Una de las lecciones clave de la Primera Guerra Mundial fue que el avión tenía un papel crucial que desempeñar en las campañas militares efectivas de la nueva era. Teniendo esto en cuenta, en las décadas de 1920 y 1930 las principales naciones europeas dedicaron importantes esfuerzos y recursos al desarrollo de nuevos aviones que pudieran utilizarse para proporcionar apoyo a la infantería y a los tanques.
La Unión Soviética comenzó la creación de su avión Sturmovik (ataque terrestre) con toda una serie de diseños, añadidos de blindaje y adaptaciones para el ataque y bombardeos. En los ensayos, sin embargo, éstos invariablemente resultaron ser demasiado pesados y lentos para ser viables.
Llevando la guerra al cielo
Los intentos del diseñador Nikolái Polikárpov para construir el avión de asalto perfecto también se estancaron en el campo de batalla. Cargado de bombas y ametralladoras pero sin blindaje, el avión de ataque a suelo R-5Sh mostró poca resistencia en los combates durante la Guerra Civil Española, donde fueron utilizados por la Fuerza Aérea Republicana, y en el Lejano Oriente, donde ayudaron en la victoria de 1939 sobre los japoneses en la Batalla de Jalkin Gol.
Además de potencia de ataque, los militares exigían un avión con suficiente protección para el piloto y los mecánicos contra todo tipo de armas. El principal obstáculo era la fabricación de las placas de blindaje, que eran demasiado pesadas y duras para poder trabajar con ellas fácilmente. El mero hecho de hacer un agujero en una armadura de acero desgastaba dos brocas de alto rendimiento.
El problema fue resuelto por Serguéi Iliushin, quien dejó de lado la idea de colocar láminas que sólo añadían peso y decidió crear su avión con una estructura de acero.
El Iliushin Il-2 resultante se diseñó de manera que el motor, el sistema de refrigeración, los tanques de combustible y la tripulación estuvieran alojados en el interior del fuselaje. El peso final de despegue de la aeronave, una vez cargada, era de unas cinco toneladas.
Su primer vuelo tuvo lugar el 2 de octubre de 1939. Hasta el estallido de la guerra en la Unión Soviética (en 1941), se siguió trabajando en la eliminación de los defectos restantes y en la preparación de los aviones para un uso eficaz en combate.
Aunque el Il-2 pasó las pruebas de fábrica en 1940, los militares todavía dudaron hasta el último momento en poner en servicio este futuro símbolo del poder aéreo soviético. El propio Stalin decidió el destino del proyecto después de que Iliushin le enviara una carta describiendo los méritos de su creación.
El avión comenzó a aparecer en las fuerzas soviéticas en los últimos meses de la preguerra, y el estallido de las hostilidades finalmente demostró de lo que el Sturmovik era capaz.
Desde las primeras etapas de la guerra, los pilotos del Il-2 llevaron a cabo incursiones, sin cobertura de aviones de escolta, contra columnas blindadas que se movían por carretera durante la guerra relámpago alemana.
En sus memorias, el piloto del Il-2 y Héroe de la Unión Soviética Valentín Averiánov escribió que "a pesar de que la armadura no ofrecía protección contra las ráfagas antiaéreas de 20 mm y los cañones de los aviones, seguía desviando muchos tipos de proyectiles".
Los pilotos creían fielmente en la resistencia de sus aviones. En un incidente bien documentado, durante los preparativos finales del despliegue, el joven hijo de un piloto preguntó al comandante si su padre moriría en el frente.
El oficial, capitán Konstantín Jolobáiev, sacó su pistola de servicio y disparó de cerca a la carcasa metálica alrededor de la cabina del Il-2. Aparte de una astilla en la pintura, la bala no dejó rastro en la superficie. El efecto psicológico de esta acción, como el capitán señaló más tarde, se dirigía no tanto al niño como al piloto.
Sin embargo, el Il-2 sufrió grandes pérdidas. La superioridad aérea inicial de la Luftwaffe alemana implicaba que los pesados aviones soviéticos fueran presa fácil. Además, el Il-2 era nuevo y los pilotos tenían que dominarlo en condiciones de combate.
Al comienzo de la guerra, un Il-2 sobrevivía una media de alrededor de nueve misiones de combate. En total, 26.600 aviones se perdieron entre 1941 y 1945, aproximadamente la mitad de ellos en combate.
Las grandes pérdidas se debieron en parte a la inexistencia de un artillero trasero, debido al peso adicional prohibitivo que esto implicaría. Modificaciones posteriores añadieron un segundo tripulante y un arma defensiva, después de lo cual los pilotos enemigos se volvieron más cautelosos a la hora de enfrentarse al Il-2. Pero las pérdidas entre los artilleros traseros también fueron grandes, ya que no estaban tan bien protegidos como el piloto.
‘Avión de cemento’ pilotado por unos ‘maníacos’
En tierra, mientras tanto, estos aviones causaron estragos entre las fuerzas enemigas con sus 400 kg de bombas, cohetes Katiusha y cañones de 23 milímetros.
Soportando gran parte del peso de la embestida, la infantería alemana apodó al Il-2 el “carnicero” o “picador”, el “Gustav de Hierro” o la “Muerte Negra”. Los pilotos alemanes eran menos elogiosos, apodándolo “avión de hormigón” o “bombardero de cemento”, debido a su baja maniobrabilidad.
Más tarde en la guerra, a medida que la Fuerza Aérea Soviética fue ganando la superioridad aérea, el Il-2 comenzó a machacar metódicamente a las fuerzas terrestres de la Wehrmacht. También demostró una eficiencia despiadada en el mar: las unidades de aviación soviéticas en el Ártico usaron el Il-2 para hundir más de 100 barcos enemigos.
Los logros del Il-2, sin embargo, no habrían sido posibles sin el heroísmo de las tripulaciones.
Durante la operación de toma de Königsberg, la capital de la provincia alemana de Prusia Oriental (actual Kaliningrado), los pilotos del regimiento de asalto soviético pidieron que les trajeran prisioneros para interrogarlos sobre los efectos de sus misiones.
Para su sorpresa, los prisioneros de guerra alemanes suplicaron inmediatamente que se les perdonasen sus vidas, ya que sus oficiales políticos les habían asegurado que los Il-2 estaban tripulados por maníacos que disfrutaban atormentando a los prisioneros entre misiones. Se les dijo que eran maníacos, ya que nadie normal podía volar sobre un campo de batalla, a través de fuego antiaéreo, a una altitud de 100 metros de altura.
Si quieres saber cuáles fueron los 10 aviones soviéticos que ganaron la segunda guerra mundial, pincha aquí.