Qué platos se servían en las bodas rusas tradicionales

El primer día de festejos tras la boda, los recién casados acudían a una comida especial junto con sus familiares y amigos.

El etnógrafo ruso Iván Golishev describió en el siglo XIX una boda en la región de Vladímir, no muy lejos de Moscú: "Se invita a todos los parientes del recién casado y a los parientes de éste. El padre, la madre y el recién casado los reciben en la puerta. El padre de la novia entrega una hogaza de pan negro y se inclina a los pies del casamentero y la casadora. Antes de la cena traen tres vasos de vodka, nalewka o vino tinto, o miel - lo que uno beba" (Bogoyavlenskaya Sloboda Mstera de la provincia de Vladimir, distrito de Vyazniki, 1863).

Como aperitivo frío cocinaron jamón, cabeza de cordero y gelatina. Se sirvió también una sopa de menudillos de ganso, según Golishev. Por supuesto, mucho dependía de la zona donde vivían los recién casados. En otras regiones, las amas de casa pueden servir sopa de col, fideos con caldo de carne o borscht.

Cuanto más rica es la familia, más carne hay en la mesa

Golishev dijo que el plato principal consistía en gachas de mijo y varias partes de cordero, cochinillo y ganso. Se pensaba que cuantos más platos de carne y pescado hubiera en la mesa de la boda, más rico sería el banquete. Por ello, los que podían permitírselo sacrificaban un cochinillo antes de la boda y hacían todo tipo de platos con él.

"Cuando se sirve el medio del carnero, el joven toma un riñón, lo corta en pedacitos y lo da a todos los presentes en un tenedor... Cuando se sirve el ganso, los recién casados abandonan la mesa y se cambian de vestido", escribió el etnógrafo.

Mientras los invitados comían, los recién casados no tocaban ni la comida ni la bebida. Podían ser alimentados simbólicamente antes de la comida principal. En el noroeste de Rusia, la joven pareja era agasajada con un pastel de pescado y leche con arándanos, "para que los niños fueran tan numerosos como los peces en el río, y para que fueran fuertes se les daba sangre con leche".

El etnógrafo ruso Mijaíl Zabilin en su libro El pueblo ruso. Sus costumbres, ritos, tradiciones, supersticiones y poesía (1880) describe una tradición más que interesante: "Ante el lugar donde se sentaban los recién casados se colocaba una mesa cubierta con tres manteles, uno encima del otro; sobre ellos se ponía sal en paja, kalach o perepeche y queso (cuajada)... Cuando se sirvió a los invitados el tercer plato, un cisne, se colocó ante los recién casados un pollo frito; el amigo del novio cogió el pollo frito y lo envolvió alrededor del mantel, el segundo de los tres manteles... y se llevó el pollo a los recién casados".

El segundo día de la boda tuvo lugar en la casa del novio con canciones y bailes, y el tercer día la joven novia demostró sus habilidades culinarias: agasajó a los invitados con pasteles.

Karavai, el pan de boda más bonito

En Rusia existía la tradición de dar la bienvenida a la joven pareja en el banquete de bodas con pan y sal. La hogaza (karavai) que se hacía con motivo de la boda se horneaba en forma redonda, se decoraba con trenzas, flores y cisnes de masa. La forma redonda simbolizaba el sol y al mismo tiempo la fertilidad y la prosperidad. Se creía que el pan debía ser horneado por una mujer que fuera feliz en su vida familiar y tuviera hijos sanos, y entonces la nueva familia tendría suerte.

Cada elemento del pan tenía un significado especial: los anillos -símbolo del matrimonio-, las espiguillas -fecundidad y prosperidad-, las palomas o cisnes -fidelidad-, las flores -feminidad- y las frambuesas -amor-.

El pan estaba destinado principalmente a los jóvenes, que tomaban un trozo a la entrada, pero durante la celebración todos los invitados debían comer también un trozo de pan, compartiendo así la alegría de la ocasión.

Una tarta con forma de sombrero de príncipe

El kurnik, un pastel cerrado de varias capas con un relleno y un agujero en la parte superior, también se consideró durante mucho tiempo un pastel de boda ceremonial. Se horneaba en forma de gorro de cuatro u octogonal, que recordaba el suntuoso gorro del príncipe ruso Vladímir Monómaco, que gobernó en el siglo XI.

El kurnik estaba horneado con pollo y relleno de grano de trigo. La gallina y el gallo simbolizaban la buena crianza, el trigo la riqueza y la fertilidad. A veces se ponían cáscaras o huesos de pollo en el kurnik para dar buena suerte. Si la boda se celebraba en una familia pobre y no había dinero para el pollo, se preparaba un pastel con rellenos más asequibles: mijo y setas, tubérculos o col. Normalmente había dos kurniks, para la novia y el novio. La tarta de la novia estaba decorada con flores y pájaros (signo de feminidad y belleza), y la del novio con figuras de personas y animales (símbolo de familia numerosa y riqueza).

Se dice que en algunas zonas existía la costumbre de romper el kurnik sobre las cabezas de los novios durante la fiesta. Se creía que cuantos más granos de trigo cayeran sobre la cabeza de la joven pareja, más ricos vivirían.

Además de las tartas grandes, el banquete de bodas siempre incluía muchas tartas pequeñas con diferentes rellenos. Se servían durante toda la fiesta en lugar de pan. De postre, se horneaban pasteles dulces y pan de jengibre.

Tras la revolución de 1917, la actitud del gobierno hacia la iglesia se volvió negativa y la ceremonia matrimonial pasó a ser cosa del pasado, tanto en las grandes ciudades como en los pueblos, y con ella muchos rituales de boda. Una de las raras tradiciones gastronómicas que han sobrevivido hasta nuestros días es la de invitar a la joven pareja a una barra de pan con sal.

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