El reno soviético que ‘prestó servicio’ a bordo de un submarino británico

Historia
BORIS EGOROV
Durante su corto servicio militar, el reno se las arregló para comerse los mapas de navegación y engordó tanto que no era capaz de salir del submarino sin ayuda.

Un regalo

En el verano de 1941, el puerto soviético del norte de Múrmansk fue visitado por varios submarinos de la Marina Real Británica. El lugar iba a ser el sitio de las próximas entregas de ayuda militar aliada. El objetivo de los británicos era establecer cooperación con sus aliados soviéticos y explorar este cuadrante del Océano Ártico, y durante el proceso hundir cualquier submarino alemán de la Kriegsmarine.

Cuando la misión finalizó, llegó el momento de decir adiós y los marinos celebraron una cena de despedida. En el curso de la conversación con un almirante soviético (cuyo nombre ha quedado perdido para los historiadores), el comandante Geoffrey Sladen, el capitán del 'Trident', se quejó de que, en casa, su esposa a menudo tenía problemas para empujar el cochecito del niño por las calles nevadas durante el invierno. El almirante respondió rápidamente: “¡Lo que necesitas es un reno!”

Sladen, comprensiblemente, se tomó tal afirmación como una broma, pero no pasó mucho tiempo antes de que los marineros soviéticos se presentaran ante él con una verdadera cría de reno. Hubiera sido descortés rechazarlo, decidieron los británicos, ¡así que el animal terminó siendo el 57º miembro de la tripulación del Trident!

Servicio militar

El pequeño reno, al que los marineros británicos llamaron Poliana, fue introducido a bordo del submarino a través de la sala de torpedos. Sorprendentemente, la sección se estaba destinada también a ser su alojamiento a bordo del submarino. Sin embargo, Poliana eligió pasar su primer viaje bajo la litera del capitán.

Durante seis semanas, mientras el Trident patrullaba las aguas alrededor de Noruega, Poliana fue una parte inseparable de la tripulación británica y el talismán de su barco. Muy pronto, el animal se acostumbró a las rutinas propias del submarino: siempre que se anunciaba la salida a la superficie, el reno corría hasta la escotilla de la torre de mando para tomar un poco de aire fresco, antes de volver a su “residencia”.

El musgo de reno que servía de alimento a Poliana pronto se agotó. Como los británicos no podían salir a la superficie en busca de comida, el reno se alimentó de los desechos que se producían en el navío. El propio reno rebuscaba comida en la basura, y una vez incluso terminó devorando a escondidas unas cartas de navegación del barco.

La leche condensada era uno de sus platos favoritos (¡que no es difícil de creer!). Al final del viaje, Poliana se alimentó tan bien con todo ese azúcar que su salida por la sala de torpedos se convirtió en un problema, simplemente porque no cabía. ¡La cría terminó teniendo que evacuar por la escotilla con la ayuda de una grúa!

Al llegar a Inglaterra, el “servicio militar” del reno submarinista llegó a su fin y fue enviado al zoológico de Londres. Pero los coloridos recuerdos de sus aventuras a bordo del Trident le quedaron muy presentes. Cada vez que oía una sirena, se agachaba con la cabeza hacia el suelo, como lo habría hecho a bordo del submarino.

Poliana falleció en 1946, por cierto, el mismo año en que el Triden fue decomisado y enviado al desguace.

Olga

Sorprendentemente, Poliana no fue el único reno regalado a los marineros británicos por sus colegas soviéticos. Tristemente, el destino no fue tan amable con el otro animal.

Olga fue regalada al comandante del 10º Escuadrón de Cruceros, Almirante Robert Burnett, por el Almirante Arseni Golovko, comandante de la Flota del Norte. El animal fue colocado en una de las catapultas usadas por los hidroaviones de vigilancia a bordo del Belfast, crucero insignia de los británicos.

Lamentablemente, Olga nunca llegó a su destino. El 26 de diciembre de 1943, el crucero británico entró en batalla con el acorazado alemán Scharnhorst frente a la costa noruega de Nordkapp. Las fuertes deflagraciones de los cañones y las explosiones, junto con las vibraciones, literalmente volvieron loco al animal. Incluso después de que la batalla terminara, el reno no se calmaba y se tomó triste decisión de dormirlo.

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