Cómo un francés se enamoró de las provincias rusas

Archivo personal
Julien Dumontier cambió una provincia francesa por una rusa allá por 2008 y se enamoró literalmente de las vastas tierras. Ahora enseña francés y tiene un blog en ruso sobre sus aventuras en Rusia.

“Bonjour, soy Julien, de una provincia rusa”. Así empieza sus artículos Julien Dumontier, profesor de francés de la ciudad de Sarátov, a orillas del río Volga. Llegó a Sarátov a través de un programa para estudiantes y decidió quedarse permanentemente. Hace poco abrió un blog en ruso sobre la vida de un francés en Rusia.

‘Sarátov es mi segundo hogar’

Julien nació en un pequeño pueblo de Borgoña, en el centro de Francia, y estudió para lingüista. “Nuestra universidad de Clermont-Ferrand tenía programas de intercambio de estudiantes con Rusia. Me dieron a elegir entre Tver y Sarátov. Elegí Sarátov y no me arrepentí”, recuerda Julien. Le gustó la antigua ciudad mercantil, con sus mansiones de madera y su hermoso dique del río Volga.

Visitó Rusia por primera vez en 2008. Después se diplomó en Francia y regresó para sumergirse en la cultura rusa y recorrer el país. En Sarátov da clases de francés y considera esta ciudad su segundo hogar. Incluso se ha hecho un tatuaje en el pecho con la bandera rusa y el escudo de Sarátov.

Sólo se nota que es extranjero por su ligero acento.

“No me gusta llamar la atención e intento no hablar francés, me siento incómodo cuando la gente se me queda mirando”, explica Julien.

No tiene problemas con la lengua rusa: entiende bien el idioma hablado y escribe correctamente (de acuerdo, admite, una amiga le corrige las entradas de su blog) e incluso jura involuntariamente en ruso cuando olvida una palabra: “¡Blin!”. (“blin” en ruso es un exabrupto suave con un significado cercano a “maldito”).

Amor por las fiestas

Julien en Murmansk.

A Julien le gustan la historia y la política; además de su tatuaje del escudo de Sarátov, tiene muchos tatuajes con personajes históricos rusos y franceses. Cree que los pueblos de Rusia y Francia tienen mucho en común, lo que también está relacionado con los acontecimientos de principios del siglo XIX. Uno de sus artículos está dedicado a su amor por las fiestas familiares, populares en ambos países. Pero fue en Rusia donde Julien probó por primera vez aperitivos extraños, como pescado seco y pipas de girasol. Incluso intentó preparar él mismo kvas de pan de centeno.

Su tierra natal, Borgoña, es famosa por sus vinos y quesos y, al principio, a Julien le resultó insólito que la cultura de beber vino en Rusia fuera diferente. A diferencia de Francia, la gente no prefiere los vinos secos, sino los semidulces; Julien necesitó bastante tiempo para encontrar un vino a su gusto.

Sin embargo, inesperadamente, disfrutaba con la medovuja, una antigua bebida de bajo contenido alcohólico a base de miel y levadura. “Recuerdo cómo llevé la medovuja a Francia. Mis amigos y yo tenemos un equipo de fútbol y se lo ofrecí a nuestros rivales, diciendo que era un alcohol local ruso. Pero no te sube a la cabeza, sino a las piernas, y después estuvieron flojos en el campo. Entonces ganamos”.

El francés aprobó el queso producido en Rusia. “Encontré un camembert tan bueno que si alguien me lo diera para compararlo con el francés, no podría notar la diferencia”.

“Hay un gran dicho de Charles de Gaulle: ¿cómo se puede gobernar un país que tiene 246 tipos de queso? En Francia, realmente hay muchos quesos, pero, en Rusia, su calidad y cantidad también están mejorando”, afirma Julien.

‘Allá donde fueres, haz lo que vieres’

“A menudo leo que, en Rusia, la gente no sonríe, pero lo entiendo mejor que cuando las sonrisas son falsas”, dice Julien.

A menudo, estos estereotipos proceden de los propios rusos, que miran a otros países y dicen que Rusia es para tristes. “Por alguna razón nadie dice que, por ejemplo, Japón es para los tristes, aunque allí tampoco sonríen mucho”.

Julien cree que, con los años que lleva viviendo aquí, se rusificó y trata como normales muchas cosas que, en Francia, parecerían raras. Por ejemplo, si vienen invitados de repente.

Cruzando Rusia en tren

“Mi sueño es visitar todas las regiones de Rusia”, dice Julien. “Por ahora, he conseguido visitar Krasnoyarsk, Múrmansk, Ekaterimburgo, Tiumén, Vladikavkaz, Vladivostok, Toliatti, Nalchik, Vorónezh, Uliánovsk, Astracán, Izhevsk, Saransk, Kazán, Nizhni Nóvgorod, Volgogrado, Sochi, Samara, Moscú y San Petersburgo".

Dice que lo que más le gusta es viajar en el tren Pravda; como extranjero, al principio tuvo problemas para comprar los billetes de tren con su pasaporte francés (Julien no tiene la nacionalidad rusa). “Perdonen mi francés, pero es un coñazo [sic]: como la mayoría de los franceses, tengo tres nombres y ningún patronímico. A veces, durante el control de billetes en los trenes, incluso me piden que pague una multa, ya que no he declarado ningún nombre patronímico. He intentado explicar que no es un nombre patronímico, sino un segundo nombre. Ahora, he encontrado un resquicio, quizá a alguien le resulte útil: cuando compro billetes en una página web, pongo todos mis nombres en el campo ‘nombre’ y digo que no tengo patronímico”.

En un viaje reciente, Julien decidió conocer la ciudad de Saransk, a unos 350 kilómetros de Sarátov, donde está empadronado su compatriota, el legendario actor Gérard Depardieu. Incluso encontró la casa de su “amigo”, donde al parecer está empadronado el actor, y quiso hacerle una visita, pero no había nadie, según Julien. Sin embargo, no se desanimó y siguió disfrutando del viaje.

“Sorprendentemente, por ahora, lo que más me gustó fue Krasnoyarsk, literalmente me enamoré de esta ciudad. Todos mis conocidos dicen que tuve suerte de que, en estos cinco días, la ciudad tuviera un tiempo estupendo sin el smog de las fábricas locales. Sólo llovió un día, el sol brilló el resto de mi visita; la ciudad está limpia, bien cuidada, es agradable, grande y, por supuesto, la naturaleza que la rodea es preciosa. Los pilares de Krasnoyarsk eran especialmente impresionantes”.

“Según mi propia experiencia, Múrmask tiene la gente más estoica. Por ahora, es la única ciudad del norte que he visitado; también me gustaría visitar Arcángel, Solovkí y Carelia a continuación. El año pasado quería ir a Norilsk. Mis amigos me decían: ¿por qué vas a ir allí? Pero a mí me parece interesante”.

Julien dice que a menudo oye, incluso de los propios rusos, que no hay ningún lugar al que ir de viaje, pero él cree que el país lo tiene todo: bosques, mares, montañas... ¡hay muchas cosas que ver!

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