¡Casamentera, consígueme un marido! Cuando los matrimonios concertados eran normales en Rusia

Historia
AJAY KAMALAKARAN
Hasta principios del siglo XX, un gran número de matrimonios en Rusia eran concertados. La mayoría de las parejas no podían casarse sin el permiso y la bendición de sus padres.

“Las familias felices son todas iguales; cada familia infeliz es infeliz a su manera”, escribió Lev Tolstói en el comienzo de su obra maestra Ana Karenina. Estas palabras y la novela reflejan la desilusión de una parte de la sociedad rusa con las normas matrimoniales en la década de 1870.

Fue una época en la que algunos empezaron a cuestionar el concepto de los matrimonios concertados, en los que el amor o incluso el afecto mutuo no se consideraban esenciales.

Desde la aristocracia hasta la pequeña burguesía, pasando por los campesinos, era norma que los padres o tutores arreglaran las bodas de sus hijos. Para ello, los casamenteros, los adivinos y las dotes desempeñaban un papel fundamental en el proceso matrimonial, algo inimaginable en la Rusia contemporánea.

Basta con sumergirse en la literatura de los siglos XVIII y XIX y consultar los archivos de principios del siglo XX para darse cuenta de que los matrimonios concertados eran una norma en el país. De hecho, el concepto de matrimonios concertados en Rusia se remonta al menos hasta la llegada del cristianismo ortodoxo al país (siglo IX d.C.).

Desde que Rusia adoptó el cristianismo, el matrimonio quedó bajo la jurisdicción de la Iglesia Ortodoxa, que fijó la edad legal para los novios en 15 años y para las novias en 13. Estos matrimonios eran acordados por los padres y parientes y la novia se iba a vivir a la casa del novio. Los registros contables y fiscales, llamados Revizskie skazki (relatos de revisión) del siglo XVIII en adelante, indican incluso que en muchos matrimonios las novias eran a menudo unos años mayores que sus novios.

La Iglesia introdujo periódicamente reformas en la legislación matrimonial y, en 1840, la edad legal para los novios se revisó hasta los 18 años, mientras que para las novias 16. También se estableció un límite de edad de 80 años para contraer matrimonio, ya que en aquella época se creía que la viudez era un castigo por los pecados cometidos.

Reglas del matrimonio

Aunque la Iglesia siguió estableciendo las reglas y el procedimiento para el matrimonio durante siglos, sólo pudo aplicarlas estrictamente a finales del siglo XVIII, según el historiador Gregori Freeze. “La razón no fue la falta de voluntad, sino el atraso institucional, la Iglesia simplemente carecía de los instrumentos -ley inequívoca, documentación parroquial, infraestructura burocrática- que le hubieran permitido traducir su autoridad formal en poder real”, escribió Freeze en un artículo para el Journal of Modern History.

Hasta entonces, había cierta flexibilidad a la hora de aplicar las normas matrimoniales, pero se cumplían ciertos principios. Por ejemplo, una pareja no podía casarse sin el permiso y la bendición de sus padres.

A medida que el Imperio Ruso se expandía y se convertía en el hogar de personas pertenecientes a diferentes credos, las autoridades zaristas dejaron que los líderes de las comunidades de fe, como el Islam, tuvieran sus propias reglas. La Iglesia, sin embargo, se empeñaba en que una persona perteneciente a otra religión debía abrazar la fe ortodoxa si quería casarse con un cristiano ortodoxo.

La poligamia estaba prohibida, así como el matrimonio entre parientes cercanos. Los campesinos eran muy conscientes de las relaciones familiares en su comunidad y ayudaban a que los parientes no se casaran.

En la década de 1760, se introdujo el llamado “libro de búsqueda de matrimonios”. Este libro, firmado por varios testigos, confirmaba que los novios no eran parientes cercanos y que tenían derecho a casarse. Dar un falso testimonio era un delito.

A las parejas se les permitía reunirse un par de veces antes de decidir si se casaban, pero no eran citas románticas. Iban acompañados por carabinas, normalmente parientes cercanos. Los jóvenes pertenecientes a entornos más ricos lo tenían más fácil. Entre la aristocracia, el concepto de “matrimonio a ciegas” era extremadamente extraño

Otra parte importante de un matrimonio concertado era la dote y era la familia de la novia la que tenía que hacer la entrega. Por supuesto, un hombre tenía que tener una riqueza razonable o un buen medio de vida para casarse. A finales del siglo XIX, la dote urbana que se entregaba el día de la boda solía consistir en dinero, joyas, ropa, ropa de cama, iconos, alfombras y un samovar. Las familias más ricas regalaban a los recién casados cosas como una máquina de coser. Las dotes eran obviamente más modestas entre el campesinado, pero seguían siendo esenciales.

Aunque las bodas se celebraban a lo largo de todo el año, la Iglesia no permitía celebrarlas durante las fiestas de Navidad ni durante la Cuaresma. La estación preferida para las bodas era el otoño, ya que las cosechas permitían realizar banquetes nupciales. 

El papel de los casamenteros

La canción Casamentera del musical y la película El violinista en el tejado ha formado parte del imaginario popular occidental durante muchas décadas. La historia, ambientada en el Imperio ruso, presenta brevemente a una casamentera, una importante profesión en la Rusia del siglo XIX. A ellas recurrían tanto los campesinos pobres como los habitantes más ricos de las ciudades.

Las casamenteras solían ser mujeres y, en la mayoría de los casos, viudas emprendedoras, a las que les habría resultado difícil mantenerse de otro modo. Realizaban un trabajo exhaustivo. Al explorar una posible pareja, obviamente debían asegurarse de que no fueran parientes cercanos, pero una vez hecho esto, examinaban la historia de la familia, la riqueza y la posición social e incluso las prácticas culturales y la vida cotidiana antes de proponer un emparejamiento. Pocos entendían la psicología humana tan bien como las casamenteras de la Rusia Imperial.

La literatura y las obras de teatro rusas han retratado a la importante casamentera. En su obra de teatro de 1849 Nuestro pueblo (o Es un asunto de familia, lo resolveremos nosotros mismos), el dramaturgo Alexánder Ostrovski satiriza la clase mercantil y la institución del matrimonio. Uno de los personajes centrales de la obra en cuatro actos, que fue elogiada por Lev Tolstói, Nicolái Gógol e Iván Goncharov, es la casamentera Ustinia Naumovna. Se cree que este personaje se basó en alguien que el famoso dramaturgo conoció personalmente.

Al igual que Ustinia, las casamenteras de la clase adinerada de la Rusia Imperial eran ingeniosas y exigían una buena cantidad de dinero por sus servicios. Cuando se trataba de concertar matrimonios para gente adinerada, las casamenteras solían sobornar a los sirvientes para obtener más detalles sobre la posible novia o el novio y también sobre sus antecedentes familiares y su historia.

Mientras que las familias asiáticas confiaban en los astrólogos para emparejar y cuadrar los horóscopos, los rusos solían consultar a los adivinos para verificar si el matrimonio sería un éxito. Las casamenteras estaban en contacto con los adivinos, algunos de los cuales estaban en nómina para arreglar un matrimonio.

Cambios a principios del siglo XX

En consonancia con los tiempos, los habitantes de las ciudades rusas empezaron a poner anuncios en los periódicos para encontrar novios a principios del siglo XX. Incluso existía un periódico llamado Svaja (La casamentera). Gran parte de los anuncios eran de hombres jóvenes que buscaban la pareja de sus sueños, pero las mujeres jóvenes también probaron esta opción. Residentes de Moscú y San Petersburgo con estudios universitarios recientes, procedentes de familias campesinas, buscaban encontrar sus propias novias o novios de orígenes similares o mejores. Ponían un anuncio o enviaban una carta con una foto al periódico.

En 2020, Moscú acogió una exposición de valores familiares en la que se mostraban anuncios de periódicos de principios del siglo XX.

Los listados de los periódicos tenían el mismo tipo de mensajes sencillos que se pueden ver en las aplicaciones de citas de hoy en día, aunque los rusos de hace cien años parecían, por lo general, mucho más indiscretos a la hora de enumerar sus preferencias. Por ejemplo, estos dos:

"Busco una joven inteligente y guapa de 23 años, honrada, musical y que desee conocer a un caballero rico para casarse."

"Definitivamente, me casaré si encuentro una rubia modesta, bonita, trabajadora y con buena figura, de 27 a 34 años".

Los matrimonios concertados ya estaban en declive cuando se formó la Unión Soviética. Los cambios sociales masivos y la rápida urbanización pusieron fin a esta práctica antes normal.

El concepto de matrimonio concertado encuentra ahora una puerta de entrada a Rusia, gracias a Internet y a las aplicaciones de citas (prácticamente las casamenteras de hoy en día), aunque, en la versión del siglo XXI, los padres y la Iglesia ya no están involucrados.

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