“La fecha del colapso de la URSS es bien conocida. No es el día de los acuerdos de Belavezha, ni del golpe de Estado de agosto [de 1991]. Fue el 13 de septiembre de 1985, cuando el ministro de Petróleo de Arabia Saudí [Ahmed] Yamani, declaró que Arabia Saudí renunciaba al acuerdo sobre la restricción de la producción de petróleo y comenzaba a aumentar su participación en el mercado. Tras esto, Arabia Saudí aumentó la producción de petróleo 5,5 veces y los precios del petróleo cayeron 6,1 veces”, escribió Yegor Gaidar, arquitecto de las radicales reformas económicas de la Rusia postsoviética, en la década de 1990.
Gasolinera soviética.
Eduard Kobiak, Viacheslav Un Da-sin/TASSPiotr Aven, que fuera ministro de Relaciones Económicas Exteriores en el gabinete de Gaidar y actualmente es un influyente empresario, comparte esta interpretación: “Hubo un punto de inflexión en 1986, cuando los precios del petróleo cayeron y se desmoronaron todas las posibilidades de generar ingresos [para la URSS]”. Como señala Aven, los ingresos del petróleo servían para adquirir los fondos necesarios para comprar grano (el 17% del grano soviético fue importado). El dinero también se utilizó para “sobornar a las élites” en forma de bienes de consumo que el Estado compraba en Occidente, ya que en la URSS no se producían artículos de esa calidad, que luego se ponían a disposición del estrato superior. La caída de los precios del petróleo coincidió con la desaceleración económica que, según Aven, comenzó en la década de 1960. Esta tendencia a largo plazo, agravada por la disminución de los ingresos petroleros, llevó al colapso del modelo económico soviético.
Al mismo tiempo, algunos expertos creen que a pesar de las ineficiencias de la economía soviética y de la notoria escasez de artículos de consumo básicos, la situación no era tan mala. El sociólogo soviético, y más tarde estadounidense, Vladímir Shliapentoj, lo expresó de esta manera: “En las últimas décadas [de la existencia de la URSS] las tasas de crecimiento económico disminuyeron constantemente, la calidad de los bienes se deterioró y el progreso tecnológico se ralentizó... Sin embargo, todas estas deficiencias tenían un carácter bastante crónico, y no eran de importancia fatal. Una persona enferma, así como una sociedad enferma, pueden vivir durante mucho tiempo”. De hecho, según las estadísticas oficiales soviéticas, el PIB solo experimentó un descenso por primera vez en 1990, justo un año antes del colapso.
A finales de los años 80, en la época de la perestroika, aumentó el nivel de violencia causado por los nacionalismos étnicos en las repúblicas soviéticas. El primer ejemplo de violencia de este tipo tuvo lugar a finales de 1986 en Almatý, capital de Kazajistán, cuando los jóvenes kazajos, frustrados por el nombramiento de un ruso étnico como jefe de la república, comenzaron a amotinarse. Se enviaron tropas para sofocar los disturbios. Posteriormente hubo un pogrom en la ciudad azerbaiyana de Sumgait y violentos acontecimientos en Tiflis, así como en Bakú y otros lugares. El conflicto más sangriento tuvo lugar en el Alto Karabaj entre Azerbaiyán y Armenia, y que a veces se denomina “uno de los principales desencadenantes políticos que iniciaron la desintegración de la URSS”. A finales de los años 80, los conflictos étnicos dieron un nuevo giro mortal, cobrándose cientos de vidas.
Anciana del Alto Karabaj habla con un militar.
Serguéi Titov/SputnikSin embargo, incluso en 1990, la mayoría de las repúblicas soviéticas no deseaban abandonar la URSS y, según el historiador ruso Alexánder Shubin, la situación “parecía relativamente tranquila”, ya que solamente los países bálticos y Georgia seguían firmemente el camino separatista. “A pesar de todo el peligro que los movimientos separatistas representaban para la estructura estatal de la URSS, no tenían suficiente potencial para la destrucción del país”, argumenta el historiador.
No te equivoques: los malos resultados económicos y el creciente nacionalismo fueron muy importantes, pero el factor que realmente desencadenó el colapso del Imperio rojo fueron las acciones de sus dirigentes a partir de mediados de los años 80, es decir, la perestroika de Gorbachov. Según una popular teoría de conspiración que circula en Rusia, Gorbachov intentó deliberadamente destruir el socialismo y la Unión Soviética. Sin embargo, no es tomada en serio porque no hay ninguna indicación que muestre que realmente quisiera socavar su propio Gobierno.
Gorbachov (a la izquierda) y Yeltsin.
Getty ImagesAl contrario, la perestroika intentó reformar el sistema soviético, que en ese momento mostraba signos de degradación. Sus primeras reformas, la llamada “aceleración” de la economía, debían impulsar el potencial del “socialismo modernizado”. Shliapentoj llama a estas reformas “neoestalinistas”, porque se llevaron a cabo según el mismo paradigma que las políticas del despiadado predecesor de Gorbachov.
A pesar de las buenas intenciones de Gorbachov, la economía no pudo crecer. Sus ineficaces políticas provocaron una espiral descendente que debilitó al Estado. Antes de Gorbachov el Estado soviético había funcionado mal, con sobresaltos, pero debido a sus reformas, simplemente dejó de funcionar. En palabras del sociólogo, “en una búsqueda desesperada de formas de modernizar la economía... Gorbachov inició un proceso radical de democratización que hizo inevitable la muerte del sistema y del Imperio soviético”. Surgieron nuevos actores, entre los que se encontraba Borís Yeltsin, que querían crear una Rusia independiente. Esto supuso la “inevitable desaparición de la URSS”.
Aquí te proponemos un texto sobre las cosas que nunca agradecimos a la URSS.
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