Yákov Dzhugashvili (hijo): muerto cuando era prisionero de Alemania
Según la biografía de Simon Montefiore Llamadme Stalin, el futuro líder adoraba a su primera mujer Kato Svanidze, con la que se casó en Georgia en 1906 pero murió de tifus 16 meses más tarde. Inconsolable, saltó sobre su tumba durante el funeral y los presentes lucharon para sacarlo de allí.
El hijo que tuvo con Kato, Yákov, sin embargo no disfrutó de ese amor. Lo llevaron a Moscú en 1921 y Yákov decepcionó a Stalin, que lo consideraba débil y los dos estaban siempre discutiendo. En 1925 el hijo dijo que se quería casar pero su padre se lo prohibió. Yákov tuvo un intento de suicidio, se hirió con una pistola. Se dice que Stalin bromeaba cruelmente y le decía: “¡Ja, has fallado!”
Aunque después de ese episodio Stalin dejó a Yákov vivir su vida. Cuando Rusia entró en la Segunda Guerra Mundial en 1941, Yákov, que era oficial de artillería, se unió al Ejército Rojo (usando el verdadero apellido de su padre) y fue hecho prisionero un mes después. Se negó a cooperar con los alemanes.
Yákov fue asesinado en 1943 cuando trataba de huir de un guardia. Los historiadores discuten sobre si era un intento de fuga o un suicidio desesperado. Tampoco queda claro que Stalin lamentara la pérdida de un hijo que no quería.
Nadezhda Alilúieva (segunda mujer): se suicidó
Stalin se casó con Nadezhda cuando ella tenía 18 y él, 39. Alilúieva se enamoró locamente del carismático líder. Mientras su maridó conquistó el poder, ella se centró en las cuestiones domésticas.
Crió a Yákov y a sus propios hijos, Vasili y Svetlana (nacidos en 1920 y en 1926, respectivamente), y a su hijo adoptivo Artióm Serguéiev. La vida familiar no era fácil. Stalin y Nadezhda discutían constantemente. Al mismo tiempo, entre ellos había amor, al menos eso es lo que se desprende de su correpondencia. “Beso a mi Tatka [diminituvo de Nadezhda] tan fuerte. Tu Iósif”, solía escribir.
Queda poco claro por qué Nadezhda se suicidó en 1932. Según su hija Svetlana no podía soportar la brutal política de su marido: “Estaba infeliz e irritable, conteniendo sus sentimientos...y a eso le siguió un arrebato”.
Por otro lado, su hijo adoptivo, Artiom Serguéiev, afirmó que la política no tuvo nada que ver con la tragedia. Según él, Nadezhda sufría terribles dolores de cabeza y no lo soportaba. Se pegó un tiro el 9 de noviembre y dejó hecho polvo a Stalin.
Vasili Stalin (hijo): siete años en prisión
Cuando Nadezhda se suicidó Vasili solamente tenía 12 años. Tras a muerte su esposa, su padre se apartó todavía más de él y se concentró en la política. Apenas prestó atención al destino de Vasili. “Vivíamos mal”, recordaría después.
Abandonado a su suerte el joven comenzó a beber. Aunque era un piloto con talento y sirvió en la Segunda Guerra Mundial.
Después de la guerra, en 1948, Vasili se convirtió en comandante de las Fuerzas Aéreas del Distrito Militar de Moscú y estuvo en ese puesto hasta 1952, cuando llegó completamente borracho a un banquete, lo que provocó la furia de su padre. Stalin despidió a Vasili, lo que provocó que se pusiera a beber todavía más.
La situación empeoró tras la muerte de Stalin en 1953. Después de una disputa con la nueva dirección, Vasili fue arrestado y pasó siete años entre rejas, como un preso común más. Apenas vivió un años después de su salida y murió intoxicado por alcohol en 1962.
Svetlana Alilúieva (hija): se fue a EE UU
“Siempre odié la Rusia soviética”, dijo la hija de Stalin en una de sus entrevistas. Su actitud hacia su padre también era negativa. Aunque recordaba su ternura durante la niñez, Svetlana nunca le perdonó que tratara de controlar su vida completamente.
No solo le obligó a escoger un trabajo sino que cuando ella se enamoró de un hombre más mayor, Stalin se puso tan furioso que envió al pretendiente a un campo de concentración durante cinco años. La relación entre padre e hija estaba destrozada.
Tras la muerte de Stalin soñó con abandonar el país. Cuando en 1966 murió el cuarto marido de Svetlana, el comunista indio Brajesh Singh, le permitieron hacer una visita a India para echar sus cenizas en el Ganges. Allí ella desertó y fue a la embajada de EE UU, dejando atrás la URSS y sus dos hijos.
Alilúieva tuvo una vida larga y murió en 2011. Publicó un libro de memorias titulado Veinte cartas a un amigo, así como otras obras. Se casó una vez más y dio a luz a una hija que actualmente vive en EE UU. Parecía que el fantasma de Stalin la perseguía. “Allá donde vaya, siempre seré un prisionera política del nombre de mi padre”, escribió.
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