A los nobles de Rusia no les resultaría difícil entender la situación en la que se encuentran numerosos rusos modernos, con varios créditos y múltiples reestructuraciones de deuda. Estar gravemente endeudados era, en realidad, lo normal para gran parte de la aristocracia a finales del siglo XVIII y principios del XIX en Rusia. Sin embargo, esto nunca les impidió gastar a manos llenas, lo que podía el hacerse construir de un nuevo invernadero o disfrutar de otro lujoso viaje a Europa. Sin embargo, todo iba de algo más que de vivir a lo grande.
La idea de que la nobleza rusa nadaba en la riqueza es en realidad falsa, independientemente de sus títulos y su posición privilegiada respecto al zar. En realidad, había muchos nobles con rentas inmobiliarias y de propiedad tan reducidas que apenas les alcanzaba para gozar de un estilo de vida social alto y unos cuantos vestidos de calidad.
Sin embargo, los títulos que ostentaban exigían ostentar de forma adecuada. Y vivir a la altura de esa reputación suponía un enorme gasto. La comida, la ropa, los libros y los adornos, la educación, el cuidado de los familiares, los regalos para las personas importantes, los viajes, etc. Y los “grandes viajes” por Europa eran imprescindibles, a menudo con el objetivo de adquirir conocimientos de afamados especialistas, incluso en música, equitación, filosofía, economía, etc.
"Colapso bancario"
Vladímir MakovskyIncluso la caridad (una actividad aparentemente voluntaria) podía contribuir seriamente al endeudamiento. “Otros 15 rublos para la deuda del año pasado”, escribió el canciller ruso Alexander Vorontsov en su cuaderno de ingresos y gastos.
La construcción era, con mucho, lo que más hacía temblar los haberes. Sin embargo, poseer bienes inmuebles era un signo de prestigio, y cuantos más fueran, mejor.
Un noble solía tener varias fuentes de ingresos (una finca, los campesinos que la trabajaban, así como un salario por servicio gubernamental). Pero los ingresos de la hacienda sólo llegaban dos veces al año, en el mejor de los casos: los nobles en activo vivían en las ciudades y las haciendas eran provinciales, con enormes distancias que dificultaban los desplazamientos sólo para recoger el dinero de la explotación de la propiedad.
"En la taberna"
Vladímir MakovskyAdemás, los sueldos se repartían raramente, sólo tres veces al año. Y con un país tan dependiente de la agricultura, los años de mala cosecha hacían que el terrateniente tuviera que pagar a los campesinos de su propio bolsillo. Los salarios también podían ser recortados o retenidos. Por ejemplo, un asesor (un puesto muy codiciado) sólo ganaba 300 rublos al año en el siglo XVIII; un notario, entre 150 y 200, de media; y los jueces ganaban 600 rublos. Mientras tanto, un pud (unos 16,3 kg) de carne de cerdo costaba 40 kopeks; la misma cantidad del mejor trigo, 30 kopeks; un sombrero costaba 2 rublos y una exquisita librea con trenzado de oro, que llevaban los lacayos, costaba unos asombrosos 70 rublos. Ahora, imagina que sólo te pagan un par de veces al año y no tienes forma de saber la suma exacta que te llega. Así es como llegamos a que los nobles acabasen siempre endeudados. Y lo que es peor, muchos no tenían casi ni idea de las cantidades que realmente debían.
El estatus social de un noble le permitía acceder de forma sencilla a líneas de crédito, que se convirtieron en algo habitual a principios del siglo XVIII. El primer Banco de los Nobles, que sólo prestaba a aristócratas, apareció en 1754. En 1769 aparecieron las líneas de crédito al extranjero. Como resultado, Rusia se inundó de dinero que se prestaba y gastaba con gran facilidad.
"Negociación"
Nikolái NevrevPor aquel entonces, apareció la nueva institución del préstamo del Estado, que implicaba la aplicación de una tasa porcentual. Ese dinero se podía gastar en cualquier cosa: el Estado nunca hacía controles.
Mientras tanto, pedir un préstamo al banco equivalía a pedir un préstamo al Estado. La gente también utilizaba esos préstamos para refinanciar las líneas de crédito existentes, creando así un círculo vicioso.
"La dueña de la casa"
Konstantín MakovskyUn noble podía pedir préstamos a miembros de castas inferiores, como los comerciantes e incluso a sus propios campesinos. Podía colocar fácilmente los bienes en una cuenta, ya que los comerciantes sabían que, en caso de muerte, la deuda probablemente quedaría cubierta. Además, el hecho de que un noble comprara en su establecimiento añadía prestigio.
Una hacienda podía tener “dos cajas”: la del propietario (recaudada por los campesinos para el terrateniente) y la de los campesinos. Si el propietario se quedaba sin dinero, simplemente pedía prestado a la caja de los campesinos, devolviéndoles el dinero más tarde.
Había un orden tácito en el que los nobles cubrían su deuda. En primer lugar, al Estado, luego a otros nobles (no al círculo íntimo), después a los comerciantes, a los parientes y, por último, a los campesinos.
"Todo en el pasado"
Vasily MaksimovPara llevar la cuenta de los gastos, existían cuadernos de ingresos y gastos. Pero no todos tenían uno. En realidad, todas las deudas del noble solían aclararse sólo después de su fallecimiento. Los familiares incluso publicaban anuncios en los periódicos con la noticia del fallecimiento: “Ha fallecido fulano de tal. Quien tenga algún asunto financiero pendiente debe darlo a conocer en los próximos seis meses”.
La liquidación de las deudas podía ser un proceso difícil y largo, que a menudo se prolongaba durante años y en el que los hijos tenían que encargarse de su pago. Las grandes deudas solían liquidarse mediante la venta de propiedades. Los nobles cuidaban su reputación y la reputación de un deudor podía convertirse en un problema para la descendencia: era más difícil casar a la hija de un hombre así y más difícil que su hijo avanzara en los rangos del gobierno, etc.
"Lectura literaria"
Vladímir MakovskyComprendiendo que la nobleza rusa era víctima de su propio estatus, la Sociedad Económica Libre (la primera organización pública del Imperio Ruso) les recomendaba que pusieran al menos algunos límites a sus gastos (por ejemplo, no dejar de comprar buen vino, sino diluirlo con agua de calidad) o, sabiendo que llevar la cuenta de la harina no era fácil, comprar el pan en lugar de hacerlo en casa. También era mejor no construir fincas, sino alquilarlas: la construcción podía llevar fácilmente a la ruina financiera. Sin embargo, estas recomendaciones no siempre se seguían al pie de la letra: muchos preferían esconder las deudas bajo la alfombra, hasta que ocurriera algo realmente crítico, lo que a menudo significaba que las deudas acababan siendo pagadas sólo en caso de muerte.
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