Cruzando el Puente del Diablo: así apoyó Rusia la independencia de Suiza

Batalla en el Puente del Diablo.

Batalla en el Puente del Diablo.

Robert Ker Porter
Hace más de 200 años, las tropas rusas, dirigidas por el general Alexánder Suvórov, lucharon en Suiza contra un enemigo común: el ejército de Napoleón.

“En 1799 el zar ruso ordenó a un general victorioso que se retirara de los campos de batalla de Italia y se dirigiera a Suiza para luchar contra los franceses. El general era Alexánder Suvórov. La dramática campaña que llevó a cabo en los Alpes suizos pronto se convirtió en materia de leyendas que perduran hasta la actualidad”, así es como un museo suizo presenta al comandante ruso en una exposición.

Retrato de Alexánder Suvórov.

Como un ciervo, o mejor

En aquella época Rusia se unió a Austria y a Gran Bretaña para combatir a los ejércitos revolucionarios franceses, que subyugaban un país tras otro en el Viejo Continente. En Italia, Suvórov derrotó varias veces a los franceses, con lo que consiguió anular las victorias de Napoleón.

Sin embargo, a Viena no le gustaba que Rusia fuera ganando posiciones en Italia e insistió en que las tropas de Suvórov fueran a Suiza, para unirse a los regimientos rusos y austriacos que estaban allí, y lucharan contra el ejército francés del general André Masséna. Con el objetivo de llegar rápido, el militar ruso eligió un serpenteante y estrecho camino, que además estaba controlado por los franceses. El plan de Suvórov parecía una misión suicida, pero él declaró: “Donde pase un ciervo, también pasará un soldado ruso; donde no pase un ciervo, pasará un soldado ruso sea como sea”.

Puente del Diablo

Suvórov y sus 20.000 soldados comenzaron su marcha para llegar al paso de San Gotardo, donde lograron derrotar a los franceses. Sin embargo, estaban desconcertados por el llamado Puente del Diablo (Teufelsbruecke), que es muy estrecho y se extiende a lo largo de un río de montaña. El puente había sido severamente dañado por los franceses.

Suvórov cruza el  Puente del Diablo.

“Pero esto no detiene a los vencedores. Los oficiales [encuentran tablas] y las atan con bufandas, y los soldados corren [por el puente] bajando de las cumbres al abismo, para alcanzar al enemigo y derrotarlo en todas partes”, escribió más tarde Suvórov al emperador Pablo I. Las tablas habían sido tomadas de un granero cercano.

Cuando las hambrientas y congeladas tropas rusas, que además también estaban heridas después de cruzar el puente bajo fuego francés, llegaron al lugar llamado Altdorf, les esperaba otra desagradable sorpresa. No había camino más allá, sino solo dos senderos de montaña, que incluso hoy en día se tienen que cruzar con un equipo especial. Suvórov culpó a sus aliados austriacos por no haberle dicho nada sobre la ruta.

‘Pero somos rusos’

El agotado ejército tuvo que cruzar un paso situado a 2.000 metros de altitud, mientras resistía los ataques franceses.

“Había que tener una voluntad de hierro para tomar la decisión de irse de Altdorf. Para tomar esa ruta era necesario tener una fe ilimitada en las tropas”, escribió más tarde el ministro de Defensa Imperial de Rusia, Dmitri Miliutin.

Suvórov cruza los Alpes en 1799.

Muchos perecieron al caer por el sendero. También se perdieron muchos caballos y gran cantidad de municiones. Cuando pensaron que habían logrado lo imposible y habían alcanzado su destino, el valle de Muotathal, la mala suerte volvió a cebarse con ellos. Los rusos habían sido derrotados por los franceses en Suiza después de que les abandonara la mayor parte del ejército austriaco. Suvórov no tenía adónde ir. Eso no era todo, sus regimientos estaban rodeados por las tropas más numerosas de uno de los futuros mariscales de Napoleón, André Masséna.

Suvórov se dirigió a sus oficiales. “Estamos rodeados de montañas... rodeados de un fuerte enemigo, orgulloso de su victoria anterior. [Ha pasado mucho tiempo] desde que las tropas rusas no se veían en una situación tan amenazante... No podemos conseguir ayuda. Lo único que podemos hacer es confiar en Dios y en la extrema valentía y dedicación de nuestras tropas. ¡Nos encontraremos con dificultades que no son de este mundo! ... ¡Pero somos rusos! Dios está con nosotros! ¡Salvad el honor de Rusia y el del zar! Salvad a su hijo”, exclamó apasionadamente el comandante, refiriéndose al hecho de que el hijo de Pablo, Constantino, estaba en las filas del ejército de Suvórov.

Una campaña llena de infortunios

El 1 de octubre, el grueso del ejército de Masséna, que era el doble del tamaño de la fuerza rusa, lanzó un ataque. Pero el contraataque ruso fue rápido y tan feroz, que los franceses fueron aplastados. El propio Masséna escapó a duras penas; un soldado ruso lo agarró del cuello y le arrancó una de sus hombreras. Los franceses fueron derrotados de nuevo y sufrieron fuertes pérdidas.

Suvórov logró salir del bloqueo y salvar hasta el 75 % de su ejército. Miliutin señala que “esa desafortunada campaña trajo más gloria al ejército ruso que la mayor victoria”.

“Cambiaría todas mis victorias por la campaña suiza de Suvórov”, confesó Massena. 

En la actualidad hay seis museos a lo largo de la ruta que hizo Suvórov por Suiza.

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