¿Qué podían permitirse los ciudadanos soviéticos durante sus vacaciones? (Fotos)

Historia
ELEONORA GOLDMAN
¿Cómo pasarías tu tiempo libre si vivieras en la URSS en los años 70? ¿Cuál era la versión soviética de un día de vacaciones con todo incluido… y cuánto costaba?

Muchos rusos de generaciones anteriores a la nuestra guardan buenos recuerdos de los vales de vacaciones gratuitas que los ciudadanos soviéticos solían recibir de sus jefes. Estos vales les permitían alojarse hasta cuatro semanas en hoteles o balnearios en los que los huéspedes disfrutaban de pensión completa, hacían excursiones e iban de discotecas hasta altas horas de la noche.

Otras personas recuerdan que lo máximo a lo que podían aspirar era visitar a sus parientes en otros lugares del país, mientras que unas vacaciones en la playa quedaban más allá de sus sueños más salvajes. Para ellos, nadar en un río, pescar y desbrozar el jardín eran los únicos placeres disponibles. Entonces, ¿cómo pasaban las vacaciones los soviéticos de a pie?

¿Cómo se pagaban las vacaciones?

En general, en Rusia el concepto de vacaciones anuales pagadas no se introdujo hasta 1918. Hasta 1967, el subsidio anual de vacaciones era de sólo 12 días laborables, pero más tarde se elevó a 15 (actualmente es de 28 días naturales, o 20 días laborables). Sin embargo, algunas personas tenían derecho a un permiso más largo. Por ejemplo, si una persona trabaja en el Extremo Norte, su subsidio de vacaciones era de 45 días laborables. Para quienes trabajan en instituciones educativas, el subsidio de vacaciones oscilaba entre 24 y 48 días laborables. Las personas empleadas en industrias peligrosas tenían 36 días hábiles.

Antes de salir de vacaciones, todo el mundo recibía la llamada prima vacacional, es decir, su salario medio por el tiempo que estarían de vacaciones más el pago por los días del mes en que ya habían trabajado. Por lo tanto, el pago de vacaciones por un período de dos a tres semanas era a menudo tan alto como el salario mensual completo de una persona. Por supuesto, la mayoría de la gente prefiere ir de vacaciones en verano. Entonces, ¿qué podían permitirse?

¡Hurra! ¡Un bono vacacional!

En la época soviética, había numerosos balnearios repartidos por todo el país donde la gente pasaba sus vacaciones y recibía tratamiento médico. En la década de 1970, había miles de ellos en el territorio de Krasnodar, Crimea, Abjasia, Altái y en el lago Baikal.

Los visitantes de estos balnearios se sometían a un chequeo médico completo, se les prescribía una dieta especial y se les proporcionaba entretenimiento todas las noches. En efecto, se trataba de la versión soviética de un complejo turístico ‘todo incluido’ en el que los turistas prácticamente no tenían que gastar nada de dinero.

Dependiendo de la estación, un bono de vacaciones para una estancia de tres semanas en un balneario junto al mar costaba entre 160 y 220 rublos (el salario mensual medio era de unos 170 rublos), mientras que un bono para un hotel de vacaciones sin tratamiento médico costaba unos 40 rublos. Sin embargo, casi nadie tenía que pagar el precio total. Por lo general, los trabajadores pagaban sólo un tercio de la cuenta, mientras que los pensionistas, los veteranos de guerra y las madres solteras recibían vales de vacaciones de forma gratuita.

Ben Elmann compartió los siguientes recuerdos de su infancia: “Fui a Anapa en septiembre de 1986, a un hotel de vacaciones llamado Eugenie Cotton, con mi padre gracias a un vale que había recibido de su sindicato. Yo tenía unos 14 años en aquel entonces. Era como una versión soviética de unas vacaciones ‘todo incluido’: el bono incluía dos camas en una habitación para cuatro personas, cuatro comidas al día, y un chequeo médico a la llegada, tras lo cual se establecían varios programas de salud. No recuerdo si nuestra habitación tenía retrete, pero lo seguro es que no tenía bañera ni ducha. Todos se lavaban en una casa de baños compartidos. La comida era muy buena, y siempre había la oportunidad de elegir entre varios platos. Los edificios del hotel de vacaciones, que yo recuerde, estaban situados casi junto al mar. No había problemas para encontrar un lugar en la playa”.

Conseguir un bono de vacaciones a un lugar como este era bastante difícil, especialmente si el resort estaba en Sochi o Yalta. A cada empresa se le asignaba un cierto número de vales de vacaciones, y había lista de espera para obtenerlos.

Un empleado normal sólo puede esperar recibir un vale de vacaciones de verano una vez cada pocos años. Además, los vacacionistas tenían que compartir habitaciones, y no había forma de saber con quién terminaría uno compartiéndolas. Muchos de estos balnearios se han convertido desde entonces en hoteles normales y ahora cobran precios mucho más altos.

Viajeros independientes

Algunas personas se dirigían al mar por su cuenta si podían comprar un billete de tren o de avión. Los destinos más populares eran la costa sur de Crimea (Alushta, Yalta), Sochi, Anapa y Abjasia).

El alojamiento se alquilaba a los residentes locales. En el pasado, no había tantos hostales y hoteles como hoy y, a pesar de ello, los precios eran relativamente baratos. Por ejemplo, en Crimea en los años 70, una cama costaba de 1 a 3 rublos por día. Algunos afortunados matrimonios lograban alquilar una habitación entera para ellos mismos, mientras que los viajeros solteros a menudo tenían que compartir una habitación con extraños.

Diana, de San Petersburgo, recuerda la siguiente experiencia: “Fui al mar Negro, a Sebastopol, dos veces, con mi tía. Alquilamos el alojamiento a los residentes locales y compramos billetes de tren en tercera clase (mi tía era profesora, mi madre, que era ingeniera, recibía una pensión por mi padre, que era militar y que había sido muerto). También estuvimos de vacaciones en Jurmala con mi madre, alquilando alojamiento a los lugareños. Era más fácil para la gente de San Petersburgo alquilar una habitación allí, ya que se les consideraba gente culta, por lo que los residentes locales a menudo se encontraban con trenes de gente de Leningrado. En Jurmala, las habitaciones costaban hasta 7 rublos al día, me parece recordar”.

Si una persona tenía un coche (algo raro en la época soviética) eso resolvía cómo pasaba sus vacaciones. Empaquetaban una tienda de campaña, una olla y alimentos para dos semanas en su Lada o Volga, y toda la familia se dirigía hacia el sur.

Elena, que es de Moscú pero que ahora vive en Praga, recuerda: “Cuando nos íbamos de vacaciones en coche, nos llevamos toda la comida no perecedera que podíamos: latas, cereales, salchichas... Creo que incluso derretimos mantequilla y nos la llevamos en un frasco. Y siempre llevábamos papel higiénico. Si lo olvidabas, todo se iba al garete: las posibilidades de comprarlo en cualquier parte de la carretera eran nulas”.

Las personas que viajaban a los balnearios cocinaban o comían en las cantinas. Un kebab costaba 75 kopeks, mientras que una cena para dos personas en un restaurante podía costar 10 rublos. Los pasatiempos recreativos incluían alquilar un barco por unos 40-50 kópeks la hora, paseos por parques de atracciones por 50 kópeks o viajes en barco por 1,5 rublos. Los turistas a menudo se llevaban frutas y bayas del sur. A veces incluso hacían mermelada en los complejos turísticos...

¿No es bonito tener una casa en el pueblo?

Según la agencia de noticias TASS, en 1968 Crimea recibió 3 millones de viajeros independientes y 1 millón de turistas con bonos de vacaciones, mientras que en 1988 las cifras fueron de 6 y 2 millones respectivamente.
En general, en 1991, los balnearios de toda la Unión Soviética albergaron alrededor de 1,3 millones de personas, teniendo en cuenta que en 1986 la población total era de 286 millones.

La popular bloguero Germanych comentó lo exclusivo que era de gozar de unas vacaciones a la orilla del mar: “Entre mis parientes, poca gente había estado en el mar Negro (o incluso en los mares de Azov o el Caspio). Entre mis compañeros de clase (y por lo tanto sus padres), no todo el mundo había estado en el mar. Cuando serví en el ejército, especialmente en Siberia, no creo que ninguno de mis compañeros hubiera visto el mar”.

En otras palabras, no todo el mundo podía permitirse un viaje por su cuenta al mar o un campamento de vacaciones. Si los adolescentes o estudiantes no podían asistir a un campamento de verano, los adultos solían elegir una opción menos costosa, lo que se traducía en ir al campo. No mucha gente tenía dachas propias, pero casi todos tenían parientes en el país que sí vivían en el campo. Podían visitarlos y pasar el tiempo desbrozando los huertos de sus anfitriones, bañándose en un estanque local y pescando.

Otra opción popular era alquilar una dacha para el verano. Esto podría ser bastante barato y a menudo consistía en alquilar una terraza o un par de habitaciones en una casa. El precio dependía de la distancia a las grandes ciudades y de lo accesible que fuera en cuanto a transporte. Pero, por supuesto, no importaba lo grande o pequeña que fuera la dacha, estaba garantizado que no tendría gua corriente ni retretes, ya que estas instalaciones solían estar ubicadas en el exterior.

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