Un relato popular afirma que el siervo ruso Yefim Artamónov presentó la primera bicicleta al zar Alejandro I en 1801, mucho antes de que se inventara en Occidente.
Se cree que el campesino viajó en el extraño vehículo desde los Urales hasta San Petersburgo.
A Artamónov se le concedió supuestamente la libertad (a principios del siglo XIX la servidumbre todavía existía en Rusia) por su excepcional invención, que sin embargo pronto fue olvidada.
La historia de Artamónov es probablemente una fantasía, pero el afecto de los rusos por las bicis no puede ser ignorado.
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