Durante siglos, varias personas, empresas e incluso gobiernos de Rusia y Estados Unidos presionaron para que se construyera un puente o un túnel sobre el estrecho de Bering que conectara América del Norte y Eurasia.
Sin embargo, este grandioso proyecto nunca se materializó, obstaculizado por las dudas, la falta de financiación... y las guerras.
Autorización del Zar
“El zar autoriza a un sindicato estadounidense iniciar las obras”, informaba el New York Times el 1 de agosto de 1905.
Según la publicación, un sindicato estadounidense había recibido luz verde del zar ruso Nicolás II para comenzar a ejecutar el proyecto del ferrocarril Transiberiano-Alaska, que debía conectar Estados Unidos con el Imperio ruso a través de Alaska y Chukotka, dos regiones pertenecientes a Estados Unidos y al Imperio ruso, respectivamente, y divididas por un estrecho.
Se iban a destinar entre 250 y 300 millones de dólares para financiar la ambiciosa empresa, según el informe. Sin embargo, el plan estaba condenado al fracaso, ya que una guerra y una revolución se cernían sobre el Imperio ruso en pocos años.
La vieja idea
Un puente o un túnel a través del estrecho de Bering, una estrecha masa de agua situada entre la Alaska estadounidense y la Chukotka rusa, es una vieja idea que se remonta a finales del siglo XIX.
Ya en 1890, el primer gobernador del territorio de Colorado, William Gilpin, presentó una propuesta futurista para construir el llamado “Ferrocarril Cosmopolita”, un gran sistema de ferrocarriles interconectados que rodearía todos los continentes del mundo con centro en Denver, Colorado.
Entre otras cosas, el gobernador Gilpin era un escritor futurista y su idea del Ferrocarril se adelantó a los tiempos que vivió.
Sin embargo, la idea no fue abandonada: en 1904, un sindicato de magnates ferroviarios estadounidenses propuso construir un túnel bajo el estrecho de Bering desde el cabo de Gales, en Alaska, hasta el cabo Dezhnev, el punto continental más oriental de la masa terrestre rusa.
El precario estado de la política rusa de la época impidió los grandiosos planes de los magnates estadounidenses. En 1905, el mismo año en que el zar Nicolás II habría aprobado la propuesta, estalló la primera revolución rusa que sacudió el país. En los diez años siguientes, Rusia experimentaría múltiples revoluciones y una reorganización total de la vida social y política, así como la aparición de una entidad política totalmente nueva: la URSS.
Sencillamente, no había tiempo, dinero, seguridad en el futuro ni voluntad política para poner en marcha el ambicioso proyecto de infraestructuras.
Neil Bush
En 2005, el reverendo Sun Myung Moon, un autodenominado mesías nacido en Corea y conocido por sus ambivalentes aventuras empresariales, propuso algo no tan original, pero sí verdaderamente sorprendente: un túnel que conectara Oriente y Occidente.
“Durante miles de años, Satanás utilizó el estrecho de Bering para separar Oriente y Occidente, Norte y Sur, así como Norteamérica y Rusia geográficamente. Propongo que se construya un puente sobre el estrecho de Bering, o que se cave un túnel bajo él”, dijo Moon.
Moon no escatimó en anunciar su idea: “Algunos pueden dudar de que un proyecto así pueda llevarse a cabo. Pero, donde hay voluntad, siempre hay un camino, sobre todo si es la voluntad de Dios. La ciencia y la tecnología del siglo XXI hacen posible la construcción de un túnel bajo el estrecho de Bering. Este túnel puede ayudar a que el mundo sea por fin una sola comunidad”, continuó Moon.
Al embarcarse en una gira por todo el mundo para promover su idea y conseguir financiación, el autodenominado mesías encontró algunos aliados inesperados, entre ellos, al parecer, Neil Bush, el hijo del presidente estadounidense George H. W. Bush, que supuestamente compartió junto a Moon algunas partes de su viaje para promover la empresa.
Sin embargo, a pesar de la publicidad y el apoyo de personas de las altas esferas en diversos lugares del mundo, el proyecto nunca cobró el impulso suficiente para que su construcción acabara por iniciarse.
Quizá la falta de la financiación necesaria se explique por el hecho de que los hipotéticos beneficios económicos del túnel son bastante inciertos, ya que se supone que conectaría Alaska con la parte menos poblada de Rusia.
Además, las severas condiciones meteorológicas suponen un serio reto, ya que levantar esta estructura sólo sería posible durante cinco meses al año.
Dado que las relaciones bilaterales entre EE UU y Rusia se han deteriorado en los últimos años, la realidad de un túnel o puente a través del Estrecho de Bering parece una perspectiva demasiado lejana. Aunque no cabe duda de que alguien volverá a plantear la cuestión en el futuro: ¿Podremos por fin conectar los dos continentes?
LEE MÁS: ¿Es posible ver Rusia desde Alaska?