Se argumenta que, a mediados de la década de 1980, los muyahidines afganos que luchaban (con la ayuda de Pakistán y Estados Unidos) contra las tropas regulares soviéticas y el Gobierno respaldado por la URSS en Kabul se encontraban en una situación difícil. “En abril de 1986, se libraron duras batallas a lo largo de la frontera con Pakistán... Utilicé todos los medios posibles para conseguir mis demandas [de abastecer a los muyahidines con los Stinger]... Reforcé mi argumento con la opinión de los analistas estadounidenses, quienes sostenían que los muyahidines no podían seguir luchando, ya que estaban tan exhaustos que la generación joven no quería unirse a la Yihad”, escribió Mohammad Yousaf, un oficial de alto rango de la inteligencia pakistaní. Se suponía que la decisión de los norteamericanos de suministrar a los muyahidines este armamento daría un nuevo impulso a su moral y estimularía sus intentos de derrocar al régimen respaldado por Moscú.
Un arma poderosa
La decisión fue tomada por la administración de Reagan no sin ciertas reservas, ya que los estadounidenses no querían que esta tecnología fuera obtenida por la URSS o Irán. También tenían miedo de las implicaciones políticas en caso de que los soviéticos capturaran estos misiles. Sería una prueba clara de que EE UU suministra armas a los muyahidines, encendiendo así el conflicto y revelándose como parte del mismo. Pakistán adoptó una postura similar. Sin embargo, en 1986 Estados Unidos aprobó el suministro de 250 lanzadores Stinger y 1.000 misiles con ellos a los muyahidines afganos.
Los Stinger son un arma poderosa, ya que son ligeros y sencillos de operar, y se pueden tener listos en 30 segundos. Cuando detecta a su objetivo, es muy difícil engañarlo con bengalas de calor. Los Stinger se utilizaron eficazmente no solo contra los helicópteros, sino también contra los aviones de combate.
Los Stinger fueron empleados en Afganistán por primera vez el 25 de septiembre de 1986. Un grupo de unos 35 muyahidines disparó a dos helicópteros de ataque Mi-24 (según el Ejército soviético) cuando aterrizaban en el aeropuerto de Jalalabad. Se comenta que al presidente estadounidense Ronald Reagan se le entregó un informe especial sobre la actuación de los primeros Stinger utilizados.
Según Yousaf, las noticias sobre esta nueva arma y su capacidad dejaron eufóricos a los muyahidines. Los comandantes soviéticos, por el contrario, quedaron muy preocupados por los aparición de estos nuevos misiles. En noviembre el Ejército soviético perdió cuatro aviones de ataque Su-25 y en un año ya había caído un escuadrón entero. Muchos helicópteros también fueron derribados.
Cambio de táctica
Después de las primeras pérdidas, se afirma que se cerró el aeropuerto de Jalalabad durante un mes. Cuando se reabrió, las reglas para llevar a cabo los vuelos se vieron seriamente modificadas. “Tuvimos que cambiar nuestras tácticas básicas. La fuerza aérea se vio obligada a operar a gran altura, no menos de 5.000-6.000 metros”, explicó el experto militar Mijaíl Jodariónok.
A los helicópteros y aviones no se les permitía aterrizar con una trayectoria larga de descenso, sino que tenían que descender rápidamente utilizando en su lugar una trayectoria en espiral. Mientras despegaban y aterrizaban eran escoltados por helicópteros que disparaban bengalas de calor. Los vuelos de transporte se reprogramaron para hacerlos por la noche.
Una medalla de ‘Héroe’ por un Stinger
Sin embargo, para encontrar formas más eficientes de combatir la nueva arma, los ingenieros soviéticos tenían que hacerse con algún ejemplar y examinarlo a fondo. Por lo tanto, se lanzó la caza del Stinger. A los que consiguiesen obtener uno se les prometió la más alta condecoración soviética: la de Héroe de la Unión Soviética.
Durante meses, unidades de los servicios especiales soviéticos no pudieron hacerse con los misiles y sólo encontraron fragmentos de ellos. Durante muchos años se había pensado que lo lograron a principios de enero de 1987, cuando una unidad de reconocimiento descubrió a algunos hombres armados montados en tres motocicletas. “Cuando vieron nuestros helicópteros se detuvieron y empezaron a dispararnos y lanzaron dos misiles... Los pilotos hicieron una maniobra y descendieron a los helicópteros... Los Mi-24 nos cubrían desde arriba y empezamos a defendernos después bajar de un helicóptero”, recordaría más tarde el teniente Vladímir Kovtún. Él y otros cuatro soldados ganaron la batalla contra los muyahidines usando el apoyo aéreo. Después del combate, descubrieron un Stinger nuevecito, junto a su documentación técnica.
“Hace unos años, otro grupo de exsoldados soviéticos encabezado por el teniente Ígor Riúmtsev afirmó que fueron ellos quienes capturaron al primer Stinger, a finales de diciembre de 1986. En general, las unidades especiales soviéticas consiguieron ocho equipos Stinger. Sin embargo, nadie recibió la condecoración de “Héroe”.
Después de estudiar los misiles americanos y el tipo de impactos obtenidos en los aviones y helicópteros soviéticos, los diseñadores de aviación modificaron los aparatos Su-25 mejorando sus capacidades de defensa y sus bengalas térmicas. Se asegura que estas medidas permitieron volver a casi el mismo nivel de pérdidas que antes de que los Stinger empezaran a llegar a Afganistán. Por cierto, la introducción de estos misiles no obligó a la URSS a retirarse de Afganistán, como a veces se afirma. Esta decisión fue tomada en Moscú mucho antes.
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