1. Harry S. Truman
“Si vemos que Alemania está ganando, debemos ayudar a Rusia, y si Rusia está ganando, debemos ayudar a Alemania, y de esa manera dejar que maten a tantos como sea posible, aunque no quiero ver a Hitler victorioso bajo ninguna circunstancia”.
Esta declaración fue hecha por el senador Harry Truman en el verano de 1941, una semana después de que Alemania atacara a la URSS, forzando al Ejército Rojo a retirarse tras sufrir grandes pérdidas. Cuando llegó a la presidencia en abril de 1945, su actitud hacia Moscú no era menos hostil, a pesar de los años de lucha común contra los nazis.
Truman asumió el cargo inmediatamente después de la muerte de Franklin D. Roosevelt, quien apoyaba la idea de la cooperación entre las grandes potencias en la posguerra. Aunque Truman era el vicepresidente de FDR, no compartía los puntos de vista de su jefe. En palabras de Andréi Gromiko, historiador e hijo del famoso ministro de Asuntos Exteriores soviético, “Truman no creía en la asociación internacional de los ‘Tres Grandes’: la URSS, el Reino Unido y Estados Unidos. No creía que los intereses nacionales de Estados Unidos requirieran de la cooperación entre Moscú y Washington como aliados estratégicos o incluso como socios”.
Apenas dos semanas después de asumir el cargo, Truman se reunió con el ministro de Asuntos Exteriores soviético, Viacheslav Mólotov. La forma en que el presidente estadounidense se dirigió al funcionario soviético hizo que este último se quejara de que nadie le había hablado así en toda su vida. Más tarde, Mólotov afirmó que la conversación marcó el comienzo de una nueva era en las relaciones entre los dos países: el comienzo de la Guerra Fría.
Un año más tarde, Truman acompañó a Churchill cuando pronunció su famoso discurso de Fulton. Un año más tarde, el presidente presentó su doctrina de política exterior, dirigida a contener a la URSS y que llevó a la creación de la OTAN.
Esta doctrina, según el historiador Eric Foner, “sentó un precedente para la asistencia estadounidense a los regímenes anticomunistas de todo el mundo, por muy antidemocráticos que fuese, así como para la creación de un conjunto de alianzas militares globales dirigidas contra la Unión Soviética”.
2. John F. Kennedy
Los problemas de la Unión Soviética con John F. Kennedy aparecieron primero en Cuba. Moscú acogió con entusiasmo la revolución cubana de 1959 y quedó profundamente consternado por el intento orquestado por la CIA de derrocar a Fidel Castro en la invasión de bahía de Cochinos de 1961, que fue bendecida por Kennedy.
Después, Kennedy no estuvo listo para ceder en la cuestión del estatus de Berlín Occidental y declararla una ciudad libre desmilitarizada, como proponía Moscú. La confrontación subsiguiente condujo al famoso momento de extrema tensión vivido en el Checkpoint Charlie el 27 de octubre de 1961, cuando tanques estadounidenses y soviéticos pasaron una noche unos frente a otros, listos para comenzar una nueva guerra mundial.
Al mismo tiempo, después de una reunión personal entre Kennedy y Nikita Jrushchov en Viena en 1961, el líder soviético dijo a un grupo de periodistas que “el presidente de Estados Unidos está muy, muy verde”.
Como comentó uno de estos periodistas, el hecho de que el mandatario soviético percibiera la inmadurez del líder estadounidense pudo haber desempeñado un importante papel en la decisión de Jrushchov de enviar misiles balísticos nucleares a Cuba en 1962.
El mundo estuvo de nuevo al borde de la Tercera Guerra Mundial. Debido a la determinación y falta de voluntad de Kennedy de retirarse, Moscú tuvo que retirar sus misiles de Cuba, aunque Washington aceptó retirar sus misiles de Turquía. Según un diplomático soviético, los misiles de Moscú en Cuba impidieron que en noviembre de 1962 se repitiera la invasión estadounidense de la isla.
3. Ronald Reagan
El 40º presidente estadounidense fue hostil hacia la URSS desde el comienzo de su primer mandato en 1981. Fue él quien puso el apodo de “imperio del mal” a la URSS. También bromeó que podría bombardear el país.
“Mis compatriotas americanos, me complace decirles hoy que he firmado una legislación que declarará ilegal a Rusia para siempre. Comenzamos a bombardear en cinco minutos”, dijo el presidente de Estados Unidos antes de un tradicional discurso radial a la nación. Aunque no se emitió, sus palabras fueron grabadas y causaron revuelo entre los militares y oficiales soviéticos.
Bajo Reagan, Estados Unidos dio amplio apoyo a los muyahidines islamistas de Afganistán, que luchaban contra las fuerzas del gobierno y las tropas soviéticas. El presidente también acordó desplegar misiles Pershing II en Europa Occidental, aumentando así las tensiones con Moscú.
La principal preocupación soviética, sin embargo, fueron los planes de Reagan para crear un sistema de defensa de misiles en el espacio: la Iniciativa de Defensa Estratégica. Esta posible nueva reactivación de la carrera armamentista y la militarización del espacio atribularon seriamente a los dirigentes soviéticos. Cuando Mijaíl Gorbachov se convirtió en Secretario General, esta cuestión ocupó un lugar destacado en su agenda en las conversaciones con Reagan, quien al principio no le gustó, incluso le describió como “un dinosaurio”.
El comportamiento bastante extraño de Reagan hacia Rusia no sólo fue evidente en el caso del “chiste del bombardeo”. Hace unos años los medios de comunicación informaron de que Reagan, que tenía a su disposición un vasto sistema de agencias de inteligencia y grupos de reflexión de todo tipo, confió más en la novelaTormenta Roja de Tom Clancy para tratar de entender mejor a Rusia. Esto, poco antes de emprender una serie de importantes negociaciones con el Kremlin.
Pincha aquí para leer sobre la operación Dropshot: el plan de EE UU para destruir la URSS en 1959.