¿Era posible emigrar fuera de la URSS en época soviética?

Historia
NIKOLÁI SHEVCHENKO
En muchas ocasiones el gobierno utilizó la emigración para castigar a los disidentes.

Durante toda su vida, el Estado soviético aspiró a controlar la emigración del país y la utilizó como "palo y zanahoria". Mientras enviaba a algunos de sus ciudadanos a la fuerza, a otros les hacía imposible marcharse.

El primer éxodo 

Desde la Revolución Rusa y la posterior formación del nuevo Estado soviético, hasta el colapso en 1991, hubo cinco períodos diferentes de migración masiva del país, también conocidos como “oleadas”. 

Cuando se formó el Estado soviético en 1922, hubo una emigración masiva de los llamados “emigrantes blancos” -en su mayoría aquellos rusos que se oponían a la formación del gobierno bolchevique.

El primer éxodo fue el más masivo de la historia de Rusia y el más devastador para el estado emergente en el sentido económico y cultural. El número de personas que huyeron de Rusia después de que el Ejército Rojo derrotara finalmente al bando contrario se calcula aproximadamente en 2 millones de personas.

Mucha gente que destacaba en su oficio -incluida la intelectualidad rusa, los oficiales militares, los estadistas, los empresarios, los terratenientes y los intelectuales de todo tipo- decidió irse de su patria para siempre. Muchos de ellos se reinventaron con éxito en otros países. El “padre de la aviación” Ígor Sikorski, que diseñó con éxito helicópteros para el presidente de EE UU después de haberse trasladado al país, es sólo un ejemplo.

Tras esta salida masiva de población, las fronteras de la Unión Soviética se cerraron herméticamente, haciendo de la emigración un sueño inalcanzable para muchos.

Tras el Telón de Acero

Aunque todavía era posible salir de la Unión Soviética en sus primeros días, el país quedó sellado del resto del mundo a finales de la década de 1920. Durante décadas, las autoridades soviéticas no veían a emigrantes... sólo desertores. 

En 1935, las autoridades soviéticas, bajo el liderazgo de Stalin, introdujeron medidas de una dureza sin precedentes para erradicar la idea misma de la emigración en la mente del pueblo soviético. Según la nueva ley, huir a través de la frontera se castigaba con la muerte. Además, los familiares de los desertores también eran considerados responsables en virtud del derecho penal.

La dura ley estaba dirigida exclusivamente a los políticos de alto rango, los diplomáticos y los oficiales de inteligencia -muchos de los cuales estaban destinados en el extranjero-, ya que la mayoría de la población soviética no tenía los medios para huir aunque lo deseara.

A pesar de las severas sanciones, este periodo de la historia soviética estuvo marcado por las deserciones de figuras clave tanto de la clase política como del aparato de seguridad soviético. El secretario personal de Stalin, Borís Bazhanov, se convirtió en el primer gran desertor de la Unión Soviética, allanando el camino a otros: como el oficial de inteligencia soviético Ígor Gouzenko, cuyas revelaciones desencadenaron una ola de miedo en Occidente, el conocido sicario de Stalin Bohdan Stashinski, el jefe de la rama de la policía secreta soviética en el Lejano Oriente Genrikh Lyushkov, huyó a Tokio antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el subsecretario general de la ONU Arkadi Shevchenko, que pidió asilo al embajador de EE UU en 1975, y el famoso agente doble Oleg Gordievski, que trabajó para la inteligencia británica MI6 antes de huir de la URSS en 1985.

Algunos de los desertores fueron asesinados en el extranjero por agentes secretos soviéticos, mientras que otros vivieron hasta la vejez, a veces con un miedo permanente a las represalias. Sin embargo, ninguno de ellos volvió a ver su país.

Tras la muerte de Stalin y la posterior anulación de la ley que criminalizaba a la familia del desertor, muchas figuras soviéticas destacadas prefirieron no volver a la Unión Soviética si tenían la oportunidad de viajar al extranjero. Muchos destacados deportistas y figuras culturales soviéticas se convirtieron en los llamados "no retornados", término utilizado para describir a los soviéticos que se negaban a regresar a la URSS tras un viaje al extranjero.

Atrapados en la URSS

Cuando la emigración se legalizó finalmente a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, las personas de etnia mayoritariamente no rusa vieron en ello una oportunidad para dejar atrás para siempre la realidad soviética.

Sin embargo, por temor a la salida masiva de la población, que amenazaba con socavar la imagen del mundo socialista ante la opinión pública, el gobierno soviético obligó a obtener visados de salida, es decir, un permiso formal de las autoridades para emigrar.

En la práctica, a muchas personas les resultaba imposible conseguir visados. En la década de 1970, el problema se agravó tanto que surgió un nuevo término para designar a los que se les había denegado el visado de salida: “otkazniki” (algo así como “el que rechaza).

En algunos casos, las autoridades llevaron a la gente a la desesperación hasta el punto de que estaban dispuestos a cometer actos despreciables para encontrar una salida de la URSS.

“No tenía casi ninguna duda de que nos iban a detener. Pero pensé que después de cumplir mi condena me sería más fácil salir de la Unión Soviética”, dijo Eduard Kuznetsov, uno de los judíos que conspiraron para secuestrar un avión y huir de la URSS en 1970.

Mientras que algunos estuvieron esperando sus visados de salida durante años, otros se encontraron en la situación contraria. A finales de la década de 1970, las autoridades soviéticas practicaron la privación de la ciudadanía a algunos ciudadanos soviéticos en ausencia, mientras estaban de viaje en el extranjero. Por ejemplo, el violonchelista Mstislav Rostropóvich y su esposa la cantante de ópera soprano Galina Vishnevskaia fueron despojados de su ciudadanía soviética mientras estaban en el extranjero.

Muchas cosas cambiaron cuando Gorbachov lanzó la perestroika. A medida que se ampliaban los intercambios científicos y culturales con el extranjero y se hacían más frecuentes los viajes al exterior, también se suavizaron las normas de emigración.

Sin embargo, a pesar del grado de liberalización, el principio subyacente permaneció intacto: los ciudadanos soviéticos que querían emigrar de la Unión Soviética debían obtener primero un visado de salida. Sólo después del colapso de la Unión Soviética en 1991 los rusos fueron libres de emigrar a un país de su elección.

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