En el Imperio ruso del siglo XIX, un miembro de la Casa Romanov no podía crecer sin aprender varios idiomas extranjeros a un nivel impresionante. “La buena educación y el conocimiento de lenguas extranjeras, así como de su lengua materna, eran un indicador importante en la corte”, señala el historiador Ígor Zimin en su libro sobre la vida cotidiana de los Romanov, “dividiendo a las personas en dos categorías: ‘nuestro círculo’ y ‘extraterrestres’”.
Para los Romanov, los tres idiomas más importantes, aparte del ruso, eran el francés, el inglés y el alemán. Todos los nobles rusos del siglo XIX hablaban francés; por lo general eran criados por institutrices británicas, por lo que sabían inglés; y los emperadores y príncipes rusos solían casarse con princesas alemanas, por lo que manejar este idioma también era imprescindible.
El conocimiento de estas tres lenguas conectó a los Romanov con los estados más poderosos de Europa. Veamos más de cerca a algunos emperadores, empezando por Alejandro I, cuyo reinado marcó el final de un caótico período de golpes palaciegos.
Al principio de la era de Alejandro, la mayoría de los nobles rusos preferían el francés al ruso y el emperador era brillante en este aspecto. “Los franceses dominaban en la corte y Alejandro I, durante sus reuniones diplomáticas con Napoleón, hablaba mejor francés que su homólogo corso”, señala el historiador Leonid Vískochkov en su libro El día a día y las vacaciones de la corte imperial.
La invasión francesa de 1812 cambió la situación porque la nobleza se acercó más al ruso, a pesar de que el francés siguiera manteniendo su popularidad. En cuanto al propio Alejandro, también hablaba alemán e inglés: su abuela Catalina la Grande le proporcionó los mejores maestros posibles.
El hermano de Alejandro I, Nicolás, también era políglota. El barón Andréi Korf anotó: “Su Majestad hablaba a sus invitados en ruso, francés, alemán o inglés, con fluidez en todos estos idiomas”. En cuanto a él mismo, el zar se sentía inseguro sobre su inglés, porque rara vez tenía la oportunidad de practicarlo. Una vez le dijo al embajador estadounidense que debía comunicarse con él más a menudo para poder hablar el idioma, afirma Zimin.
Al mismo tiempo, Nicolás I fue el primer emperador en introducir el uso del ruso en la corte: comenzó a hablarlo con sus cortesanos. En cierto modo, se trataba de una verdadera “revolución lingüística”, pero ni siquiera aquello acabó con el uso del francés.
Alejandra, la esposa de Nicolás, nacida princesa prusiana, luchó para aprender el ruso: su maestro, el poeta Vasili Zhukovski, siempre la divertía con poemas y cuentos, pero no le enseñaba gramática (algo que puede ser muy confuso). La emperatriz se avergonzó de su ruso durante toda la vida y evitaba hablarlo; se comunicaba en francés con Nicolás.
El hijo de Nicolás, Alejandro, aprendió el “paquete estándar” de idiomas (inglés, francés, alemán) pero su padre excluyó el latín de la educación de su hijo (el propio Nicolás lo odiaba) e incluyó el polaco por razones políticas.
“Nicolás sabía que los problemas políticos con Polonia (por entonces parte del Imperio ruso) no terminarían”, escribe Ígor Zimin. Así que decidió asegurarse de que su heredero estuviera preparado para tratar los asuntos que se relacionan con el conocimiento de la lengua nacional. Esta fue una sabia decisión: en 1863, Alejandro tuvo que reprimir una rebelión polaca.
Representado generalmente como un verdadero gigante ruso, con una enorme barba, Alejandro III defendió la lengua materna desde su más tierna infancia: al comunicarse con cortesanos que preferían el francés, respondía obstinadamente sólo en ruso. Por supuesto, el emperador conocía algunas lenguas extranjeras (aunque había tenido serias dificultades con sus estudios de niño), pero quería que aquellos que servían a Rusia se mantuvieran firmes a sus raíces. Fue él quien hizo del ruso el idioma más importante de la corte. Su esposa danesa María también aprendió bien el ruso.
El último emperador de Rusia, Nicolás II, reinó en un momento en que el inglés sustituyó al francés como lengua de comunicación internacional. Las habilidades lingüísticas del emperador reflejaban esto. Su tío Alejandro recordó: “Cuando sus estudios terminaron, Nicolás podía engañar a cualquier profesor de Oxford haciéndole creer que era inglés”.
Nicolás II hablaba varios idiomas extranjeros (como los demás en esta lista, también sabía alemán y francés) tan bien que, como comentaron sus cortesanos, tenía un ligero acento extranjero al expresarse en ruso, suavizando varios sonidos del idioma eslavo. También hablaba inglés con su esposa Alejandra, otra princesa alemana (que tenía raíces británicas), aunque hablaba el ruso bastante bien.
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