El 19 de septiembre de 1971 se produjo una explosión nuclear subterránea en la orilla del río Shachi, en la región de Ivánovo, en la Unión Soviética. La potente fuente de gas y agua, que había salido del suelo, liberó sustancias radiactivas en la superficie durante casi tres semanas. La distancia en línea recta desde el lugar de los hechos hasta la Plaza Roja de Moscú era de 363 km.
Accidente
La explosión nuclear camuflada (subterránea) en las inmediaciones de la capital soviética no fue un accidente. Desde 1965, el país lleva a cabo el programa “Explosiones nucleares para la economía nacional”, cuyo objetivo era la creación de embalses artificiales y canales para conectar los ríos, la búsqueda y el desarrollo de yacimientos minerales.
Se suponía que en caso de detonación subterránea se podía evitar la propagación de la radiación en la superficie y la contaminación del medio ambiente. La excepción fue la explosión en el centro de pruebas de Ivánovo conocido como Globus-1.
Al principio, todo fue según lo previsto. Se colocó una carga nuclear con una potencia de 2,3 kilotones (seis veces menos que la bomba lanzada sobre Hiroshima en 1945) en el fondo de un pozo perforado a 610 m de profundidad y luego rellenado con cemento.
La explosión se hizo como estaba previsto, a las 16:15 horas, pero 18 minutos después una fuente golpeó a un metro de profundidad, liberando agua subterránea radiactiva, gases, arena y arcilla. Más tarde se supo que la cementación se había hecho de forma incorrecta.
Como resultado de veinte días de vertidos, se contaminaron hasta 10.000 metros cuadrados de terreno. Poco después del accidente se descontaminaron las zonas más contaminadas, y algunos de los equipos tuvieron que abandonar el lugar.
Un desastre
Los habitantes de la aldea de Galkino, a 4 km del lugar del accidente, fueron informados de que se buscaba petróleo mediante explosiones subterráneas en las cercanías. Sin embargo, la gente no tenía ni idea de que se trataba de pruebas con radiación.
A los habitantes del pueblo (al igual que a todo el país) no se les informó de la catástrofe nuclear. Se limitaron a poner un cartel que decía: “Zona restringida en un radio de 450 metros”. El cartel no podía disuadir a los adolescentes locales de explorar la zona. Los dos niños, que habían subido al agujero en el lugar de la explosión, empezaron a desvanecerse rápidamente y pronto murieron. La causa oficial de la muerte se registró como meningitis.
Los residentes locales siguieron visitando regularmente Globus-1, recogiendo el equipo que los científicos habían dejado allí, apacentando el ganado y recogiendo setas y bayas en los alrededores. Mientras tanto, en los distritos vecinos de la región de Ivánovo el número de enfermedades oncológicas comenzó a crecer de forma constante, nacieron bebés prematuros y se produjeron numerosos abortos espontáneos. Incluso se registró un caso de un ternero que nació con dos cabezas.
El “Hiroshima de Ivánovo”, como se denominó posteriormente el accidente, afectó no solo a los residentes locales, sino también a los científicos que trabajaban allí. En 1975, un sismólogo de 41 años, V. Fedorov supervisó la preparación y realización de la explosión.
Luchar contra las consecuencias
El accidente de Globus-1 supuso un peligro no solo para los pueblos de la región de Ivánovo, sino también para las grandes ciudades. Si el río Shacha hubiera cambiado su curso y se hubiera “abierto paso” hasta el pozo, se habría expuesto inmediatamente a una contaminación radiactiva masiva. Dado que el Shacha es un afluente de uno de los ríos más importantes del país, el Volga, la vida y la salud de miles de personas se habrían visto amenazadas.
Las autoridades soviéticas y posteriormente rusas mantuvieron la zona contaminada cerca de Moscú bajo control constante y llevaron a cabo las medidas de descontaminación necesarias. Además, se desvió el río Shacha, lejos de la zona peligrosa.
En la actualidad, Globus-1 sigue siendo una zona peligrosa. El fondo de radiación de 600 micro-roentgen por hora permite permanecer allí sólo por un corto tiempo (la norma para un humano es de hasta 50 micro-roentgen por hora). Al mismo tiempo, en algunas zonas la intensidad de la radiación supera los 3000 micro-roentgen.
Al darse cuenta de la amenaza, los residentes, uno tras otro, comenzaron a abandonar Galkino. Hoy nadie vive en el pueblo fantasma. El territorio de Globus-1 tardará decenas de miles de años en volver a ser completamente seguro.
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