El loco plan de Francisco Franco para intervenir militarmente contra la URSS en Hungría en 1956

Dominio público

Pudiera parecer que la distancia entre Madrid y Budapest, unido a la evidente diferencia de poder militar entre la Unión Soviética y Madrid habría sido suficiente para disuadir al dictador español de repetir la agresión cometida en 1941 mediante el envío a tierras rusas de la División Azul. Pues no.

Un episodio bastante desconocido de la historia acercó a ambas naciones en 1956: el intento de una intervención militar desde Madrid durante el levantamiento húngaro que tuvo lugar entre el 23 de octubre y el 10 de noviembre. España fue, probablemente, el único país occidental y aliado de Estados Unidos que se planteó seriamente participar en el conflicto para ayudar a los insurgentes húngaros.

Sistemas de artillería desplegados en Budapest. 1956.

El levantamiento de 1956, ¿Déjà vu de la Guerra Civil española?

Según comenta Nicolas Klein, especialista en historia contemporánea española en el Viségrad Post parte de la legitimidad del régimen franquista y de la posición del propio Francisco Franco se basaba en parte en el anticomunismo y el antisovietismo que prepararon el camino para la Guerra Civil. A principios del año 1939, el inminente dictador comentaba al periodista Manuel Aznar “Tenemos que hacer frente a un montón de acciones perversas instigadas desde el exterior contra nuestro pueblo. El objetivo de Rusia, de la Rusia soviética para desintegrarnos, para corrompernos, sigue siendo un tema de actualidad. Todos juntos por la grandeza de España.”

Franco en la recepción a Heinrich Himmler celebrada en el Palacio del Pardo (Madrid, 1940)

Por tanto, la idea de la búsqueda de la “contrarrevolución" cristiana y conservadora contra la "subversión “comunista servía para seducir a una gran parte de las autoridades de la dictadura, especialmente si la Unión Soviética intervenía directamente para imponer su dominio en uno de sus países satélites.

Los años 1950 fueron los del esplendor del nacional-catolicismo en España.

Sin embargo, el pragmatismo a ratos de la España franquista, además del estado del país tras la Guerra Civil, hacía mirar a un lado del régimen al que consideraba “enemigo de la civilización cristiana” y de sus asuntos en Europa del Este y Central.

A partir de octubre de 1956, España desplegó un importante plan de ayuda humanitaria para los que huían de las luchas en Hungría. Pese a que el país no era jauja, que digamos, desde Madrid se decidió enviar harina, arroz, ropa, medicamentos y artículos de uso cotidiano para cubrir las necesidades inmediatas de los más afectados, como se describe en Franco y la revolución húngara de 1956: la contribución de España en la resistencia frente a la URSS, de Maria Dolores Ferrero Blanco. Sin embargo, por muy descabellado que parezca, muchas organizaciones húngaras en el extranjero consideraron que sólo España podría ir más allá e implicarse militarmente en el conflicto. El ministro de Asuntos Exteriores español en funciones, Alberto Martín-Artajo, recibió muchas peticiones en este sentido por parte de los insurgentes húngaros.

Un tanque T-34-85 destruido en la plaza Móricz Zsigmond (Budapest) durante el levantamiento húngaro.

El régimen franquista vio en el levantamiento húngaro la oportunidad para que España, como punta de lanza contra el comunismo, recuperara una reputación que había perdido totalmente con la victoria nacionalista al final de la Guerra Civil.

Caricatura del dibujante estadounidense John F. Knott (1945) en el que aparece un general Franco, con la esvástica nazi, que se ve amenazado por su colaboración con las potencias del Eje en la Segunda Guerra Mundial, como las declaraciones a favor de la victoria de la Alemania nazi

El día siguiente a la entrada de los tanques soviéticos en Budapest, el embajador español en Londres ya comunicó el 5 de noviembre a su ministro que 2.000 húngaros residentes en Gran Bretaña, que querían combatir por la libertad de su patria, pedían a España sólo que les trasladase a la frontera. 

Cañón de asalto ISU-152, Budapest.

El proyecto español de ayuda militar a los húngaros contra las tropas soviéticas

El dictador hispano sabía que ninguna intervención resultaría sin el consentimiento del presidente estadounidense Dwight Eisenhower. Sin embargo, la administración estadounidense protestó contra la intervención soviética en Hungría, pero al poco el líder de los EE UU reconoció de facto que la Unión Soviética tenía una especie de “derecho moral” sobre Europa Oriental y Central debido a la división del mundo tras la Segunda Guerra Mundial.

Dwight Eisenhower, durante su encuentro con Franco en 1959 en España.

El 4 de noviembre, Francisco Franco aceptó entregar armas anti tanque a los insurgentes húngaros.

Cañón antitanque de fabricación española Placencia 60/50, diseñado como sustituto de los cañones de 37 mm de procedencia alemana y los cañones de 45 mm de procedencia soviética y española (de la propia fábrica) que habían participado en la Guerra Civil.

Al día siguiente, Alberto Martín-Artajo Álvarez, ministro de exteriores español, confirmó la entrega gratuita de este equipo, así como diez mil pistolas y granadas.

Para entregar este material a los insurgentes húngaros, España necesitaba la ayuda norteamericana, como describe la obra de Adam Ardele 1956 és a spanyol katonai beavatkozás kérdése.

El entusiasmo de Franco llegó hacerle plantearse un escenario de guerra europea, sirviendo España de centro de operaciones de la parte occidental en un conflicto para el que se llegaron a elaborar planes que pasaban por la toma de Europa del Este en tres años (contando, claro con apoyo americano y la sublevación de los nacionalistas en los países satélites bajo control soviético).

Según publicó La Vanguardia, Franco propuso a Hungría la colaboración de hasta 100.000 voluntarios para que desembarcasen en Sopron (en el oriente del país) y de ahí pudieran ayudar a la resistencia.

Imagen de las calles de Sopron en 1956.

Los estudiantes de la Universidad de Valladolid se presentaron voluntarios, incluidos dos hijos del ministro de Asuntos Exteriores Alberto Martín Artajo.

La ‘traición’ de EE UU

Se intentó, con la participación de exiliados húngaros, disponer de aviones para despegar en España, conseguir un apoyo logístico norteamericano en Múnich (donde Estados Unidos tenía una importante base aérea) y entregar la mercancía en Hungría, en los alrededores de Szombathely, no muy lejos de la frontera con Austria.

Era una operación a gran escala que había sido preparada a conciencia por España y sus apoyos húngaros. En el último momento, el Estado Mayor americano ordenó a sus tropas en Baviera que no participaran en esta operación bajo ningún concepto, lo que provocó la retirada de Alemania, Austria y Suiza de la misma.

Base aérea de Fürstenfeldbruck, Alemania, en 1955

El 6 de noviembre, las autoridades españolas se lo pensaron mejor y decidieron que una misión de rescate del pueblo húngaro podía ser más complicada de lo que habían pensado inicialmente. ¿Se imaginaron una bomba atómica cayendo en Valencia o Toledo? ¿A los quijotescos soldados españoles, con sus pistolas Astra, siendo convertidos en gulash por los blindados soviéticos? Lo cierto es que se canceló la iniciativa, y el ensayo franquista de ayuda a los insurgentes en Hungría que debía contribuir a legitimar la acción de Francisco Franco al frente de su nación.

LEE MÁS: Operación Dropshot: el plan de EE UU para destruir la URSS en 1959

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