Las primeras imágenes de la cara oculta de la Luna tuvieron un premio de 1.000 botellas de champán

Historia
NIKOLÁI SHEVCHENKO
Los científicos tuvieron que bloquear completamente la Flota del Mar Negro para poder recibir las primeras fotografías.

Antes de que Neil Armstrong pisara la Luna en 1969, el satélite de la Tierra seguía siendo un misterio para la humanidad. La llamada “cara oculta de la Luna”, que está permanentemente oculta de la vista de la Tierra y es el lado más lejano de la Luna, era objeto de deseo de los pioneros de los programas espaciales en EE UU y la Unión Soviética.

El lanzamiento al espacio del primer satélite artificial en 1957, el conocido como Sputnik 1, marcó un hito para la exploración espacial. Sin embargo, a todo el mundo le resultaba difícil creer que la humanidad pudiera avanzar más y observar el lado más lejano de la Luna en cualquier momento.

La idea parecía tan lejana como cautivadora. Prueba de ello es que vinicultor francés, Henri Maire, anunció públicamente que concedería 1.000 botellas de champán de sus reservas a cualquiera que pudiera verlo.

Irónicamente, los científicos soviéticos ya estaban trabajando en ello.

El plan para ver la cara oculta de la Luna

La misión para fotografiarla estaba dirigida por Serguéi Koroliov, el padre de la cosmonaútica soviética y el cerebro de la mayoría de los innovadores logros soviéticos en la exploración espacial.

El plan era relativamente fácil: lanzar un recipiente cilíndrico - una sonda espacial - al espacio hacia la Luna y dejar que la gravedad hiciera el resto. La sonda espacial estaba equipada con cámaras, un sistema de procesamiento de películas fotográficas, baterías, un transmisor de radio, un giroscopio para mantener la orientación y la velocidad angular y unos pocos ventiladores para el control de la temperatura.

El dispositivo carecía de motores de cohetes, que podrían usarse para corregir el rumbo, ya que los científicos confiaban en la gravedad de la Luna para ayudarles a realizar la llamada “maniobra de asistencia gravitacional”. Según el plan, la sonda espacial debía viajar a la Luna y una vez atrapada por la gravedad del satélite, pasar por detrás, de sur a norte, y volver a la Tierra.

La sonda espacial que iba al lado más lejano de la Luna se llamó Luna-3. Sorprendentemente, la parte más desafiante no fue calcular la órbita de la Luna o del satélite, sino manejar el equipo y el personal en tierra.

Luna-3

La señal de Luna-3 la recibía una antena de radio colocada en la cima de una montaña en Crimea. Para desesperación de Koroliov, el personal local reportó problemas de comunicación y la sonda Luna-3 no recibió algunos de los comandos de la Tierra. El jefe se fue entonces con su equipo a Crimea para tratar de resolver la situación.

Una vez que el todopoderoso Koroliov llegó a Crimea se puso manos a la obra e implementó medidas sin precedentes: los barcos de la flota del Mar Negro debían cesar todas las comunicaciones y para ello puso a patrullar un barco que buscaba y suprimía las posibles fuentes de interferencias de radio. Además, la policía de tráfico debía bloquear las carreteras cercanas al observatorio.

Estas medidas ayudaron a mejorar la señal, pero surgió un nuevo problema. Para su sorpresa, Koroliov se dio cuenta de que el observatorio podría no tener suficiente película magnética para grabar imágenes del paisaje lunar.

“Koroliov estaba furioso. Era comprensible. Después de todo, si nos lo hubieran dicho, podríamos haber llevado la película con nosotros desde Moscú”, escribió el académico Borís Chertok, que asistió a Korolev durante el lanzamiento.

Curiosamente, había tan poca película porque había sido extraída de los globos de reconocimiento estadounidenses caídos que habían espiado la URSS. Esta película era de una calidad sin precedentes, sin parangón en la industria soviética.

Enfurecido, Koroliov ordenó que las películas adicionales fueran entregadas al observatorio desde Moscú en avión y luego en helicóptero.

La mañana del 7 de Octubre de 1959, el equipo de científicos soviético esperó con la respiración contenida mientras la sonda Luna 3 se acercaba a la Luna. Entonces, comenzó a aparecer en el papel la primera imagen.

El diseñador responsable de recibir los datos miró el papel y, para sorpresa de los demás, rompió en pedazos la primera foto hecha del lado lejano de la Luna. La calidad de la imagen no era buena y creía que las próximas fotos serían mejores.

Para alivio de todos, las siguientes fotos eran de mucha mejor calidad. Koroliov tomó la primera fotografía de la cara oculta de la Luna que tenía buena calidad y escribió: “La primera foto de la cara oculta de la Luna que no debería haber salido”. La firmó y dedicó la foto al director del Observatorio Astrofísico de Crimea, Andréi B. Severni.

Fue un nuevo triunfo de la ciencia soviética. Entonces los científicos se dedicaron a nombrar los objetos geográficos recién descubiertos y las fotografías se publicaron en la portada del periódico soviético Pravda. Las noticias llegaron a todas las partes del mundo.

Fiesta con champán

En otra parte del mundo, el vinicultor francés Henri Maire leyó acerca del logro soviético y admitió que había perdido su propia apuesta. Mere envió 1.000 botellas de champán por correo a la Academia de Ciencias de la URSS.

El presidente de la Academia ordenó que las botellas fueran entregadas al equipo que había trabajado en el proyecto Luna 3. “Tuvimos el honor de recibir varias docenas de botellas de champán del almacén de la Academia de Ciencias. Recibirán un par de botellas, el resto será distribuido entre los aparatos y otros no-participantes”, dijo Koroliov a su personal.

Años más tarde, cuando la hija de Koroliov, Natalia Korolieva, se enteró de esta historia, trató de localizar al menos una botella de champagne. Resultó ser que el exsecretario de Korolio tenía una, aunque estaba vacía.

Actualmente se puede ver una réplica en miniatura de la sonda Luna 3 así como una botella de champán en el Museo de Cosmonáutica en Moscú.

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