“La cinta de San Jorge es un invento de unos periodistas. Quizá no sea algo accidental, sentimos con las yemas de los dedos la historia contemporánea y el estado de la sociedad”, comenta en una entrevista Natalia Lóseva, la periodista que tuvo la idea de la cinta en 2005. De esta manera trataba de explicar la gran popularidad de estas cintas naranjas y negras, que se han convertido en un símbolo de Rusia.
Esta cinta se ha hecho tremendamente popular. Cada año, en vísperas del Día de la Victoria, se distribuyen millones de ellas tanto en Rusia como en el extranjero. La llevan también los mandatarios, incluido el presidente Putin.
Sin embargo, hace 13 años todo comenzó como una iniciativa de base por un grupo de periodistas de la agencia estatal de noticias RIA, que hicieron un proyecto en internet llamado Nuestra Victoria, y contaba historias personales de gente afectada por la guerra. Solo después, cuando el evento comenzó a ganar impulso, recibió el apoyo de las autoridades, afirma Lóseva.
Explicó asimismo, qué significaba eso de sentir “con las yemas de los dedos” a la sociedad, antes de lanzar la iniciativa. Según ella, la popularidad de la cinta fue una reacción al nihilismo que había tras la disolución de la URSS.
“Durante un tiempo experimentamos un periodo de rechazo, de resentimiento [hacia el pasado soviético]. La sociedad quería anular el resultado en la Gran Guerra Patria y en la Segunda Guerra Mundial, junto con la carga del pasado soviético, junto con el estancamiento, el telón de acero y la pobreza... Pero, sabes una cosa, resulta difícil para una sociedad estar sana sin pilares emocionales e históricos en los que basarse. La falta de autoestima hace que la gente sea miserable e inmadura. En general parece que la cinta llenó ese nicho con un orgullo sano”. Las cintas se han distribuido con el lema “Lo recuerdo. Estoy orgulloso”.
La popularidad del símbolo no evitó que recibiera duras críticas de quienes veían una agenda política tras la iniciativa. Algunos miembros del Partido Comunista, que sigue siendo popular en Rusia, censuraron el proyecto aduciendo que trataba de eliminar los símbolos de la victoria vinculados al comunismo, como la bandera roja, por ejemplo. Se dijo que “la cinta de San Jorge no tenía nada que ver con la Gran Guerra Patria ni con el periodo soviético”.
De hecho, la cinta de San Jorge era parte de la Orden de San Jorge (los colores representan la pólvora y el fuego), el mayor galardón militar creado en época de la emperatriz Catalina la Grande, en el siglo XVIII y abolido tras la Revolución de 1917. Desde un punto de vista formal, la cinta de San Jorge no existió durante la Segunda Guerra Mundial y solo se revivió a partir de la década del 2000, cuando la propia Orden volvió a crearse en Rusia.
Aunque no todo es tan sencillo. Durante la guerra, a partir de 1942, existió una cinta con los mismos colores que se llamaba la cinta de los Guardianes. La Orden de la Gloria, creada en 1943 y con la que se condecoró a más de un millón de soldados, también era naranja y negra. Se dice que la propia orden soviética y sus colores hacían referencia directa a la Orden Imperial de San Jorge. La cuestión es que durante el conflicto las autoridades soviéticas comenzaron a reutilizar algunos elementos del ejército imperial ruso.
La medalla que obtuvieron casi todos los soldados - “Por la Victoria sobre Alemania”- tenía también los colores de San Jorge. Tras la guerra, esta cinta y estos colores fueron elementos populares en los carteles soviéticos. Así que se podría decir que la actual solo se diferencia del nombre de los galardones soviéticos entregados durante la guerra.
También se sospechó que las autoridades rusas establecieron la cinta como respuesta a la Revolución Naranja, que tuvo lugar en Ucrania en 2004. “La Revolución Naranja tenía cintas naranjas y la cinta de San Jorge es negra y naranja. Estamos ante un caso claro de plagio de relaciones públicas”, escribió un columnista. Aunque incluso al Washington Post, un diario que no es especialmente afín al Kremlin, “no le parecía que fuera así”. Posteriormente, durante la crisis ucraniana los contrarios al nuevo gobierno en Kiev escogieron la cinta como símbolo y esta fue prohibida oficialmente en Ucrania.
Aunque la inventora de la cinta recuerda que “el proyecto es apolítico y está dirigido hacia la memoria histórica. Si una acción local se ha convertido en una tradición, sería deseable que no se perdiera el objetivo inicial”. Finalmente, incluso el Papa Francisco se la colocó en una ocasión, aunque tal y como explicaron en el Vaticano, el Pontífice no sabía de qué se trataba.
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