1. Aristóteles Fioravanti
Cuando en 1475 el arquitecto italiano Aristóteles Fioravanti llegó a la corte del Gran Príncipe de Moscú Iván III no podía imaginar que el gobernante no le dejaría volver.
El boloñés recibió el encargo de construir la Catedral de la Dormición en el Kremlin de Moscú, que posteriormente se convirtió en una de las iglesias ortodoxas más importantes del país. La construcción había comenzado antes de la llegada del italiano pero, debido a errores de cálculo y a la mala calidad de los materiales de construcción, la catedral se derrumbó cuando estaba casi terminada.
Fioravanti criticó duramente el trabajo de los constructores rusos y empezó de cero. Para los cimientos se cavaron profundas zanjas, poco vistas en Rusia, en las que se clavaron enormes pilotes de roble. El arquitecto italiano organizó la producción de ladrillos rectangulares muy resistentes en las cercanías y los utilizó para la construcción de la iglesia junto con la tradicional piedra blanca. En 1479 la catedral fue terminada y consagrada.
Un encantado Iván III confió a su arquitecto trabajos en las murallas y torres del Kremlin y la Corte de los Cañones, y también lo contrató como ingeniero militar y comandante de artillería en campañas militares contra Nóvgorod, Kazán y Tver. A pesar del deseo de Fioravanti de regresar a Italia, el gobernante de todas las Rusias no le dejó marchar y, por un intento de fuga, Fioravanti fue arrojado a la cárcel durante un corto periodo de tiempo. Después de 1485 se perdió todo rastro del talentoso Aristóteles Fioravanti.
2. Bartolomeo Rastrelli
El famoso arquitecto Bartolomeo (Varfolomei Varfoloméievich) Rastrelli consiguió trabajar para siete emperadores y emperatrices rusos, y casi todos ellos le trataron muy bien. Sin embargo, la carrera profesional del talentoso italiano alcanzó su punto álgido durante el reinado de Isabel I (1741-1761, estilo antiguo), para quien construyó 12 palacios.
En la actualidad, las obras maestras de Rastrelli se encuentran en Rusia, Ucrania y Letonia. Entre las más famosas están el Gran Palacio de Peterhof, el Palacio de Catalina en Tsárskoie Selo y el Palacio de Invierno de San Petersburgo, así como el Palacio Marinski de Kiev, en el que el presidente ucraniano recibe hoy en día a altos invitados extranjeros.
Rastrelli no se limitó a los palacios. El arquitecto italiano también construyó catedrales, iglesias y monasterios, así como casas privadas por encargo de los nobles. Estas últimas eran similares a las residencias imperiales, pero de menor tamaño y con una decoración más modesta.
Catalina la Grande, que subió al trono en 1762, no era muy partidaria del esplendor y la decoración del Barroco y pronto hizo sustituir a Rastrelli como arquitecto de la corte por otro italiano, Antonio Rinaldi. Rastrelli no consiguió demostrar su valía en ningún otro sitio y hasta su muerte en 1771 vivió de la pensión que le había concedido la emperatriz.
En una de sus últimas cartas, Varfolomei Varfoloméievich escribió: “Es bastante sorprendente que un hombre de tanta capacidad pueda encontrarse en una situación de tanto desamparo. Aquí se valora a un arquitecto sólo cuando lo necesitan. Y sin embargo, según nuestras obras seremos recompensados”.
3. Giuseppe Sarti
El compositor, director de orquesta y profesor italiano Giuseppe Sarti era un individuo muy idiosincrásico. Así, habiendo vivido en Dinamarca durante 20 años y compuesto allí 24 óperas, nunca aprendió danés y se basó en hacer traducciones palabra por palabra en su obra.
El compositor siguió el mismo principio en Rusia, donde llegó invitado por Catalina la Grande en 1784. Como Kapellmeister de la Corte, Sarti escribió ocho óperas, un ballet y una treintena de obras vocales y corales, además de poner en escena el espectáculo musical El temprano reinado de Oleg, para el que la propia Emperatriz había escrito el libreto.
Los coros de salutación y las cantatas monumentales que compuso Giuseppe Sarti se interpretaron en ceremonias y celebraciones hasta la coronación de Nicolás I en 1826, mientras que el llamado “tono de concierto de San Petersburgo” establecido por el compositor (el tono de referencia utilizado como estándar de afinación para las interpretaciones musicales) se utilizó durante casi todo un siglo en Rusia hasta 1885.
4. Carlo Rossi
El destacado arquitecto italiano Carlo (Karl Ivánovich) Rossi fue el responsable del impresionante aspecto de San Petersburgo que hoy pueden admirar los turistas y residentes de la capital cultural rusa.
Al principio, las autoridades rusas no confiaban en el joven arquitecto, que acababa de terminar sus estudios en la Accademia di Belle Arti de Florencia. Descartaron un plan que presentó en 1804 para la remodelación del Malecón del Almirantazgo por considerarlo frívolo, y enviaron al italiano a trabajar como artista en la Fábrica de Porcelana.
Rossi, conocido por su tenacidad, no se dio por vencido y, tras dos años en la fábrica, retomó la arquitectura y diseñó varios edificios en Tver y Moscú. De vuelta a la capital del Imperio Ruso, pronto fue nombrado arquitecto jefe del Comité de Estructuras y Obras Hidráulicas de San Petersburgo, lo que le permitió embarcarse en la remodelación a gran escala de la ciudad.
Rossi fue responsable de proyectos monumentales como el pintoresco complejo de palacios y parques de la isla de Yelaguin, el Palacio Mijailovski, el edificio del Estado Mayor con su arco de triunfo en la plaza del Palacio, y también los edificios del Senado y del Sínodo en la plaza del Senado.
Durante las obras del Teatro Alexandrinski, en 1827, Rossi ideó unas estructuras metálicas únicas para la cubierta, pero, una vez más, surgieron recelos hacia el italiano. Un comité detuvo inmediatamente las obras debido a la preocupación por la innovadora técnica.
Sin más, Karl Ivánovich envió una carta al ministro de la Corte Imperial, el príncipe Piotr Volkonski, en la que declaraba que “si en el mencionado edificio se produjera cualquier tipo de desgracia por la instalación de techos metálicos, que me colgaran esa misma hora de una de las vigas del techo del teatro como ejemplo para los demás”. Se decidió construir una maqueta y realizar pruebas de carga, que, en efecto, los techos de Rossi resistieron espléndidamente.
5. Giovanni Delpozzo
No todos los italianos que vivieron en Rusia trabajaron en el ámbito cultural. Los especialistas militares de la península italiana entraron al servicio de los zares rusos a partir del siglo XV. Uno de ellos fue el toscano Giovanni (Iván Petrovich) Delpozzo, que se incorporó al ejército ruso como voluntario en 1775.
Tras 20 años de excelente servicio, el coronel Delpozzo presentó una petición personal de algún tipo al emperador Pablo, que éste consideró “improcedente” y lo despidió. Iván Petróvich se instaló en una fortaleza en el Cáucaso, a orillas del río Terek, donde ya se preparaba para una lúgubre vejez cuando un desafortunado giro de los acontecimientos vino en su ayuda.
Delpozzo fue capturado por tribus de las montañas y sólo liberado un año después tras el pago de un rescate. En reconocimiento a la dura experiencia vivida, fue readmitido en el servicio militar con el rango de general de división y nombrado supervisor de los cabardos. Su nuevo cometido incluía hacer todo lo posible para ganarse a los influyentes miembros de las tribus de las montañas al lado de los rusos, y también crear divisiones entre ellos. Sin embargo, la política excesivamente benigna y cautelosa del toscano disgustó a sus superiores, que en 1810 lo trasladaron a la jefatura del distrito de Vladikavkaz.
Al recibir el mando de una fortaleza y un regimiento de guarnición, Iván Delpozzo se desenvolvió con soltura. Hizo mucho por mejorar la seguridad de la estratégicamente importante carretera militar georgiana que atravesaba la Cordillera Principal del Cáucaso. Además, gracias a sus esfuerzos, las tribus ingushtetas del curso superior del río Sunzha, que hasta hacía poco eran conocidas por su extrema hostilidad hacia el Imperio, aceptaron la lealtad a Rusia.
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