en ley siempre podía confiar el negocio sucio a sus subordinados.
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