Antónov An-22, el avión soviético que asistió a Perú tras el terremoto de Áncash de 1970

Historia
JAIME NOGUERA
Durante la misión humanitaria, uno de los An-22 desapareció sobre el Atlántico Norte.

El de Áncash es recordado como el sismo más destructivo de la historia del Perú, no solo por la magnitud sino también por la cantidad de pérdidas humanas que afectó la región ancashina y varias provincias de los departamentos de Huánuco, el norte de Lima y La Libertad, dañando una extensa área de aproximadamente 450 km de longitud y 200 km de ancho de la costa y sierra peruana.

El movimiento de tierra, acontecido el 31 de mayo de 1970, provocó un desprendimiento del pico norte del nevado Huarascán, produciendo un alud estimado en 40 millones de metros cúbicos de hielo, lodo y piedras que avanzó 18 km a una velocidad promedio de 2 a 5 km/h.

En total, las muertes se calcularon en 70.000 y hubo aproximadamente 20.000 desaparecidos, aunque algunas fuentes elevan las víctimas a un número mucho mayor.

La URSS, al rescate

La Unión Soviética fue uno de los primeros países que le tendió la mano al Perú en momentos de desgracia nacional. Envió una misión de ayuda humanitaria tras conocerse la noticia del desastre. El avión elegido para transportar los materiales necesarios para asistir a los supervivientes de la tragedia fue el Antónov An-22 (designación OTAN: Cock).

El An-22 es un avión de transporte estratégico propulsado por 4 motores turbohélice, cada uno de los cuales mueve un par de hélices contrarrotatorias. Fue producido por el fabricante Antónov en la Unión Soviética, realizando su primer vuelo el 27 de febrero de 1965. Su impresionante peso máximo al despegue era de 250.000 kg. Estos impresionante aparatos cruzaron 17.000 kilómetros de distancia para llevar víveres y equipo necesario a los afectados por el terrible terremoto.

Soviéticos caídos en la asistencia a Perú

El 18 de julio de 1970, el An-22 CCCP-09303, que transportaba alimentos y medicamentos para los afectados por el terremoto de Áncash desapareció con sus 22 tripulantes en el océano Atlántico, 47 minutos después de despegar de Keflavík (Islandia). Fueron encontrados fragmentos del avión y su carga, pero nunca se llegó a aclarar lo sucedido.

En 2014, el entonces embajador de la Federación de Rusia en Lima, Nikolái Sofinski, y el jefe del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) del Perú, Alfredo Murgueytio Espinoza, inauguraron en el camposanto de Yungay una placa de mármol en homenaje a los 22 soviéticos (16 tripulantes y seis médicos) que murieron durante el cumplimiento de su misión.

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