1. Nombrada en honor a un emperador ruso
En caso de que intentes recordar a un emperador ruso llamado Victor, mejor déjalo. La reina Victoria, nacida hace 200 años, el 24 de mayo de 1819, fue bautizada como Alexandrina Victoria, heredando su nombre de pila de su padrino, Alejandro I de Rusia. Sin embargo, eso no significaba que él estuviera presente durante el bautizo de ella: Alexandrina fue sólo uno de los nombres que eligieron sus progenitores y, durante la ceremonia, Alejandro I fue representado por su tío, el duque de York.
“Alejandro I estuvo ausente durante la ceremonia, pero permitió que la heredera llevara su nombre”, explicó la historiadora Natalia Basóiskaia. “Fue un bonito gesto, que simbolizaba la gloria: los rusos y los británicos acababan de derrotar a ‘ese monstruo de Napoleón’ [en la década de 1810]”.
Sin embargo, a la Reina nunca le gustó su nombre de pila y prefirió dejarlo de usar tan pronto como tomó posesión del trono en 1837. Siempre firmaba todos los documentos con el nombre con el que pasó a la historia: Victoria
2. Coqueteó con el heredero al trono de Rusia
Cuando Victoria, de 20 años, conoció en 1839 a Alejandro Nikoláievich, el zarévich ruso y futuro emperador Alejandro II, ya era reina desde hacía dos años y la familia real le buscaba un marido con denuedo. Alejandro, guapo y de 21 años, visitó Londres y pareció ser el ideal príncipe encantado para Victoria.
“Creo que ya somos grandes amigos y nos llevamos muy bien; me gusta mucho”, escribió la reina Victoria poco después de conocer a Alejandro. Disfrutó de un par de buenas conversaciones en francés con él y bailaron juntos. Es difícil decir algo definitivo sobre la naturaleza de sus relaciones, pero se rumoreaba que los dos jóvenes se habían enamorado el uno del otro.
Aunque fuera cierto, esto no podía llevar a ninguna parte, ya que Rusia y Gran Bretaña eran dos países rivales en Europa: Alejandro regresó a San Petersburgo y Victoria se casó con el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo y Gotha, quien terminaría muriendo en 1861, dejándola vestida de luto para el resto de su vida.
3. Se opuso sin piedad a Rusia políticamente
Todos esos sentimientos relacionados con Rusia no significaban nada para Victoria en comparación con la rivalidad política. Durante su mandato, los intereses de Rusia y Gran Bretaña se superponían en toda Eurasia, lo que condujo a enfrentamientos directos o indirectos. En la guerra de Crimea de 1853-1856, las tropas británicas lucharon junto a los turcos contra Rusia. Al mismo tiempo, los intereses de los dos imperios también chocaron en Afganistán, lo que los llevó a apoyar a bandos opuestos que luchaban por el trono en lo que fue denominado como “Gran Juego”.
No fue la reina Victoria la que dio forma a la política exterior británica, ya que se apoyó en sus líderes de Gobierno, pero apoyó firmemente la causa antirrusa. Su biógrafo Christopher Higgins la citó lamentándose que no ser un hombre y que no poder participar en la guerra de Crimea. Más tarde, en la década de 1870, cuando Rusia ganó una guerra contra el Imperio otomano y Londres y San Petersburgo estaban al borde del conflicto (los británicos temían que Rusia controlara el Oriente Medio) dijo Victoria: “No se puede confiar en estos rusos.”
Basóiskaia cree que había una razón detrás del odio de Victoria hacia Rusia: cuando abrazó la monarquía constitucional, que servía predominantemente como símbolo del país, la monarquía rusa permaneció siendo absoluta. “Supongo que necesitaba un ejemplo negativo para convencerse de que estaba siguiendo el camino correcto”, ha dicho Basóiskaia (enlace en ruso).
4. Se convirtió en suegra de una princesa rusa
Dada su actitud hacia Rusia, Victoria no recibió de muy buena gana el que su segundo hijo, el príncipe Alfred, se casara en San Petersburgo con María Alexándrovna, la única hija de Alejandro II, pero no pudo hacer nada en contra del enlace, porque el príncipe estaba enamorado de María. “Al no conocer a María y al entender que todavía puede haber muchas dificultades, mis pensamientos y sentimientos están bastante encontrados”, escribió Victoria en su diario.
María se convirtió en la primera y única Romanov en casarse con un miembro de la familia real británica. Actuó de forma muy independiente en Inglaterra, insatisfecha con el clima, la gente, la comida, los palacios, la ópera y, sobre todo, con la reina Victoria, a la que llamó “tonta y obstinada” en cartas a su padre. Cuando Alfred se convirtió en duque de Sajonia-Coburgo-Gotha (en Alemania), heredando el título de su tío, María estuvo feliz de mudarse a Alemania, con tal de perder de vista a su suegra.
5. Bendijo el matrimonio del último zar ruso
Aunque era la monarca de un imperio poderoso, Victoria, no pudo hacer nada para que sus parientes siguieran casándose con rusos, lo cual era bastante predecible dado el limitado mercado de jóvenes entre la realeza en Europa. En 1894, la nieta de Victoria, Alix, princesa de Hesse y del Rin, se comprometió con Nicolás Alexándrovich, heredero del trono ruso. La reina Victoria se opuso al matrimonio, aunque a ella personalmente le gustaba el zarévich Nicolás, ya que consideraba que Rusia era demasiado volátil y no era un país seguro para una joven.
Sin embargo, mientras Alix vivía en Alemania, la influencia de Victoria no era en nada abrumadora, por lo que la reina tuvo que tolerar la decisión de su pariente una vez más. Pero ciertamente hubo amor entre el futuro emperador Nicolás II y su esposa, lo que consoló a Victoria hasta cierto punto. “No hay dos personas más entregadas que ella y él”, escribió en su diario sobre su compromiso matrimonial. “Este es un consuelo que tengo, porque por el contrario los peligros y las responsabilidades me llenan de ansiedad”.
Su ansiedad no era infundada: resultó que tanto Nicolás como Alix no sobrevivirían a la Revolución rusa, siendo fusilados por los bolcheviques en 1918. Por suerte para ella, Victoria llegó a ser testigo de este hecho: su vida se apagó en 1901, finalizando con ella su increíblemente largo reinado.
Todos los archivos y recuerdos de la reina Victoria relacionados con sus relaciones con las casas reales de Europa, incluida Rusia, se encuentran en Osborne House, una antigua residencia real en East Cowes, isla de Wight, Reino Unido.
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