“Cientos de miles de discapacitados, sin brazos ni piernas, desamparados y mendigando en las estaciones de tren, en las calles y en otros lugares. El victorioso pueblo soviético los miraba con recelo: Medallas brillando en sus pechos, ¡y piden limosna cerca de las tiendas de comestibles! ¡Esto es inaceptable! Hay que deshacerse de ellos por todos los medios: enviarlos a los antiguos monasterios, a las islas... En pocos meses, el país limpió sus calles de esta vergüenza. Así es como llegaron a existir estas casas de beneficencia...” Así describió Evguéni Kuznetsov, historiador de arte de Leningrado, la “evacuación” de los veteranos discapacitados de la Segunda Guerra Mundial de la Rusia continental.
Gennadi Dobrov . "Autógrafos de la guerra". Borís Mileev de Moscú escribiendo sus memorias con sus manos protésicas.
Durante 40 años, Kuznetsov trabajó como guía en el monasterio de Valaam, que se convirtió en el principal sanatorio para veteranos discapacitados. Sin embargo, sus emotivos y acusadores recuerdos no hacen justicia a la verdad. En realidad, el país trataba mucho mejor a sus discapacitados.
La ‘gente samovar’
Gennadi Dobrov . "Autógrafos de la guerra". Una persona desconocida que perdió las extremidades, el oído y la capacidad de hablar.
Las cifras nos dicen que durante la Segunda Guerra Mundial, la URSS vio unos 4 millones de personas desmovilizadas a causa de heridas y enfermedades, incluyendo unos 2,5 millones de discapacitados; entre ellos, unos 450-500 mil perdieron extremidades. A los que volvieron a casa sin ningún miembro se les llamó sombríamente “gente samovar” por su parecido con un samovar (caldera de té). Una leyenda urbana cuenta que, tras la guerra, algunos de los discapacitados fueron evacuados de las ciudades centrales a los antiguos monasterios del norte de Rusia, y al parecer se hizo de la noche a la mañana. Es difícil de creer, porque es falsa. Debemos dirigirnos a otras fuentes.
Gennadi Dobrov . "Autógrafos de la guerra". Una antigua operadora de radio militar, Yulia Emanova, de Stalingrado, que perdió sus extremidades, el oído y la vista.
Eduard Kochergin, escritor de San Petersburgo, describió la vida de uno de los mutilados de guerra en el antiguo monasterio de Goritsu, convertido en sanatorio para discapacitados.
“Poco después de su llegada a Goritsi, Vasili se hizo famoso. De todo el noreste de Rusia se trajeron muñones de guerra, hombres y mujeres sin piernas ni brazos. “Samovares”, los llamaba la gente. Vasili, con toda su pasión y habilidad para la música, había creado un “coro de samovares” y encontró un nuevo sentido a la vida... En verano, dos veces al día, las asistentes llevaban a su pupilo a tomar el aire más allá de los muros del monasterio, colocándolos en la hierba alta de la escarpada orilla del río Sheksna...
Por la noche, mientras los barcos a vapor se iban y venían del muelle, los “samovares” daban un concierto. Asustados por el poderoso y desenfrenado sonido, los pasajeros se ponían de puntillas y se dirigían a la cubierta superior de sus barcos para ver de dónde procedían los cantos, pero los ‘samovares’ no se veían entre la hierba alta...”
Nada que perder
Gennadi Dobrov . "Autógrafos de la guerra". Gueorgui Zotov de la región de Moscú durante un fundido mientras leía los papeles de la guerra.
Es un atrevimiento decir que los soviéticos simplemente trataban de ocultar la existencia de a esas personas. Muchos de ellos tenían familia, pero ¿podrían estas familias, empobrecidas y parcialmente destruidas por la guerra, mantener a los discapacitados? Por otro lado, los mutilados de guerra eran realmente intrépidos: no tenían nada más que perder, así que no eran reacios a criticar abiertamente al régimen soviético. Al parecer, el KGB tenía una división especial que vigilaba las actividades de estas personas. Por eso se han conservado tantos documentos de los sanatorios en los archivos. Gracias a Vitali Semiónov, el genealogista que los encontró, ahora sabemos que los sanatorios no eran obligatorios y de ninguna manera eran prisiones.
Un veterano de guerra discapacitado en un desfile de la victoria en 1970.
La “evacuación” de los mutilados de guerra comenzó alrededor de 1948. El Estado ofrecía alojamiento y comida a los discapacitados que no podían encontrar a sus familias (estas habían sido reubicadas, desplazadas o murieron en la guerra) o a las personas cuyas familias les habían abandonado (lamentablemente, hubo casos). Sin embargo, Semiónov encontró varios registros sobre discapacitados que consiguieron volver con sus familias. En 2012, una estudiante envió por correo a Semiónov unas memorias sobre los discapacitados que había registrado en el sanatorio de Andoga, en Nikólskoye, región de Cherepovéts: “Los que no podían caminar eran sacados a tomar el aire en los días soleados. Los discapacitados eran atendidos sistemáticamente, médicamente. Todos los días, a las 8 de la mañana, se reconocía a todos los pacientes, se les suministraba una medicación constante, tres comidas al día y una merienda. A los discapacitados les gustaba trabajar, leer libros en la biblioteca, los que podían, iban a recoger setas y bayas. Casi ningún familiar venía a verlos, pero muchos mutilados formaron nuevas familias con jóvenes que habían perdido a sus maridos en la guerra. El sanatorio existió hasta 1974”.
Gennadi Dobrov . "Autógrafos de la guerra". Alexéi Ckheidze, que se autodenomina "hombre prótesis".
Después de los escritos de Kuznetsov, la casa de limosnas del monasterio de Valaam fue vista casi como un campo de concentración, con bajas raciones y pésimas condiciones. Pero Semiónov señala el número de discapacitados que había allí: 1952 - 876, 1953 - 922, 1954 - 973, 1955 - 973, 1956 - 812, 1957 - 691. Esto muestra claramente una tasa de mortalidad relativamente baja para un grupo de discapacitados. Por cierto, los heridos de guerra no venía de “toda la URSS”, como se suele afirmar: fueron reubicados en instituciones similares de regiones cercanas. Para dar trabajo a los discapacitados se impartían clases de zapatería o de contabilidad. Además, se han encontrado muchas cartas y documentos que demuestran que a estas personas se les permitía volver a casa, si tenían un hogar al que regresar. Los documentos también muestran que podían realmente marcharse en cualquier momento, y muchos lo hacían aunque fuera para emborracharse en la ciudad y ser entregados a la policía soviética.
Gennadi Dobrov . "Autógrafos de la guerra". Valentina Koval de la región de Omsk.
Y la ley también trataba especialmente a los discapacitados. Un antiguo encargado de un sanatorio recordaba: “Una vez, un ex convicto me atacó en la cocina, uno grande, y con una pierna protésica, y no podías defenderte, te demandarían y perderías el juicio. Me golpeó y no pude tomar defenderme. Pero entonces vino el subdirector y le golpeó tan fuerte que salió rebotado. Pero él (el ex convicto) no presentó cargos, ¡sabía que se había equivocado!”
Gennadi Dobrov . "Autógrafos de la guerra". Alexéi Kurganov de la región de Omsk.
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