1. ‘Un mensaje codificado’
“Somos muy serios acerca de versión de un asesinato ritualista. Muchos miembros de la comisión de la Iglesia [por la investigación del asesinato de los Romanov] no tienen dudas de que el asesinato tuvo un carácter ritual”, declaró el obispo Tijon, un influyente funcionario de la Iglesia Ortodoxa Rusa, en una conferencia dedicada a la muerte de la familia real.
Esta declaración causó un gran revuelo, ya que algunos la interpretaron como una sugerencia de naturaleza antisemita sobre esos trágicos acontecimientos, por lo que el obispo Tijon ofreció algunas aclaraciones. Como señaló, “incluso después de su abdicación, el emperador siguió siendo una figura simbólica y sagrada”. “Los bolcheviques y sus diferentes partidarios no eran para nada ajenos a tipos de simbolismos completamente inesperados y variados”.
Él negó vehementemente cualquier interpretación antisemita de sus palabras. Pero la frase “asesinato ritual” estaba destinada a avivar estos comentarios a pesar de las objeciones del obispo. Se debe al hecho de que la versión del asesinato ritual se propuso poco después del asesinato y en aquel momento tuvo un claro sentido antisemita.
Se originó, de hecho, entre aquellos que en 1919 recibieron la tarea de investigar el magnicidio. Los investigadores procedían de las filas de los opositores políticos a los bolcheviques, los blancos. El periodista británico Robert Wilton, que estuvo cercano a la investigación, escribió en su libro, publicado años más tarde del luctuoso hecho, sobre “inscripciones cabalísticas” [es decir, las pertenecientes a los rituales esotéricos ocultistas originados en el judaísmo] que se encontraron en el sótano de la casa de Ekaterimburgo donde los Romanov fueron asesinados. Esas inscripciones eran: “1918 года” [año 1918], “148467878 р” y “87888”. Fueron documentadas en el curso de la investigación.
Los investigadores, sin embargo, no les prestaron mucha atención. No fue el caso del emigrado ruso Mijaíi Skariatin. A mediados de la década de 1920, declaró que había logrado descifrar estos símbolos. Afirmó que contenían un mensaje oculto: “Aquí, por orden de las fuerzas secretas, el zar fue sacrificado por la destrucción de Rusia. Todas las naciones están informadas sobre esto”. Las “fuerzas secretas" en este caso representaban a los judíos que supuestamente aspiraban a generar el caos para lograr la dominación mundial. Este “descubrimiento" fue luego popularizado por aquellos círculos en la emigración rusa que simpatizaban con los nazis.
2. Especulación sobre decapitaciones
Estrechamente relacionada con la historia de la “muerte ritual” es otra que aún se discute hasta el día de hoy, y es aún más horrible. Se refiere a lo que sucedió con los cadáveres de la realeza. Durante décadas no fueron encontrados. Este hecho se convirtió en un terreno fértil para la propagación de diferentes rumores y aterradoras leyendas. El jefe de la comisión de investigación organizada por los blancos, Mijail Ditrij, escribió en 1922 que se especulaba que los miembros de la familia real habrían sido decapitados después de ser fusilados. Sus cabezas habrían sido sumergidas en grandes jarras y transportadas a Moscú, para ser entregadas a la cúpula soviética. Las investigaciones posteriores y la experiencia forense probaron que esta teoría era errónea.
Al mismo tiempo, la Iglesia aún no ha reconocido los restos encontrados en 1991 como los pertenecientes a los Romanov. Además, el Comité de Investigación de Rusia se ha comprometido a estudiar la versión del asesinato ritual. Por lo tanto, es demasiado pronto para esbozar todo lo que respecta a los asesinatos y las circunstancias que los acompañaron.
3. ¿Quién dio la orden?
Casi cien años después de los crímenes, aún no se sabe quién dio realmente la orden de ejecutar a la familia real. ¿Fue decisión de Lenin o una iniciativa local de los bolcheviques radicales de Ekaterimburgo?
Los investigadores que creen en la primera teoría suelen referirse a los diarios de Lev Trotski de mediados de la década de 1930. Era la segunda persona en importancia por detrás de Lenin de la joven República Soviética y dejó escrito que le preguntó al socio de Lenin, Yákov Sverdlov, por lo que le había sucedió al zar. Según el fundador del Ejército Rojo, le informaron que el emperador había sido asesinado a tiros junto con su familia, ya que esa fue la decisión tomada en el Kremlin. Trotski, famoso por haber recurrido a medidas extremadamente duras durante la guerra civil, insinuó en sus escritos que quedó sorprendido por la gravedad de esta acción. Sin embargo, de acuerdo con los protocolos existentes de la sesión del Gobierno, estaba presente en la reunión del 18 de julio [al día siguiente del asesinato], cuando los comunistas de alto rango fueron informados la ejecución del zar. Por lo tanto, tenía que saber qué le sucedió al monarca ruso y, por lo tanto, se pone en duda su testimonio.
Existen asimismo evidencias de que los bolcheviques inicialmente planearon llevar a juicio Nicolás II, por lo que no estaban interesados en su homicidio ilegal. Sin embargo, se argumenta que a mediados de julio de 1918 la situación cambió, Ekaterimburgo parecía estar a punto de ser tomada por los opositores bolcheviques, por lo que Lenin podría haber temido que el zar depuesto se convirtiera en elemento de unidad antibolchevique. Sin embargo, como afirma el historiador Guenrij Ioffe, esas fuerzas antibolcheviques no eran necesariamente monárquicas. “[Luchaban bajo] la bandera de la democracia, no por la restauración de la monarquía”. En este contexto, el zar no era útil en absoluto, y tampoco era una “figura sagrada y simbólica”, como argumentó el obispo Tijon. “El mismo Nicolás y toda la dinastía estaban muy comprometidos antes de la revolución... nadie pensaba seriamente en su regreso”, sostiene Ioffe. Esto hace que sea más probable que la orden que autorizó el asesinato de Nicolás y su familia fuese dada por los comunistas locales.