La única descripción del aspecto físico de Sofía la dejó su contemporáneo, el diplomático francés Foy de la Neuville. Según él, “está terriblemente gorda, tiene la cabeza del tamaño de una olla, vello facial, lupus en las piernas y al menos 40 años de edad”. De hecho, en 1689, cuando de la Neuville la vio, sólo tenía 32 años. Sin embargo, “su inteligencia y sus virtudes no llevan la huella de la fealdad de su cuerpo, pues así como su cintura es corta, ancha y áspera, su mente es delgada, sagaz y hábil”, escribió de la Neuville.
Efectivamente, la zarevna (princesa) Sofía (1657-1704), hija del zar Alexis (1629-1676), dejó un significativo legado en la historia de Rusia. En el siglo XVII, cuando las mujeres, incluso las más nobles, estaban totalmente prohibidas en la vida política y social, ella estuvo al frente del Estado durante siete años. Mucho más tarde, Catalina la Grande de Rusia escribiría: “Para hacer justicia a Sofía, gobernó el Estado con toda la prudencia e inteligencia que podía desearse de la época y el país donde reinaba en nombre de sus dos hermanos...”
Choque de clanes
La educación no era necesaria en el siglo XVII, ni siquiera para la hija de un zar. Sin embargo, Sofía demostró interés por ser alfabetizada desde una edad temprana. Por eso, al igual que su hermano Alexéi Alexeievitch (1654-1670), recibió clases de Simeón Polotski, un erudito y poeta polaco. Como corresponde a cualquier persona culta de su época, Sofía sabía latín y polaco y tenía una gran biblioteca, sobre todo de libros religiosos. Algunos de estos libros aún se conservan en el convento de Novodévichi, en Moscú.
Criada en la familia del piadoso zar Alexéi Mijáilovich, Sofía pasó su vida “frente al altar de la iglesia y los iconos, y el círculo de sus lecturas estaba formado por el Salterio, el Evangelio y la literatura hagiográfica”, escribe Lindsey Hughes, historiadora británica.
De todos modos, en el sistema político ruso, no había lugar para la hija de un zar cerca de las riendas del poder estatal. Así que Sofía no podía ni imaginar en llegar al trono hasta que una crisis dinástica creó las condiciones favorables para ello.
En 1676, el zar Alexéi murió. Le sucedió su hijo Fiódor Alexéievich (1661-1682), que tenía una salud muy débil. Cuando Fiódor murió con sólo 21 años, se produjo un enfrentamiento de los clanes gobernantes.
Iván (1666-1696), hijo de Alexéi de su primer matrimonio con María Miloslávskaia, fue el siguiente en la sucesión al trono. Sin embargo, los Narishkin, parientes de la segunda esposa de Alexéi, la zarina Natalia Naríshkina (madre de Pedro I), trabajaron en política para que Pedro, el hermano menor, fuera el siguiente zar.
Pronto, los Miloslavski, liderados por Sofía, tuvieron su venganza. “Sofía no podía soportar la idea de que su suegra, a la que odiaba, se convirtiera [indirectamente] en gobernante”, explica el historiador ruso Serguéi Soloviev. Así que en mayo de 1682, los Miloslavski encendieron un levantamiento de los streltsi, la guardia real, diciéndoles que Iván había sido asesinado por los Narishkin. El derramamiento de sangre siguió: Iván y Afanasi, hermanos de la zarina, su consejero Artamón Matveiev y muchos otros boyardos (nobles) leales a los Narishkin fueron asesinados e Iván acabó convirtiéndose en zar junto con Pedro, y Sofía en regente de Rusia.
Dos tándems
Pedro y su madre, Natalia Naríshkina, abandonaron el Kremlin para vivir en un palacio en Preobrazhenskoe, cerca de Moscú, donde Pedro inició sus primeros ejercicios militares. Mientras tanto, Sofía vivía en el Kremlin con su principal ayudante y consejero, el príncipe Vasili Golitsin (1643-1714), un experimentado comandante militar y funcionario de la corte, que tenía 39 años en el momento en que Sofía se convirtió en regente. Así pues, junto a un tándem formal de los zares Iván y Pedro, existía también un tándem real de gobierno formado por Sofía y el príncipe Golitsin.
Existen numerosos rumores e historias sobre la relación íntima de Sofía con Vasili Golitsin, lo que, de ser cierto, marca de nuevo su comportamiento raro para la época: una relación extramatrimonial para la hija de un zar era aparentemente impensable en la época (además, Golitsin estaba casado y tenía hijos). Probablemente no hay fuentes que demuestren de forma innegable que Sofía y Vasili eran amantes. Pero tenemos la carta de Sofía a Golitsin, que, entre otras cosas, dice: “No puedo creer, oh luz de mis ojos, que vuelvas, pero lo creeré entonces cuando te vea, oh luz de mis ojos, en mis brazos”.
Es difícil determinar si Sofía intervino personalmente en los asuntos de gobierno. Hasta 1686, su nombre ni siquiera aparecía junto a los zares Iván y Pedro en los documentos oficiales. Aun así, bajo el mando de Golitsin, que dirigía los asuntos exteriores del zarismo de Moscú desde 1682, Rusia llevó una política exterior exitosa.
Bajo las condiciones del Tratado de Paz Perpetua (1686), que puso fin a la guerra con la Mancomunidad Polaco-Lituana que duró desde 1654, Rusia recuperó el control de las tierras orientales de la Ucrania, Kiev, Smolensk, etc. Además, el Tratado de Nerchinsk (1689) tuvo una gran importancia: inició las relaciones diplomáticas con China y abrió el comercio oficial entre los países.
Convertida en Susana
Al parecer, Sofía llevaba una vida exuberante en trono. En 1688, encargó a Hamburgo “dos sombreros con plumas de avestruz, dos espejos redondos con marco de carey, cajas de carey, abanicos, cintas...” Fue durante este periodo cuando se creó su retrato dentro de un águila bicéfala, Sofía sosteniendo el cetro y el orbe.
En consonancia con su imagen piadosa, Sofía estaba firmemente en contra de los viejos creyentes y, en 1685, promulgó los “12 artículos”, una ley que imponía penas de muerte (incluido el ser quemado vivo) a los viejos creyentes que no denunciaran su fe. Sin embargo, la ley estimuló más autoinmolaciones entre los viejos creyentes. El historiador ruso Lev Gumilev calificó los “12 artículos” como “una de las leyes más despiadadas de la práctica penal rusa”.
Sin embargo, la propia Sofía tuvo que volver a las prácticas religiosas, ya que finalmente fue confinada en un monasterio, una práctica popular para apartar a las mujeres de la realeza de la vida social y política en el siglo XVII. Cuando Pedro cumplió 17 años en 1689, ya estaba casado con Evdokia Lopujiná y, por tanto, plenamente capacitado para gobernar. Iván V también estaba casado. Ya no era necesario que Sofía ejerciera de regente, pero no quería dejar las riendas del Estado, ya que los streltsi la apoyaban y protegía en el Kremlin.
La situación se resquebrajó cuando Pedro dictó la pena de muerte para los streltsi que no obedecieran sus órdenes. Como Pedro era el legítimo heredero al trono, Sofía perdió el apoyo de la guardia real. Su adlátere Vasili Golitsin se retiró de la vida política, marchándose a su finca en las afueras de Moscú, y finalmente, Pedro ordenó que Sofía viviera en el convento de Novodévichi en Moscú.
Pero Sofía no vivió allí como monja: se alojó en varias celdas con su suite, bajo la supervisión de los guardias. En 1698, después de otro levantamiento streltsi que ella parece haber apoyado, se le ordenó tomar un velo monástico con el nombre de Susana. Murió 6 años después, en 1704, y está enterrada en la catedral de Smolensk del convento de Novodévichi.
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