El 22 de noviembre de 1917 tuvo lugar algo inaudito en el ejército ruso. Por primera vez en su historia, no estaba dirigido por el emperador o un general, sino por un oficial subalterno, un humilde alférez. Pero Nikolái Krilenko fue nombrado comandante en jefe por Vladímir Lenin no para llevar a Rusia a la victoria en la Primera Guerra Mundial. Ni mucho menos. Su tarea era sacar al país del conflicto lo antes posible.
El camino al poder
Krilenko nunca fue un auténtico militar, ni pretendió serlo. Graduado en la universidad (en historia, filología y derecho), antes de la guerra fue reclutado para realizar un año de servicio militar en el regimiento de infantería de la ciudad de Lublin (actual Polonia, entonces parte del Imperio ruso). Tras su graduación, fue ascendido al rango de alférez en la reserva.
La verdadera vocación de Krilenko era la lucha revolucionaria. En 1904, con 19 años, se unió a los bolcheviques y pronto se dedicó a la propaganda y la agitación, participando en mítines y distribuyendo periódicos clandestinos, mientras jugaba al gato y al ratón con la policía secreta rusa. “Un revolucionario profesional... un destacado abogado... un brillante publicista... un orador de talento”, fueron los términos con los describió a Krilenko uno de los colaboradores más cercanos a Lenin, Vasili Vasíliev.
En 1915, cuando la Primera Guerra Mundial estaba en pleno apogeo, Krilenko fue arrestado como desertor. Al año siguiente, sin embargo, fue liberado y enviado al Frente del Sudoeste como oficial de enlace. Incluso allí, Krilenko continuó con sus actividades de propaganda, pidiendo el fin inmediato de la guerra.
Cuanto más se hundía Rusia en el caos revolucionario, más ascendía Krilenko. Cuando empezaron a surgir organizaciones políticas electivas (los llamados comités de soldados) en el ejército, que se estaba desintegrando rápidamente, él siempre estuvo al frente de ellas. Habiendo desempeñado un papel activo en el golpe de estado bolchevique, Krilenko se convirtió en miembro del primer gobierno soviético, el Consejo de Comisarios del Pueblo, responsable de los asuntos del ejército y la marina.
Jefe del ejército
Para conservar el poder, los bolcheviques comprendieron bien la importancia de sacar a Rusia de la Primera Guerra Mundial. De ahí que su primer acto legislativo fuera el Decreto de Paz, adoptado el 8 de noviembre de 1917, en el que se invitaba a “todas las naciones beligerantes y a sus gobiernos a iniciar inmediatamente negociaciones sobre una paz justa y democrática”, que debía concluirse sin anexiones ni indemnizaciones.
Aunque el decreto fue ignorado por las potencias beligerantes, Lenin dio instrucciones al comandante supremo, el general Nikolái Dujonin, para que iniciara negociaciones de paz con el enemigo. Éste se negó y fue rápidamente destituido de su cargo el 22 de noviembre “por desobedecer las órdenes del Gobierno y por una conducta que provocó una adversidad sin precedentes para las masas trabajadoras de todos los países, y especialmente de los ejércitos”. Ese mismo día le sustituyó por el alférez Nikolái Krilenko como su sustituto.
“Este nombramiento marca el culmen de la desgracia para el ejército ruso", escribió el general Alexéi Budberg, que más tarde ocupó un lugar destacado en el movimiento blanco de Siberia: “La primera directiva del nuevo Mando Supremo... fue un [radiograma] en el que se ordenaba que ‘cada regimiento concluyera independientemente una tregua en su zona’. Toda la ineptitud militar, política e intelectual de ese bastardo brotó en esta directiva. No tenía cerebro para comprender que había un verdadero ejército al otro lado del frente, que cualquier propuesta de tregua sería rechazada de plano”.
No obstante, Krilenko cumplió la tarea de sacar a Rusia de la guerra. A principios de diciembre, una relativa calma se extendió por todos los frentes, y las negociaciones de paz entre la delegación soviética y los representantes de las Potencias Centrales comenzaron en Brest-Litovsk.
El 3 de diciembre, llegó a Mogilev (actual Bielorrusia) al Cuartel General del Mando Supremo para arrestar al “enemigo del pueblo” Dujonin. El general no llegó a ser juzgado. A pesar de las protestas de Krilenko, una multitud de marineros enfurecidos irrumpió en el vagón donde estaba retenido y lo mató a bayonetazos. Durante la Guerra Civil rusa, la expresión “despachar el cuartel general de Dujonin” se convirtió en una metáfora de ejecución sin juicio ni investigación.
Abogado, ajedrecista, escalador
Poco después de la firma del Tratado de Brest-Litovsk, el 3 de marzo de 1918, que marcó la retirada de Rusia de la Primera Guerra Mundial, Krilenko presentó su dimisión a Lenin como comandante supremo. El antiguo alférez había decidido volver a su profesión principal de abogado, convirtiéndose finalmente en uno de los fundadores del sistema jurídico soviético.
Durante la Guerra Civil rusa, dirigió los tribunales extraordinarios de justicia (tribunales revolucionarios), más tarde actuó como fiscal del Estado en los juicios espectáculo de Stalin, y fue fiscal de la RSFSR y Comisario del Pueblo (ministro) de Justicia de la URSS. Con la participación directa de Krilenko, se sentaron las bases legales de las represiones masivas de finales de la década de 1930, y se generalizó la práctica de las detenciones políticas y la persecución extrajudicial.
Al mismo tiempo, Krilenko se convirtió en el “padre del alpinismo” en la URSS, habiendo logrado su reconocimiento como deporte a nivel estatal. No sólo organizó expediciones de montañismo a las montañas del Pamir, en Asia Central, sino que participó activamente en ellas. “Las montañas son traicioneras y peligrosas, pero se pueden conquistar si uno no retrocede ante las dificultades... Se requiere un entrenamiento mental continuo, destreza y coraje. ¿No es la escuela perfecta para los futuros soldados, los comandantes rojos?”, filosofó.
Nikolái Krilenko también desempeñó un papel importante en la popularización del ajedrez. No sólo dirigió la Asociación Soviética de Ajedrez y Damas, sino que fue durante 14 años editor de una revista especializada en ajedrez y organizó varios torneos internacionales en Moscú, a los que asistieron los mejores jugadores del mundo.
En la Rusia estalinista era norma que los purgadores acabaran siendo ellos mismos purgados. Nikolái Krilenko no fue una excepción. En 1938, en pleno Gran Terror, fue detenido acusado de actividades antisoviéticas y ejecutado sumariamente. Fue rehabilitado póstumamente en 1955 por falta de corpus delicti.
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