A finales del siglo XIX llegó al Imperio Ruso un nuevo deporte: el fútbol. En poco tiempo el juego se hizo muy popular, y uno de los mejores jugadores de la época fue Piotr Petróvich Sokolov.
Nació en San Petersburgo en 1891. Piotr se apasionó por el fútbol y dio los primeros pasos en su carrera vistiendo los colores del equipo de fútbol Udélnaia. En 1911, Sokolov pasó al Unitas. Como miembro de este club, ganó los campeonatos de San Petersburgo y de Rusia. En el equipo, Sokolov ejecutaba regularmente tiros libres y penaltis. Y antes de patear el balón, siempre escupía, por lo que sus seguidores le apodaron “Piotr el Escupidor”.
Sokolov jugaba de lateral. Se le describía como un jugador firme y tenaz, capaz de inspirar al equipo con su entusiasmo. La carrera de Piotr progresó con éxito en los torneos nacionales, pero, al igual que toda la plantilla nacional del Imperio Ruso, no pudo presumir de éxito en los partidos internacionales.
A finales de noviembre de 1911, el equipo disputó su primer partido amistoso, en el que se enfrentó a Inglaterra. Los rusos no tuvieron ninguna oportunidad contra los pioneros del fútbol: El partido terminó 11:0 a favor de Inglaterra.
Al año siguiente, el Imperio Ruso participó en los Juegos Olímpicos de Estocolmo. Los dos partidos celebrados en el marco de los Juegos terminaron en derrota. Pero, de todas formas, nadie tenía esperanzas puestas en el equipo. El fútbol no había hecho más que empezar en Rusia. Poco después estalló la Primera Guerra Mundial, y los VI Juegos Olímpicos de Verano se cancelaron.
Aunque se había graduado en el Instituto Alejandro I, Peter quería dedicar su vida al fútbol. Pero los acontecimientos de 1917 le obligaron a revisar sus planes. Se preparó para ir al frente, pasando un periodo de formación en la Escuela de Suboficiales de Peterhof. Pero Rusia se retiró de la guerra.
Entonces el Imperio dejó de existir y los bolcheviques llegaron al poder. Como monárquico convencido, a Sokolov le sentó muy mal. No se quedó al margen y se unió al movimiento blanco. Pero Piotr no tenía intención de luchar mano a mano con el enemigo, sino que canalizó sus capacidades intelectuales en otra dirección: en la actividad de espionaje.
Aliado con Gran Bretaña
Piotr consiguió ponerse en contacto con representantes de la inteligencia británica. Tras causar una buena impresión, Sokolov recibió su primera misión: estudiar la situación en Petrogrado, que estaba en plena revolución, y pasar información al mando británico en Arcángel. Sokolov cumplió con su misión.
A continuación, los británicos enviaron a Sokolov a Helsinki. Allí se reunió con Ernest Boyce, del servicio secreto británico. Después de una entrevista, Piotr recibió otra misión. Ahora debía ser enlace entre el cuartel general del espionaje británico en Terijoki (actual Zelenogorsk, un suburbio de San Petersburgo) y el agente secreto Paul Dukes, que estaba en Petrogrado.
Mientras tanto, las llamas de la Guerra Civil se habían apagado con la derrota de los blancos. Pero Sokolov no tenía intención de rendirse ni de regresar a la Rusia Roja. Así que se quedó en Terijoki, donde compró una casa e inició una vida familiar. La inteligencia británica había concluido oficialmente sus operaciones en territorio soviético, pero Piotr no se dio por vencido. Se ganaba la vida con el tráfico ilegal de diversas mercancías, así como con el reclutamiento de personas. Por lo general, eran deportistas que conocía de la época imperial los que caían bajo su control. Sokolov también reclutó a emigrantes rusos que habían cruzado a Finlandia. Para ello, el espía creó el club de fútbol Terijoki, donde se ofrecía algo más que deporte: era donde manipulaba las jóvenes mentes.
La Unión Soviética conocía las actividades subversivas de Sokolov. Intentaron echarle el guante, pero la policía secreta de la OGPU no consiguió atraparlo. Piotr parecía tener un sexto sentido para detectar a los chekistas y demostró ser un experto en esquivarlos. Según un relato, se intentó atraer a Sokolov de vuelta a casa jugando con su apego emocional hacia los familiares que había dejado atrás, pero la estratagema resultó infructuosa. Entonces la URSS recurrió a medidas extremas. El Kremlin exigió oficialmente a Finlandia que expulsara a Sokolov del istmo de Carelia, y los finlandeses aceptaron. Posteriormente, Sokolov se instaló en Helsinki. Allí se vio obligado a ganarse la vida como trabajador manual, y consiguió un empleo en la fábrica de tabaco Fennia.
Evidentemente, no había nacido para llevar una vida tranquila. Sokolov editó el periódico para emigrantes Russkoie Slovo [Palabra Rusa], y luego se unió a las filas de varios movimientos antisoviéticos. Pero durante varios años Piotr no se dedicó a ninguna actividad subversiva específica porque en aquel momento Gran Bretaña había renunciado a sus juegos de espionaje con la URSS.
La situación cambió radicalmente en 1939, con el estallido de la guerra soviético-finlandesa. Sokolov fue invitado, como espía experimentado que era, a unirse al servicio de propaganda. Sus funciones consistieron en visitar los campos de prisioneros de guerra soviéticos. Trató de persuadir a la gente para que se uniera a la lucha contra los bolcheviques y reclutó personal para actividades de espionaje en territorio soviético.
Un último intento
Pero ese particular enfrentamiento llegó pronto a su fin, y se puso en marcha uno nuevo: la Gran Guerra Patriótica. Y Piotr volvió a unir fuerzas con los enemigos de la Unión Soviética. Dirigió el periódico de propaganda Severnoie Slovo [Palabra del Norte] y se involucró en las emisiones de propaganda por radio. Al mismo tiempo, reclutó a prisioneros soviéticos. Pronto, ‘Piotr el Escupidor’ también se unió al Sonderkommando Leningrado (un sonderkommando era una unidad de mando especial nazi).
A pesar de los esfuerzos de los nazis, la ciudad del Nevá no se rindió. Además, el curso de la guerra cambió y la Unión Soviética tomó la iniciativa. Finlandia empezó a prepararse para abandonar su enfrentamiento contra la URSS. Y Sokolov se encontró con que ya no era necesario para nadie. Al quedarse sin apoyos, Piotr se dio cuenta de que los chekistas intentarían vengarse. Era demasiado peligroso permanecer en Finlandia y, abandonando a su mujer y sus tres hijas, huyó clandestinamente a Suecia.
‘Piotr el Escupidor’ se instaló en la ciudad de Enköping, se cambió el nombre, se casó con una mujer del lugar y adoptó su apellido. Y así fue como un masajista llamado Paul Sahlin comenzó a trabajar en un club deportivo de la ciudad. Pero los chekistas lograron identificarlo. La Unión Soviética exigió que Suecia repatriara al traidor, pero su petición fue rechazada. Consciente de ser un hombre perseguido, Sokolov se resignó a su situación. Hasta el final de su vida no abandonó Suecia. Murió en Estocolmo en 1971. Muchos años antes había jugado con los colores imperiales rusos en los Juegos Olímpicos celebrados en esta misma ciudad.
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