“Rajaron al gato, le pusieron baterías y los cables. La cola fue utilizada como antena”, declaró el exoficial de la CIA, Victor Marchetti, al diario The Telegraph. “Lo probaron y lo probaron. Se dieron cuenta de que se iría del trabajo cuando tuviera hambre, así que pusieron otro cable para anularlo”. El 2001 se desclasificó Accoustic Kitty, una operación de la CIA que utlizaba gatos. Marchetti se refirió a ella como una “creación espantosa” y una “monstruosidad”.
El proyecto comenzó a desarrollarse a principios de la década de 1960. Una de las teorías sobre por qué los servicios secretos concibieron tal operación, según la revista TIME, fue que los funcionarios y agentes soviéticos a menudo celebraban sus reuniones secretas en lugares donde había gatos caminando, por lo general, en parques y jardines públicos. Así que la CIA pensó que los soviéticos podrían ver a otros agentes, pero difícilmente sospecharían de un gato. Así nació la idea de implantar dispositivos de escucha en el interior de los gatos y entrenarlos para que “vagaran” por los lugares adecuados. La operación tardó cinco años de entrenamiento y costó más de 10 millones de dólares.
Cuando llegó el momento de una misión real y se dejó salir a un gato espía al otro lado de la calle de un parque en Washington, fue atropellado por un taxi que pasaba por allí. Ni siquiera llegó a su destino. Fue un fracaso y el programa de Acoustic Kitty se canceló. Una vez que esta historia se hizo pública, no provocó más que cierto ridículo y acusaciones de crueldad hacia los animales. Algunos creen que la CIA se inspiró en la experiencia rusa. En 1943, el periódico Times publicó un artículo sobre un gato llamado Murka. Durante los combates en Stalingrado se utilizó para llevar correspondencia al cuartel general militar que estaba bajo los bombardeos. Acoustic Kitty no trataba de eso, pero la URSS también había llevado a cabo otros experimentos (desafortunadamente, no menos crueles).
Los perros antitanque comenzaron a ser entrenados en la URSS en la década de 1930 y se utilizaron durante la Segunda Guerra Mundial. Por cierto, su primera gran misión también terminó en un fracaso. Sin embargo, el proyecto no fue abandonado. En 1942, el Ejército soviético tenía unos 2.000 perros entrenados para correr bajo tanques alemanes.
Los perros tenían una bomba atada a la espalda y la llevaban bajo un tanque, pensando que allí encontrarían algo de comida. Antes de una misión los perros pasaban hambre durante varios días. Su entrenamiento se basaba en el hecho de que los perros recibían carne de la escotilla inferior de un tanque. Además, se les enseñó a no tener miedo de correr bajo un tanque. Cuando un perro se metía debajo de un tanque, el detonador golpeaba el fondo del tanque y la bomba estallaba. En total se destruyeron 304 tanques enemigos con este método. Pero para 1943 el proyecto había sido cancelado, ya que muchos perros se asustaban y volvían corriendo. Además, podían llegar a dañar los tanques soviéticos.
Con los mamíferos marinos, resultó mucho mejor. Su inteligencia y capacidad de entrenamiento les permitió convertirse en espías y perfectos guardias de seguridad. Por ejemplo, los delfines fueron entrenados para colocar minas en el fondo de los submarinos, buscar minas y submarinos perdidos (sí, a veces los submarinos se pierden...). También servían para proteger las instalaciones e incluso para tomar fotos: los animales eran capaces de dirigir la lente hacia el objetivo, quedarse quietos y entonces soltar el obturador de una cámara especial (con su nariz).
El primer acuario militar con delfines mulares (un tipo de delfines) se inauguró en 1967 en la bahía de Sebastopol, y en la década de 1970 ya contaba con varias decenas de institutos de investigación trabajando para él. Los delfines nariz de botella se mantenían en recintos cerca de la costa, desde donde podían oír cualquier objeto submarino en un radio de medio kilómetro.
“Estuve presente en un ejercicio militar en el que los delfines buscaban saboteadores en la bahía de Sebastopol, – recordó Lev Mujamétov, jefe del grupo de mamíferos marinos del Instituto de Investigación de Ecología y Evolución de la Academia Rusa de Ciencias. – Cuando encontraron a los intrusos, presionaron un pedal especial. Un cohete se elevó en el aire y sonó la alarma. Luego el delfín señaló con su hocico la ubicación aproximada del intruso. Después de lo cual apretó otro pedal, y la puerta del recinto se abrió, y el delfín corrió hacia el intruso y lo neutralizó”.
“Neutralizar” significaba que le arrancaba la máscara de buceo al intruso y lo empujaba a la superficie. Durante mucho tiempo, los analistas jugaron con la idea de convertir a los delfines en asesinos, pero la práctica demostró que después de un ataque con un cuchillo o una aguja paralizante, los delfines experimentaban mucho estrés y comenzaban a sabotear las siguientes operaciones. Lo que no se puede decir de los lobos marinos y de las focas, que se alegraron de perforar a alguien con agujas y no sentían remordimientos.
La idea de utilizar focas para fines militares tiene su origen en la Rusia zarista, en 1915. En tres meses se entrenaron para operar contra submarinos, encontrar y empujar torpedos a la superficie usando un agarre especial. Sin embargo, una noche todos los animales fueron matados. “Logré resultados asombrosos, pero todos fueron envenedados por una mano maliciosa, lo que se confirmó en una autopsia”, escribió el entrenador Vladímir Dúrov al Estado Mayor de la Marina.
La idea de utilizar focas con fines militares revivió años más tarde. A principios de la década de 1980 se entrenaron para atacar a los saboteadores con los dientes: mordiendo tubos de buceo o atacando a los intrusos como perros, dijo el entrenador Víktor Gánichkin.
En la actualidad no se ha suspendido esta línea de investigación. Se entrenan delfines, ballenas y focas pero no para fines militares. Dicho esto, de vez en cuando pasa algo que reaviva viejas sospechas. Por ejemplo, en abril de este año, los noruegos capturaron una beluga con una montura de cámara que tenía escrito “Equipo de San Petersburgo”.
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