Tolstói era un personaje único y polémico. Tuvo docenas de aventuras amorosas y enredos románticos, que se suceden junto a moralistas sermones sobre la castidad y los valores familiares. ¿Es posible que la predicación moral en sus obras fuera para expiar sus propios pecados?
Vergüenza y fornicación
“Cuando mis hermanos me llevaron a un burdel por primera vez y cometí el acto, me quedé llorando junto a la cama de la mujer”, escribió Tolstói sobre la pérdida de la virginidad. Tenía 16 años.
La primera vez que Tolstói tuvo sentimientos románticos y atracción por una mujer fue cuando tenía alrededor de 13 años. Escribió en su diario: “Experimenté un sentimiento fuerte, como el amor, solo cuando tenía 13 o 14 años. Pero [no] quiero creer que fue amor porque el objeto amoroso era una doncella gorda (aunque con una cara muy bonita). Además, el período entre 13 y 15 años es el más confuso para un chico: no sabes a qué dedicarte y la lujuria te golpea con una fuerza extraordinaria”.
A los 18, el futuro escritor comenzó a llevar un diario. Estaba en el hospital, curándose de una enfermedad de transmisión sexual. Esta enfermedad fue un auténtico shock para él y necesitaba ordenar sus sentimientos. Aunque no impidió que el joven buscara más placeres carnales: a menudo escribía sobre la sensualidad y reflexionaba sobre su propia lujuria.
En 1854, durante la guerra de Crimea, la unidad militar de Tolstói pasó un tiempo en Bucarest. Decepcionado, el escritor de 26 años, anotó en su diario cómo “había sido malo”: “He tenido varias mujeres, he mentido, he sido vanidoso y, lo peor de todo, no me he comportado bajo el fuego como esperaba”.
Un par de años más tarde, en su finca Yásnaia Polyana, completamente ocioso, se quejaba de que cada día tenía deseos lujuriosos y sentía que era algo sórdido. “He decidido, en alguna parte y de alguna manera, tener una amante para estos dos meses”, “Terrible lujuria, llegando al punto de enfermedad física”, “Estaba vagando por el jardín. Una campesina muy bonita, de una belleza muy agradable. Soy insoportablemente repugnante con estos impulsos del vicio. El vicio en sí habría sido mejor”.
A juzgar por los diarios del escritor, puede parecer que Tolstói era un mujeriego y muchos investigadores llegan a esta conclusión. Han difundido rumores sobre gran número de niños, supuestamente concebidos por Tolstói, con mujeres campesinas (en realidad solo se conoce un caso de este tipo). Sin embargo, las visitas a burdeles eran algo común para un joven aristócrata de la época. Es la forma en que se reprochaba esto sin cesar, la cantidad de atención que le prestaba y la preocupación que sentía lo que es llamativo.
Luchando contra la lujuria
El escritor reflexionó constantemente sobre su actitud hacia el amor carnal y se fijó una meta sobre el tipo de persona en que debería convertirse. Así, en 1855, escribió: “Un ser humano generalmente se esfuerza por la vida espiritual, y para alcanzar metas espirituales uno necesita que la satisfacción de sus deseos carnales no se oponga, o esté alineada con, la satisfacción de sus aspiraciones espirituales <...> Por lo tanto, mi nueva regla, además de las que me fijé hace mucho tiempo, consiste en ser activo, razonable y modesto”.
Para sofocar la lujuria decidió mantenerse ocupado constantemente. A partir de 1856 se dedicó a la búsqueda activa de una esposa y estaba decidido a poner fin a su libertinaje. Sin embargo, no fue tan fácil dar con la candidata adecuada. No fue hasta seis años más tarde, cuando cumplió 34 años, que Tolstói conoció a Sofía Bers, de 18 y “le pareció conveniente”.
Antes de la boda trató de “limpiar su conciencia” y mostró sus diarios a su joven novia. Quería que no hubiera secretos entre ellos y juró que le sería fiel. Los asuntos amorosos descritos allí provocaron las lágrimas de Sofía. Sin embargo, ella aceptó casarse y, después de la ceremonia, Tolstói inmediatamente llevó a su joven esposa a Yásnaia Polyana.
¿Felizmente casado?
Tolstói era muy devoto. Se cree, además, que era un tirano doméstico, que obligó a su esposa a tener 13 hijos. Al parecer tenía “miedo de invocar la ira de Dios”.
En una ocasión Sofía tuvo un tumor purulento y se llamó a un médico. Este pidió permiso a su marido para operarla pero Tolstói no pudo tomar una decisión durante mucho tiempo, ya que creía que “no se podía poner resistencia a la voluntad de Dios”, aunque su esposa pudiera morir.
Aunque, al parecer, su esposa lo amaba y estaba completamente dedicada a él. Llevaba sus asuntos (y los de Yásnaia Polyana), se ocupaba de los niños y de los quehaceres de la vida cotidiana, y copió Guerra y paz varias veces.
Tolstói creía que el destino de la mujer se encontraba en la vida familiar, como Natasha Rostova, que encontraba la felicidad en los niños, o Kitty Shcherbatskaia en Anna Karénina, que se transformó por la maternidad. Todos recuerdan lo que Tolstói hizo con Karénina, que había sacrificado su familia por la pasión, y se había olvidado de su hijo...
Celibato
En la década de 1880 Tolstói experimentó una revolución espiritual y cambió completamente su visión del mundo. Quiso renunciar a la propiedad privada y a los derechos de autor de sus obras. Su actitud hacia el matrimonio también cambió. Si antes sus obras presentaban a la familia como el valor más alto, ahora estaba absolutamente decepcionado con el matrimonio y así lo reflejó en La sonata de Kreutzer.
En la novela se habla de la naturaleza básica de la pasión, de la incapacidad de un ser humano para controlar su lujuria y del poder destructivo de los celos. El protagonista, que en su juventud fue tan libertino como el propio autor, dice que las mujeres han sido creadas para excitar a los hombres.
En ese momento, Tolstói no sólo era un famoso escritor, sino un verdadero líder espiritual. El público devoraba cada nueva obra y sus libros tenían un gran impacto en los lectores. La sonata de Kreutzer fue prohibida por la censura del zar tras su publicación. El estudioso Tolstói, Pável Basinski escribe: “Tras leer La sonata de Kreutzer, los jóvenes renunciaban al matrimonio y a la procreación, argumentando que la vida familiar se basaba en un instinto sexual no casto”.
El escritor ahora percibía el sexo no como una alegría de la juventud, sino como una seria adicción. “Un fornicador no es un término insultante sino una condición (creo que lo mismo se aplica a una fornicadora), un estado de ansiedad, curiosidad y necesidad de novedad que se deriva de la interacción placentera no con uno, sino con muchos. Como un borracho, puede abstenerse, pero un borracho es un borracho y un fornicador es un fornicador y caerá en cuanto baje la guardia”, escribió Tolstói en un diario. “Soy un fornicador”, continuaba.
Mientras trabajaba en La sonata de Kreutzer, Tolstói recibió folletos de los shakers, un movimiento religioso estadounidense que predicaba el celibato. Escribió a su amigo Vladímir Chertkov que habían fortalecido su visión del matrimonio. Ahora no sólo predicaba la moral y la lucha contra la fornicación, sino también la castidad y el celibato.
Al final de su vida Tolstói decidió liberarse completamente del matrimonio: dejó a su esposa y abandonó su hogar. Diez días más tarde, murió en la estación de ferrocarril de Astápovo.
Así confesaron su amor Lev Tolstói, Fiódor Dostoievski y Antón Chéjov.
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