Según una opinión popular en Occidente, la Unión Soviética fue un cruel país agresor. Sin embargo, muchos olvidan que las potencias occidentales fueron las primeras en establecer una alianza militar y política, concretamente, la OTAN en 1949. La respuesta soviética llegó seis años después.
Los soviéticos no reaccionaron ante la OTAN hasta 1955, cuando la República Federal de Alemania se unió al bloque. Se trataba de una violación directa del Acuerdo de Potsdam, que establecía que Alemania tenía que seguir desarmada. El 9 de mayo, la RFA se convirtió oficialmente en miembro de la OTAN y cinco días después, el 14 de mayo, los países socialistas firmaron el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua, generalmente conocido como el Pacto de Varsovia. Así nació la “OTAN soviética”.
La nueva organización incluía a la Unión Soviética, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia, Bulgaria, Rumania, Polonia, Hungría y Albania. Pero no había duda de qué país era el líder. Los cinco comandantes supremos de la organización durante toda su historia fueron oficiales soviéticos, empezando por el ilustre mariscal Iván Kónev, que se hizo famoso durante la Segunda Guerra Mundial.
La primera prueba seria a la que se sometió la Organización del Tratado de Varsovia tuvo lugar el año siguiente. En 1956 hubo un importante levantamiento antisoviético en Hungría, que contó con la ayuda de los servicios de seguridad occidentales. El 1 de noviembre, el nuevo Gobierno húngaro declaró la retirada del país del Pacto de Varsovia. Los soviéticos decidieron actuar rápidamente.
Nikita Jrushchov se reunió urgentemente con sus aliados de Europa del Este y declaró sus intenciones de intervención. Durante la semana siguiente, tropas soviéticas y húngaras, asistidas por las fuerzas de seguridad de los dos países, reprimieron a la resistencia en Budapest, y obligaron a Hungría a volver a la alianza socialista.
En 1961 la Organización del Tratado de Varsovia sufrió su primera derrota cuando la pequeña Albania desafió a la poderosa URSS. El líder albanés Enver Hoxha, disgustado con la política de desestalinización y con el aumento de la tensión entre la Unión Soviética y Yugoslavia, se hizo más leal a China, que estaba, a su vez, enfriando sus relaciones con Moscú. La escisión entre la URSS y Albania terminó con el cese de facto de la participación de las tropas albanesas en las actividades de la organización a partir de 1961. Siete años después, Albania abandonó oficialmente el bloque.
El desafío más serio para el Pacto de Varsovia fue la Primavera de Praga de 1968, un período de liberalización y reformas cardinales en Checoslovaquia, que suscitó muchas preocupaciones en la Unión Soviética. A diferencia de la situación de 1956 en Hungría, esta vez los soviéticos decidieron no actuar solos, sino involucrar a todos los miembros de la organización.
El 21 de agosto de 1968, los países del Pacto de Varsovia iniciaron la Operación Danubio. Sus tropas entraron en Checoslovaquia y durante varias semanas reprimieron la Primavera de Praga. Los mayores contingentes procedían de la URSS (170.000) y Polonia (40.000), mientras que la RDA envió 15.000 hombres, Hungría 12.500 y Bulgaria poco más de 2.000. Nicolae Ceausescu condenó enérgicamente la intervención y las tropas rumanas no participaron en la operación.
Se realizaron varios simulacros militares conjuntos. Los más grandes e importantes fueron los de Oeste-81 (en los que participaron más de 100.000 soldados) y el de Escudo-82, que se llevaron a cabo en condiciones de una guerra nuclear simulada.
Más del 80% de las armas utilizadas por los Ejércitos del Pacto de Varsovia eran de origen soviético: desde tanques y aviones de combate hasta medios de guerra electrónicos. Checoslovaquia producía y suministraba activamente a sus aliados vehículos de combate de infantería y vehículos blindados para el transporte de tropas.
El llamado Grupo Norte de las tropas de la organización (Alemania, Polonia, Checoslovaquia), situado en las inmediaciones del enemigo potencial, estaba mucho mejor equipado que el Grupo Sur (Rumania, Hungría y Bulgaria), que se consideraba relativamente débil. A las tropas soviéticas desplegadas en los países aliados se les aplicó el mismo principio.
Las fuerzas de tanques eran una de las mayores capacidades de ataque del Pacto de Varsovia. Eran enorme: 53.000 tanques soviéticos y 12.000-15.000 de Europa del Este. La mayoría de ellos eran T-54A y T-55, que fueron sustituidos gradualmente por los T-64 y los T-72. Poco antes de la desaparición del Pacto de Varsovia, sus países miembros comenzaron a recibir el T-80.
En 1977, los países del Pacto de Varsovia crearon el Sistema de Adquisición Conjunta de Datos Enemigos (SOUD), un sistema secreto de inteligencia de señales globales para interceptar información. Su objetivo inicial era proteger a la URSS de las “amenazas extranjeras” durante los Juegos Olímpicos de 1980 en Moscú.
El Pacto de Varsovia dejó de existir tras la caída del régimen soviético en los países de Europa del Este. Fue oficialmente disuelto el 1 de julio de 1991 y algunos de sus antiguos miembros pronto pasaron a las filas de su antiguo enemigo, la OTAN.