¿Cómo eran las redes sociales y los ligues en el siglo XIX?

Historia
GUEORGUI MANÁIEV
Aunque no podamos imaginar nuestra vida sin ellas, las aplicaciones móviles y las redes sociales son relativamente nuevas. Si Facebook y WhatsApp hubieran estado disponibles a Pushkin o Tolstói, seguramente las habrían usado. Sirven para cumplir algunas necesidades básicas. Echemos un vistazo a las formas de las relaciones sociales en una época que no tenía dispositivos digitales.

Gracias a las redes sociales compartimos nuestras vidas y pensamientos con un círculo de amigos y conocidos. Mientras que los antiguos aristócratas romanos hacían recepciones diarias, los nobles rusos se visitaban entre sí. Por ejemplo, los recién casados se veían obligados a visitar a todos sus parientes y cuando una persona caía enferma, tenía que recibir visitas que le deseaban que mejorase. Además, estas visitas debían ser devueltas.

Facebook

“El jueves a las 6 de la tarde, María Ivanovna subió al carruaje y fue a visitarla, con un horario en la mano. Ese día hizo 11 visitas, el viernes antes de la cena hizo otras diez y 32 después de la cena. El sábado hizo otras diez más. Fueron 63 en total y dejó unas diez visitas para sus seres queridos el domingo”.

Después de la muerte de un familiar, estaban las visitas de condolencia. Martha Wilmot, mujer inglesa que vivió a principios del siglo XIX en Rusia, expresó su desdén por esta tradición, pero se le dijo que, “si la viuda no hubiera enviado el anuncio [sobre la muerte de su marido], la sociedad la habría condenado por faltarle el respeto a la memoria de su marido. La gente pondría en duda la sinceridad de su dolor, ganaría un montón de enemigos, los rumores serían implacables y, finalmente, nadie visitaría su casa”. Hablando en términos de Facebook, es como si la viuda hubiera  sido expulsada de la red.

Pero no siempre había tiempo para las visitas. Así que a partir de la década de 1830 se hicieron populares las tarjetas de visita. Cuando se iba a ver a una persona pero no estaba en casa, entonces se podía dejar una tarjeta o enviarla con un sirviente (no se podía enviar sirvientes para llevar tarjetas a personas superiores en servicio o con títulos superiores. Estaba considerado como algo grosero).

Una serie de tarjetas en la mesa del café eran la muestra del círculo social; una especie de lista de amigos en Facebook. “Algunos chiflados están pagando lucrativas sumas de dinero a porteros y a los criados de las casas nobles, para que los porteros les lleven las tarjetas de los ricos que habían sido enviadas por sus nobles amos. Este tipo de personaje colocaría estas pruebas, muestra de que contaba con espléndidos conocidos, detrás del espejo para mostrar a sus, no menos espléndidos amigos, que tenía conexiones en la alta sociedad”.

Tinder

Los lazos sociales podían ser muy útiles para un joven que buscaba pareja. Aunque si uno no tenía muchos conocidos, podía ir en busca de alguien a lugares de citas no oficiales. Al igual que Tinder, estos sitios ofrecían la oportunidad de encontrar a alguien dentro de un conjunto aleatorio. En Moscú, las familias de los comerciantes y de la pequeña burguesía sacaban a sus hijas en la fiesta del Bautismo del Señor: “Todo el malecón estaba lleno de chicas con caros trajes de invierno. Delante de ellas, jóvenes comerciantes se pavoneaban con abrigos de zorro y sombreros altos”. Las casamenteras estaban a mano para echar una mano.

Obviamente los nobles no andaban buscando novias en los malecones durante el invierno. Aparte de hacer uso de los casamenteros, las familias nobles acudían a ciertas iglesias que se podían visitar para buscar una novia. Un joven tenía que ir a esas iglesias y rezar, mientras escudriñaba el lugar en busca de una chica que le gustaba. Tan pronto como la veía, su mirada era interceptada por una tía atenta, que rápidamente le decía el apellido de la chica y el momento apropiado para visitarla.

Aplicaciones de mensajería

Las apps de mensajería son una gran manera de comunicarse entre sí discretamente y evitar que alguien escuche a escondidas la conversación. Los jóvenes del siglo XIX necesitaban desesperadamente un smartphone en un baile o durante una recepción. Las chicas no podían coquetear cuando había un montón de niñeras y tías que insistían en sus buenos modales. De modo que inventaron un lenguaje secreto, basado en los gestos con abanicos y en el “lenguaje de las flores”. Obviamente, muchas tías también entendían este idioma. Pero era la única forma socialmente aceptable para poder comunicarse discretamente. Una mujer noble o un hombre no podían hablar de viva voz sobre el amor o sobre temas privados.

Un admirador podía enviar a su amor un ramo que podía leerse como un mensaje. La rosa austríaca significaba “gran amor”; la rosa damasquina, “amor tímido”; mientras que el envío de rosas amarillas significaba que se sospechaba de una infidelidad. Las violas tricolores, “recuérdame”; el ocimum quería decir “te odio”; el geranio marrón, “te encontraré” y así sucesivamente. Las combinaciones de flores podían transmitir un mensaje elaborado, y la elección hablaba mucho sobre el gusto del admirador y la cantidad de su riqueza.

Durante una recepción vespertina, las jóvenes utilizaban abanicos para transmitir mensajes, una moda que llegó desde España y Francia. Para expresar afecto, una mujer señalaba a un hombre con el extremo superior de un abanico, mientras que lo contrario significaba desprecio. Las que abrían repetidamente un abanico, lo hacían para expresar su aprobación, mientras que mantenerlo abierto significaba un amor apasionado.

Algunos gestos transmitían mensajes directos: unos golpecitos en la cadera significaban “sígueme”; tocarse la oreja izquierda con un abanico abierto, “nos observan”; doblar lentamente un abanico con la mano izquierda significaba: “ven, estaré encantado”. Este lenguaje de los abanicos se hizo tan popular que durante un tiempo “usar un abanico” significó “coquetear”.

Así era la ecléctica educación de los zares en el siglo XIX.