Una noche, cuando Ígor Sikorski era un niño, se presentó ante su madre y le dijo que había tenido un sueño en el que estaba a bordo de una máquina voladora.
“Caminando lentamente, sentí una ligera vibración bajo mis pies y no me sorprendió encontrar que la sensación era diferente a la experimentada en un barco de vapor o en un tren de ferrocarril. Lo di por sentado, porque en mi sueño sabía que estaba a bordo de un gran buque volador en el aire”, recordaría años más tarde.
Para la madre de Sikorski, esto no debería haber sido una sorpresa. Aquello sucedió durante la era de los pioneros de la aviación y todo el mundo estaba cautivado por la idea de que los humanos serían capaces de navegar los cielos algún día. Poco sabía ella, que su hijo - Ígor Sikorski - pronto revolucionaría el campo de la aviación y, con ello, haría del mundo un lugar mucho más interconectado.
Juguetes y alegrías
El futuro padre de la aviación nació en 1889 en Kiev, Imperio Ruso, hijo del emblemático psiquiatra ruso Iván Sikorski y María Sikórskaia, mujer interesada profundamente en el arte y las ideas de Leonardo da Vinci. Lo más probable es que transmitiera su fascinación a su hijo, incluyendo la idea del prototipo de helicóptero de da Vinci.
El joven Sikorski estaba tan fascinado por la idea que diseñó su primer helicóptero de juguete a los 12 años de edad. Un juguete que funcionaba con un motor impulsado por una banda elástica y era sólo eso, un juguete.
Mientras Sikorski crecía, perseguía sus ideales mientras estudiaba temas no relacionados con estos, primero en San Petersburgo y luego en Francia. Pero su primer avance real en el campo sólo ocurrió cuando Sikorski regresó a Kiev, al Imperio Ruso, en 1910.
Aquel año, Sikorski ya estaba construyendo aviones simples y también probándolos por su cuenta, sin saber mucho sobre la teoría detrás de ellos. Para él, el único camino a seguir era el de la prueba y el error, aunque algunos de los errores podrían haber sido fatales.
“Gran parte del diseño de estos primeros aviones se basó en puras conjeturas. Teníamos poco, excepto el vuelo de los pájaros, de lo que obtener información [...] En aquellos primeros días, el Ingeniero Jefe era casi siempre el Piloto Jefe también. Esto tuvo como resultado la eliminación inmediata de la mala ingeniería en la aviación", dijo Sikorski.
Aunque los aviones eran más fáciles de diseñar, Sikorski no abandonó la idea de crear una máquina voladora que ascendiera verticalmente. De hecho, le cautivó la idea de crear una máquina voladora inspirada en Da Vinci.
Una vez, diseñó un trineo impulsado por un motor y hélices que supuestamente podía alcanzar velocidades de hasta 40 km por hora, únicamente para probar la fiabilidad de hélices hechas de varios tipos de madera. Para el deleite de toda la ciudad de Kiev, convirtió los trabajos de prueba en un entretenimiento para los locales (incluido el gobernador) a los que montaba a bordo y llevaba de paseo.
Esto lo convirtió en una celebridad local. Poco tiempo después, el talento de Sikorski para el diseño y la construcción le valió una oferta de trabajo que no pudo rechazar.
Un regalo del Zar
1912 marcó el ascenso de la carrera de Sikorski en el Imperio Ruso. Al ingeniero de 23 años le ofrecieron un trabajo en Russo-Balt, una famosa compañía rusa pionera en la producción de automóviles y aviones en el Imperio Ruso.
En sólo un año, Sikorski y su equipo diseñaron y ensamblaron el primer avión de cuatro motores del mundo. El 10 de mayo de 1913, el “Sikorski Ruski Vitiaz” (el “Caballero Ruso”, como se conocería al avión gigante) realizó con éxito su primer vuelo.
Este evento fue tan innovador que atrajo la atención del Zar Nicolás II, quien viajó a inspeccionar personalmente la nueva aeronave y a conocer a su creador. Impresionado por su trabajo, el Emperador premiaría a Sikorski con un reloj de oro: un regalo noble y un símbolo del especial respeto que sentía el Emperador hacia el joven inventor.
Desafortunadamente, en sólo cinco años, los nuevos líderes bolcheviques etiquetarían a Sikorski no como un héroe, sino como un traidor y lo obligarían a huir de la patria revolucionaria.
El fin del mundo
La Revolución Bolchevique de 1917 casi supuso el fin del mundo para Sikorski, no porque fuera un monárquico devoto, sino porque ya no podría usar su talento y concentrarse en el diseño de nuevos aviones.
Los bolcheviques estaban más interesados en la caballería, un poder militar que les fue útil en la Guerra Civil contra el Ejército Blanco que se resistió a la expansión de los bolcheviques en Rusia, que en los aviones que no eran utilizados a gran escala en el combate.
Sikorski, que hace sólo unos años había sido favorecido por el estado y el mismísimo Zar, se encontró en un desesperado momento de crisis.
Perdió todo el dinero invertido en la fábrica para la que trabajaba cuando fue nacionalizada por los bolcheviques y destinada a la producción de tanques.
Además, tenía razones para creer que su vida estaba en peligro. A principios de 1918, cuando el terror bolchevique estaba en pleno apogeo, un antiguo colega de Sikorski, que ahora trabajaba para los bolcheviques, advirtió a su amigo: “La situación es muy peligrosa. He visto tu orden de ejecución.”
En quiebra y aterrorizado, Sikorski huyó de Rusia hacia el Oeste.
Héroe americano
Tras un breve e infructuoso período de estancia en Francia, Ígor Sikorski se trasladó a los Estados Unidos en marzo de 1919.
Eligió los EE UU no sólo porque este país era un puerto para muchos inmigrantes en aquel momento, sino también porque consideró que el enorme territorio americano, que podría ser comparado con el territorio de su Rusia natal en tamaño, haría que sus aviones y helicópteros fueran un medio de transporte útil.
Pero la vida no fue fácil al principio para el talentoso inmigrante: Sikorski tuvo que enseñar matemáticas por dinero, pero no perdió su fascinación por la vida.
“He pasado hambre en América. He sabido lo que es buscar trabajo y no encontrarlo en América. Pero nunca hubo un día, incluso en los momentos más difíciles, en los que perdiese la esperanza en mis aviones o que no dijera en voz alta, ‘Gracias a Dios estoy aquí, un hombre libre, respirando aire libre”. Ningún hombre puede decidir lo que hago. Si fallo, puedo intentarlo de nuevo”, dijo sobre su estancia en los Estados Unidos.
Siguiendo su sueño, en 1923, fundó ‘Sikorski Aero Engineering Corporatio’', una pequeña empresa en Roosevelt, Nueva York, que aspiraba a crear nuevas aeronaves desde el diseño original.
La empresa no iba bien al principio y fue salvada de la quiebra por el compositor ruso Serguéi Rajmáninov, que también había huido de Rusia a los Estados Unidos después de la Revolución Bolchevique, pero se enriqueció más rápidamente que Sikorski.
Los 5.000 dólares (unos 76.000 dólares en 2020) que Rajmáninov prestó a Sikorski y algunos fondos adicionales que el inventor pudo recaudar por su cuenta ayudaron mucho a la empresa y en 1924 lanzó el Sikorski S-29-A, uno de los primeros aviones bimotores creados en los EE UU. El avión podía transportar hasta 14 pasajeros y alcanzar velocidades de hasta 115 millas por hora (185 km/h).
Poco después, la empresa comenzó a fabricar hidroaviones, aparatos que podían aterrizar en el agua. Por ejemplo, el Sikorski S-42 fue usado por la compañía Pan American Airways para vuelos transatlánticos.
Inspirado por el éxito de sus aviones, Sikorski volvió a su sueño de infancia: diseñar un avión de elevación vertical: una máquina que el mundo moderno conoce hoy como el helicóptero.
Sikorski, ciudadano naturalizado de los EE UU desde 1928, alcanzó un gran éxito en esta esfera. El primer vuelo atado del Vought-Sikorski VS-300 ocurrió el 14 de septiembre de 1939, y el primer vuelo libre sin restricciones ocurrió ocho meses después, el 24 de mayo de 1940.
El éxito inicial inspiró a Sikorski a construir el Sikorski R-4 en 1942, un flamante helicóptero biplaza que se convirtió en el primero utilizado por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y también en la primera máquina de este tipo producida a gran escala en el mundo.
Desde entonces, Ígor Sikorski diseñó unos 30 modelos de aviones y helicópteros y se convirtió en una leyenda viva, que fue incluida a en el Salón de la Fama Internacional del Aire y el Espacio en 1966.
En 1957, la Casa Blanca encargó una aeronave de diseño de Sikorski, ya que el presidente de los Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, necesitaba de una forma más eficiente de desplazarse en distancias cortas. La Casa Blanca encargó el Sikorski H-34 y luego lo reemplazó por el Sikorski SH-3 Sea King en 1961.
En 2006, la Casa Blanca tenía 19 aeronaves de la compañía Sikorski en servicio como helicópteros presidenciales y vicepresidenciales.
Ígor Sikorski falleció en su casa de Easton, Connecticut, el 26 de octubre de 1972. Nacido en Rusia, Sikorski siempre extrañó su tierra natal que no estaba destinado a volver a ver en su vida.
Sin la oportunidad de regresar a Rusia, Sikorski canalizó su gran amor hacia su nuevo hogar, los Estados Unidos.
“En América, encontré la confirmación de mis esperanzas y llegué a comprender la razón del éxito de este país. Nada puede igualar el trabajo libre de los hombres libres. Esta es la base sobre la que se ha construido el éxito indiscutible de los Estados Unidos”, dijo una vez.
Hoy en día, Ígor Sikorski es recordado como un héroe nacional, tanto en los Estados Unidos como en Rusia. Se le recuerda como un hombre que fue pionero en el campo de la aviación y que hizo del mundo un lugar más pequeño para todas las personas.
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