Cuando unos marineros rusos fundaron su propio país en una diminuta isla del mar Báltico

Historia
BORIS EGOROV
A pesar de su minúsculo tamaño y su ínfima población, esta “república” poseyó un poderío militar considerable.

La idea de crear una república independiente en la isla de Nargen (hoy conocida como Naissaar), cerca de la costa estonia, se le ocurrió por primera vez a un oficial superior a bordo del acorazado ruso ‘Petropavlovsk’ en diciembre de 1917. Se llamaba Stepan Petrichenko. Y los marineros no podían haber elegido un momento mejor.

Rusia aún se estaba recuperando de la conmoción del golpe bolchevique. Su ejército, desgastado por años de sangrientos combates, estaba en aquel momento casi completamente hundido en cuanto a moral. Por otra parte, la atención de todo el mundo estaba puesta en el armisticio de Brest-Litovsk con Alemania, firmado el 15 de diciembre. Por fin comenzaban las conversaciones sobre una paz duradera.

Como resultado, nadie se interpuso en el camino de los 90 marineros de la Flota del Báltico en Reval (la actual Tallin), que simplemente reclamaron como propia la cercana isla de Nargen, a varios kilómetros de distancia, estableciendo allí la República Soviética de Marineros y Constructores de Fortalezas. Sobre el papel, el sistema político se asemejaba a la Rusia soviética, con un gobierno en forma de consejo de comisarios del pueblo y un presidente (el propio Petrichenko). Sin embargo, en la realidad, la isla sucumbió rápidamente al caos y la anarquía.

La isla de la ‘libertad’

La población local estaba formada por varios cientos de personas, en su mayoría suecos estonios. Fueron explotados de todas las maneras posibles. Los impuestos que se crearon completamente arbitrarios. En resumen, los marineros se llevaban lo que querían y cuando querían. Las mujeres fueron violadas sin miramientos.

Cuando los recursos empezaron a agotarse, Petrichenko puso sus ojos en la misma Reval. Esto significó un verdadero problema para la población. No es que el militar controlara una isla desierta inútil, sino que se trataba de un centro estratégico clave, un auténtico “acorazado terrestre”.

A pesar de su modesto tamaño (sólo 18 kilómetros cuadrados), Nargen estaba armada hasta los dientes con varias fortificaciones y baterías de artillería, lo que proporcionaba una cobertura eficaz contra cualquier flota enemiga que intentara acercarse a Reval por mar. Ahora las armas cambiaron de posición y apuntaron contra la propia ciudad.

Amenazando con destruir la mitad de Reval (lo que era totalmente posible con el poderío militar de Nargen), los marinos exigieron que sus habitantes les proporcionaran suministros, alcohol y prisioneros locales para limpiar la nieve y realizar otras tareas.

La caída

Los marineros de Nargen pasaban la mayor parte de sus días totalmente borrachos, pero a pesar de ello se las arreglaban para seguir los tejemanejes políticos de la “vecina” Rusia. El gobierno de la autoproclamada república quedó profundamente indignado por las noticias que llegaban desde Brest-Litovsk en febrero de 1918. Los bolcheviques querían devolver el Báltico a los alemanes y ellos estaban dispuestos a luchar hasta la muerte para evitarlo.

Sin embargo, su determinación quedó en agua de borrajas. Las conversaciones entre Alemania y los bolcheviques fracasaron y el ejército alemán reanudó la lucha y se acercó hasta Reval a finales de mes.

A pesar de que la guarnición de Nargen disponía de una importante potencia de fuego para defender la isla y dar cobertura a Reval, los marinos optaron por huir. El 26 de febrero, sin oponer resistencia y sin siquiera destruir las fortificaciones y las armas de la isla, subieron a sus barcos y la abandonaron en dirección a Helsingfors (Helsinki) primero, y a Petrogrado (San Petersburgo) después. Además, dejaron en la isla a una docena de sus compañeros, borrachos o muertos.

Sin embargo, tras la desgracia de la República de Nargen, su líder, Stepan Petrichenko, no sólo quedó en el olvido, sino que desempeñó un papel clave en un acontecimiento que envió ondas de choque a toda la Rusia soviética. En marzo de 1921, en la base marítima de Kronstadt, cerca de Petrogrado, asumió el mando de miles de marineros de la Flota del Báltico, “el orgullo y la gloria de la Revolución” y organizó una rebelión contra la dictadura bolchevique.

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