Moscú, 1820. Fuente: ITAR-TASS
En la catedral del Arcángel San Miguel en el Kremlin moscovita descansan los restos de los príncipes y zares rusos, pero hay un lugar que conoce muy poca gente. Al bajar por una abrupta y estrecha escalera de piedra que conduce al sótano se encuentran los sarcófagos donde reposan los restos de las madres, hijas y hermanas de los grandes príncipes y zares: Yevdokía, la mujer de Dmitri Donskói, Yelena Glínskaya, la madre de Iván el Terrible, Sofía Paleóloga, la mujer de Iván III y muchas otras.
Pero no es en la catedral del Arcángel San Miguel donde originalmente se encontraba esta única en el mundo necrópolis femenina, sino en el que fue en un tiempo el monasterio de la Ascensión que desde 1923 sufrió varias iniciativas para ser destruido.
El nuevo gobierno decidió cuestionar el cierre de todos los monasterios e iglesias de Moscú, según su programa antirreligioso. La primera tentativa se rechazó por no encontrarse el monasterio en mal estado, excepto uno de los corpus.
En febrero de 1929 hay un nuevo intento, perola decisión de derribar el monasterio de la Ascensión, una vez más se rechaza, aunque en ese momento en el país ya había comenzado una verdadera lucha contra la religión.
En abril tiene lugar el segundo congreso de ateos militantes, y se firma una orden definitiva para acabar con los santuarios rusos. En todo el país arden mil hogueras, queman libros ortodoxos, iconos y cruces. Pero ocurre algo inexplicable: el 11 de mayo, el Comité Ejecutivo Central rechaza la petición de destrucción de los templos del Kremlin.
En junio de 1929, apareció otra orden de demoler el monasterio de la Ascensión. No obstante, derribar paredes tan gruesas manualmente era un proceso largo y caro. Así que decidieron hacer explotar el monasterio.
Pero en el último momento, como si la necrópolis estuviese dominada por fuerzas superiores, las minas que colocaron en las cúpulas del monasterio, por alguna razón, no explotaron. Por orden de las autoridades colocaron explosivos en diferentes lugares del monasterio una tercera vez, pero este, no quiso explotar.
Entonces a los trabajadores del museo de la Armería, les encargaron el titánico trabajo de trasladar la histórica necrópolis a la catedral del Arcángel San Miguel en el plazo de un mes. En total eran diez trabajadores los que debían transportar las piedras de media tonelada cada una. Cómo pudieron hacerlo en un plazo tan corto, es difícil de imaginar. Con la primera tumba tardaron un día entero.
En noviembre de 1929, el monasterio de la Ascensión fue definitivamente demolido. Por suerte, a esas alturas, el último sarcófago ya estaba a salvo.
En el sótano de la catedral del Arcángel San Miguel a menudo hay arqueólogos, expertos criminalistas, historiadores y restauradores. El objeto más antiguo guardado en la necrópolis femenina pertenece a Yevdokía, la mujer de Dmitri Donskói. De forma milagrosa en la tumba se conservó un cinturón de piel seca y podrida donde al restaurarlo encontraron imágenes de las doce Fiestas ortodoxas. Un claro testimonio de que Yevdokía tomó los hábitos. Hace 600 años, esta mujer salvaría Moscú.
En el año 1395, el gran líder militar de Oriente, Tamerlán, temible conquistador del Asia Central, llegó a Moscú. Tamerlán no conocía la compasión. Tras su paso solo quedaban cadáveres y destrucción. A Moscú solo podía salvarla un milagro. La gran princesa Yevdokía le pidio a Dmitri Donskói que trajeran de Vladímir a Moscú el icono milagroso de la Virgen. Y según la leyenda, Tamerlán tuvo un sueño premonitorio: al conquistador se le aparecía la Virgen que le pedía severamente abandonar las fronteras rusas.
Yevdokía. Fuente: wikipedia
El invencible Tamerlán, al asustarse de la desconocida, dio la orden a las tropas de abandonar inmediatamente. Pueden creerlo o no, pero Tamerlán no conquistó Moscú. Y Yevdokía fundó el monasterio de la Ascensión y fue su primera abadesa.
A mediados de los años 90 se decidió averiguar en qué estado se encontraban los regios restos, después de haber sido exhumados por los bolcheviques. Hace 10 años, se consiguió restaurar el aspecto de la gran griega, la abuela del primer zar ruso, Iván el Terrible, la mujer que mucho antes que Pedro I, abriría la ventana a Europa. Sofía Paleóloga, la segunda mujer del gran príncipe moscovita, Iván III, era la sobrina del último emperador bizantino, Constantino XI.
La unión con la última princesa bizantina, significaba que Rusia podía considerarse heredera de Bizancio y precisamente en esta época apareció la majestuosa fórmula del Estado: Moscú, la Tercera Roma.
Este era el primer paso hacia la gran potencia del Imperio ruso, y su precursora fue Sofía Paleóloga. Todas las catedrales del Kremlin se construyeron por arquitectos italianos que acudieron a Rusia gracias a la influencia de Sofía Paleóloga. Pedro I fue el seguidor precisamente de esas mismas tradiciones. Y precisamente ante Sofía y no ante Pedro I, como consideran muchos, en Rusia empezaron a aparecer muchos extranjeros.
El estudio de estas sepulturas hoy nos permite conocer el aspecto real de estos personajes históricos, la restauración de los rostros se realiza a través del estudio del cráneo siguiendo la tradición del famoso antropólogo Mijaíl Guerásimov que reconstruyó el rostro de Iván el Terrible, Yaroslavl Múdrov y Tamerlán.
Cuando se abrieron las antiguas sepulturas de los aposentos subterráneos de la catedral del Arcángel San Miguel, lo que iban a encontrar dentro, nadie lo sabía. En la sepultura de María Dolgorúkova, la primera mujer del zar ruso de la dinastía de los Románov, Miguel I de Rusia, se encontró una mortaja mortuoria y un vestido de 400 años en buen estado de conservación. No lejos de la tumba de María Dolgorúkova, se encuentra el sarcófago de otra conocida mujer, la madre del primer zar ruso Iván el Terrible, la gran princesa, Yelena Glínskaya.
Su destino fue trágico, murió envenenada mientras caía a los pies de su hijo pequeño. Envenenamiento que solo después de muchos años pudieron los arqueólogos demostrar. Fue una mujer inteligente, durante cuyo corto reinado se llevo a cabo una reforma financiera que duró largo tiempo.
También se pudo restaurar su reputación, pues según los historiadores existía la versión de que Glínskaya traicionaba a su marido, al zar Basilio III de Moscú, y que el padre de su hijo, el futuro zar Iván el Terrible, era el joven príncipe Ovchina Telepniov Obolenski. Los arqueólogos decidieron tomar una copia del cráneo de Iván el Terrible y del de su abuela, Sofía Paleóloga y compararlos con el método de la superposición de fotos.
Reconstrucción forense del rostro de Sofía Paleóloga. Fuente: Wikipedia
La investigación confirmó exactamente que los rasgos físicos de Iván el Terrible eran herencia de su abuela. Secreto que no se habría descubierto si los bolcheviques hubiesen conseguido destruir la necrópolis.
Los restos de Anastasía, la primera mujer de Iván el Terrible, eran prácticamente polvo y no se pudieron reconstruir. Iván el Terrible y Anastasía se casaron el 3 de febrero de 1547, justo después de dos semanas de subir al trono Iván cuando contaba él con 18 años y ella, 14. La princesa Yefrosinia Stáritskaya participaba en una confabulación contra Iván el Terrible. Tenían intención de envenenar al zar y llevar al trono a su primo, Vladímir Stáritski, el hijo de Yefrosinia Stáritskaya. El 1560, Anastasía moría en circunstancias extrañas, de una inusual enfermedad. Corrían rumores de un posible envenenamiento, pero no había pruebas.
Las pruebas aparecieron a finales de los años XX cuando se abrió la tumba de Anastasía y se investigaron sus restos. Con esto se descubría un asesinato ocurrido hace cientos de años. En los huesos y en el cabello se encontraron una gran cantidad de sales de mercurio, uno de los venenos preferidos de la Edad Media Y es posible que este asesinato influyera en todo el curso de la historia rusa durante el reinado de Iván el Terrible.
Después de la muerte de su primera mujer, Iván el Terrible, empezó a mostrar síntomas claros de paranoia, manía de persecución, etc., de lo cual surgió su crueldad. Las sospechas de que Anastasía fuera envenenada tuvieron terribles consecuencias. Fluyó la sangre al río. Se agudizó la lucha del zar contra los boyardos. Por orden de Iván, Vladímir Stárotskin sería asesinado, así como casi todos sus familiares.
En la investigación del cráneo de Irina Godunova, mujer del zar Teodoro I de Rusia, el último zar de la vieja dinastía de Rúrik, se encontró un alto contenido de plomo y mercurio, pero no eran consecuencias de un envenenamiento, Irina Godunova, tenía que seguir unos tratamientos con ungüentos de sustancias perjudiciales. Los problemas con la salud fueron como una maldición para esta talentosa zarina. Fue una de las primeras mujeres que pronunció un discurso en público, incluso ante la llegada del Patriarca de Constantinopla.
Irina Godunova y Teodoro I tuvieron una hija que vivió apenas dos años y no hubo más hijos. El motivo de la desgracia se aclaró en el 2001, cuando se abrió la tumba de Irina Godunova. Tenía problemas óseos que posiblemente no le permitían soportar un embarazo, pero aún no se han entregado los restos a una investigación especial. La antigua dinastía de los Rúrik se interrumpió ahí. No faltan los que piensan que fue el pago por las crueldades y excesos de Iván Terrible.
En conclusión, los avances científicos en las investigaciones y en los métodos de restauración han podido desvelar grandes secretos de la historia de Rusia y aún quedan otros muchos por descubrir. Pero tampoco hubiera sido posible revelarlos de no haber ocurrido los tan peregrinos e inexplicables sucesos que tuvieron lugar en momentos decisivos del pasado.
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