La historia es la siguiente: el 12 de octubre de 1960 se celebró una reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Durante un discurso del delegado filipino Lorenzo Sumulong, Jrushchov comenzó a golpear su zapato en la tribuna para expresar su enojo con Sumulong.
Incluso hay una foto del mandatario con su zapato, delirando como un loco. Parece que ha pasado por el Photoshop... porque así ha sido. ¿Qué ha pasado?
Adulador del imperialismo
Es cierto que el discurso del Secretario General fue ardiente y furioso. En 1960, 17 colonias africanas habían declarado su independencia, y esto fue un tema que se debatió profundamente en la sesión. Otro tema candente fue la revolución de Hungría de 1956 y la posterior invasión soviética.
La atmósfera era tensa. Además, el viceministro de Asuntos Exteriores rumano, Eduard Mezincescu, se comportó de tal manera que hubo que apagar su micrófono y el presidente de la Asamblea, Frederick Boland, golpeó su martillo con tanta fuerza que se rompió.
Los representantes de los países occidentales culparon a la URSS por su política hacia Hungría. Luego se habló de las colonias africanas, y Jrushchov dio un emotivo discurso, en el que criticaba a los estados imperialistas, “los colonizadores”. Después, el jefe de la delegación filipina, Lorenzo Sumulong, tomó la palabra e insinuó que la URSS era también un estado colonizador: “Los pueblos de Europa del Este y de otros lugares que han sido privados del libre ejercicio de sus derechos civiles y políticos y que han sido absorbidos, por así decirlo, por la Unión Soviética”.
Revuelo en la ONU
Estas declaraciones indignaron a Jrushchov, que se acercó rápidamente a la tribuna y empujó a Sumulong hacia un lado. Luego fue hasta el micrófono y dio su respuesta, llamando a Sumulong “imbécil, títere, lacayo” y “adulador del imperialismo estadounidense”. Todo esto estaba fuera de lugar, pero no se podía hacer nada. Cuando terminó, Jrushchov volvió a su asiento.
Mientras Sumulong continuaba su denuncia del régimen comunista, el líder soviético se enfureció aún más. Levantó la mano para hablar, pero fue ignorado. Y luego...
Como recuerda en sus memorias el intérprete personal de Jrushchov, Víktor Sujodrev, el Secretario General comenzó a golpear la mesa con el puño para atraer la atención de Boland. En su mano, Jrushchov sostenía su reloj, con el que había estado jugueteando durante la Asamblea.
Sujodrev recuerda las palabras de Jrushchov: “Comencé a golpear con el puño, y vi que mi reloj se había detenido. ¡Maldita sea, –dijo–, rompí mi reloj por culpa de ese adulador! Y entonces tomé el zapato y empecé a golpear con él!”. De modo que, la cuestión es que los golpes no se produjeron en la tribuna, sino en los asientos de las delegaciones. Y la foto real lo prueba.
Apretados zapatos alemanes
Entonces, ¿cómo apareció el zapato? El asistente a la Asamblea recordó que alguien, al comienzo de la sesión, pisó accidentalmente la parte posterior del zapato de Jrushchov, que estaba sentado. El escritorio estaba apretado y el corpulento líder no podía agacharse para volver a ponerse el zapato, así que lo puso en su escritorio. El hijo de Nikita, Serguéi, que tenía 25 años en ese momento y estaba presente en la sesión, defiende esta versión.
James Feron, un periodista del Times que también estuvo allí, recuerda: “En realidad vi a Jrushchov no golpear con su zapato”, añadiendo que el líder soviético “se inclinó, se quitó un zapato, lo agitó de manera algo amenazadora, y lo puso en su escritorio, pero nunca golpeó con el zapato”.
John Loengard, exeditor de fotos de Life está “seguro” de que Jrushchov “no golpeó con el zapato en el escritorio”, pero que “sin duda quería hacerlo”. Según Loengard, Jrushchov “se agachó y se quitó un mocasín marrón de su pie derecho y lo puso sobre el escritorio. Sonrió a los delegados de la República Árabe Unida que se sentaban al otro lado del pasillo y hacían mímica (con la mano vacía) para que la próxima vez golpeara con el zapato. Puedo asegurarles que todas las cámaras de la cabina se centraron en Jrushchov, esperando que usara el zapato. Lo único que hizo fue volvérselo a poner e irse. Ninguno de nosotros se perdió la foto, lo que habría sido un grave error profesional. El suceso nunca tuvo lugar”.
Según el periodista alemán, Walter Heinkels, un zapatero de Pirmasens dijo que había visto una foto del zapato en un periódico y que lo reconoció como suyo. La Alemania Federal había enviado 30.000 pares de zapatos a la Unión Soviética, de los cuales unos 2.000 eran buenos zapatos bajos, y uno podría haber encontrado su camino hasta Jrushchov.
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