El 28 de mayo de 1962, dos estadounidenses se lanzaron en paracaídas desde un bombardero B-17 y aterrizaron en la estación de investigación soviética abandonada “Polo Norte-8” (SP-8) que estaba a la deriva en un témpano de hielo en el Océano Ártico. Así comenzó una de las operaciones más inusuales de la CIA, que ha pasado a la historia como “Coldfeet” (Pies fríos).
En busca de las estaciones soviéticas
La estación a la deriva sirvió a los exploradores polares soviéticos hasta que el hielo comenzó a romperse. En ese momento, los científicos fueron evacuados de urgencia y la estación abandonada siguió a la deriva en el océano hasta su desaparición.
A principios de la década de 1960, la CIA y la Oficina de Investigación Naval del Departamento de Marina de EE UU lanzaron una auténtica caza de estaciones soviéticas abandonadas. Se suponía que llevaban equipos para la detección acústica de submarinos estadounidenses.
El objetivo inicial fue la estación SP-9, que fue descubierta por un avión de reconocimiento en mayo de 1961. Sin embargo, la operación se retrasó y la estación se adentró demasiado en el océano. En la primavera de 1962, otra estación abandonada a la deriva, la SP-8, fue vista repentinamente a 970 km de una base de la Fuerza Aérea Canadiense. Era una ocasión que no se podía perder.
“Garfio del cielo”
El rompehielos que enviaron no podía atravesar la capa de hielo de la región, mientras que el helicóptero no podía llegar a su destino. Se decidió dejar caer a los especialistas en paracaídas. Pero había todavía una cuestión por resolver: cómo evacuarlos.
Se decidió utilizar un sistema desarrollado por Robert Fulton a finales de los años 50 para evacuar a los agentes de la CIA de territorio enemigo, el método era conocido como “garfio del cielo”. Era necesario contar con un mini globo aerostático lleno de helio de un tanque especial, una cuerda de 150 metros y un avión de vuelo bajo.
Mientras el globo lleno de helio subía hasta la altura deseada, un operario atado a él con una cuerda esperaba en el suelo. La aeronave que se acercaba utilizó unas “horquillas” especiales para cortar la cuerda, cortando el globo. La cuerda se enrolló automáticamente y el agente fue arrastrado a bordo.
En el témpano de hielo
El comandante James Smith, paracaidista experimentado y hablante de ruso, y su colega, el teniente Leonard Le-Shack, especialista en sistemas de seguimiento de submarinos, tuvieron tres días para estudiar la estación. Junto con los agentes, desembarcaron en el témpano varias cajas con el equipo necesario.
Tal y como esperaban los estadounidenses, los científicos soviéticos abandonaron la SP-8 apresuradamente, sin tener tiempo de sacar todo su equipo. Los agentes consiguieron encontrar más de 80 documentos, recoger fragmentos de equipos soviéticos abandonados y tomar un centenar de fotos.
En el momento de la evacuación, las condiciones meteorológicas en la estación se habían deteriorado gravemente: la visibilidad había disminuido drásticamente y el viento helado había aumentado. “Me encontré al instante en una situación que podría imaginarse como un vuelo en el vacío”, recordó Connie W. Seigrist, el piloto del avión que vino a recoger a los agentes.
El avión se enganchó fácilmente a los trofeos que recogió, pero fue más difícil recoger a las personas. El viento arrastró al evacuado, Le Chec, por el hielo durante casi 100 metros hasta que consiguió aferrarse a un trozo de hielo. Incluso cuando el avión lo recogió, estuvo colgado otros 10 minutos en una corriente de aire helado antes de ser arrastrado a bordo.
Después de ver las aventuras de su compañero, Smith, tras soltar el globo, se aferró con fuerza al tractor soviético abandonado cerca de la estación hasta el final y acabó siendo evacuado sin muchos problemas. “...Tómate tu tiempo. Estoy cómodo aquí en la nieve. Es la primera vez en una semana que puedo permitirme el lujo de descansar”, informó en broma a los pilotos por radio.
Como resultado de la Operación Coldfeet, los estadounidenses se enteraron de que la Unión Soviética había hecho serios progresos en meteorología polar y oceanografía polar. Además, había pruebas del uso por parte de Rusia de equipos de detección acústica para los submarinos estadounidenses en el Ártico. “Los extraordinarios logros de los soviéticos en sus estaciones de deriva son una prueba de su gran experiencia en este campo y de la importancia que su gobierno le concede”, dijo el capitán John Cadwalader, jefe de la operación.
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