Después de la derrota de la Alemania nazi, cada uno de los países victoriosos celebró este significativo evento a su manera. Las celebraciones más importantes fueron el Desfile de la Victoria del Ejército Rojo en Moscú el 24 de junio de 1945, que reunió a más de 30.000 participantes, y el Desfile del Ejército Británico en Berlín el 21 de julio del mismo año, en el cual hubo 10.000 soldados británicos, recibidos por Winston Churchill.
Cuando el Imperio Japonés se rindió el 2 de septiembre, el Mariscal Gueorgi Zhúkov, comandante del Grupo de las tropas de ocupación soviéticas en Alemania, tuvo la idea de celebrar el final de la Segunda Guerra Mundial con un desfile en el que participaran las tropas aliadas estacionadas en Berlín. Tras solicitarlo al Kremlin, recibió el apoyo de Stalin.
Los estadounidenses, británicos y franceses también acogieron con satisfacción la propuesta de Zhúkov. En principio debían debían asistir al desfile los altos mandos de las fuerzas armadas aliadas: el comandante en jefe de las fuerzas de ocupación británicas en Alemania, el mariscal de campo Bernard Montgomery, el general estadounidense Dwight Eisenhower y el jefe de estado mayor de las fuerzas de defensa francesas, el general Jean de Latre de Tassigny. Sin embargo, durante el proceso de preparación y cuando se fijó la fecha del desfile (para el 7 de septiembre), todos ellos, de repente, se negaron a participar y aludieron a diferentes razones para no hacerlo. Eso sí, prometieron enviar a sus representantes.
Zhúkov quedó desconcertado y preguntó a Moscú si valía la pena organizar algo en esas condiciones. Pronto llegó la respuesta de Stalin: “Quieren restarle importancia al desfile de la Victoria en Berlín. Espera, no van a dejar de hacer trucos. No preste atención a la negativa de los aliados y haga usted mismo el desfile, sobre todo porque tenemos más derechos que ellos".
Los representantes en el desfile de la Victoria de las Fuerzas Aliadas en la Segunda Guerra Mundial celebrado en Berlín fueron: el General de División Brian Robertson, Comandante Adjunto de las fuerzas de ocupación británicas, el General George Patton, Gobernador Militar de Baviera, y el General Marie-Pierre König, Comandante en Jefe de la zona de ocupación francesa en Alemania.
Los principales jefes militares de los aliados rechazaron marchar con el Ejército Rojo, quizá debido a la presión de sus gobiernos. Aunque sí que participaron destacadas unidades del Frente Occidental: la 131ª Brigada de Infantería, las tropas del desierto de Montgomery, que lucharon contra las tropas de Erwin Rommel en el norte de África, los paracaidistas de la 82ª División Aerotransportada de los EE UU, que recorrieron un largo camino desde Sicilia hasta Normandía y Ardenas. Los franceses estaban representados por las tropas coloniales Zuav (bereberes del norte de Argelia) y los artilleros alpinos que participaron en la liberación de Francia.
Cada uno de los países aliados envió 1.000 personas. Por su parte, los soviéticos, formaron una columna compuesta de 2.000 hombres de la 248ª División de Infantería bajo el mando del Héroe de la Unión Soviética, el teniente coronel Gueorgui Lenev, participante en el asalto de Berlín.
El desfile comenzó con un emotivo discurso pronunciado por Zhúkov, que señaló que “la humanidad se había librado de la amenaza de una invasión alemana en Occidente y de un ataque japonés en Oriente. Acompañados de las orquestas de los aliados, los soldados desfilaron frente al Reichstag y por la Puerta de Branderburgo ante 20.000 habitantes de Moscú. El lugar no era azaroso, ya que fue precisamente aquí donde tuvieron lugar las últimas batallas por la ciudad en mayo de 1945.
El desfile terminó con vehículos blindados. Tras el paso de los tanques y vehículos blindados británicos, estadounidenses y franceses apareció una columna compuesta por 52 “monstruos soviéticos”: los últimos tanques pesados IS-3. Según la leyenda, un oficial del séquito del general Patton se estremeció al ver el IS, y el comandante estadounidense tuvo que animarlo con las palabras: “¡Cálmate, están con nosotros!”
El desfile de los aliados en Berlín no fue, ni mucho menos, una muestra de la amistad entre la URSS y los países occidentales. Más bien al contrario, fue la constatación del enfriamiento de las relaciones entre los que habían sido aliados. En el contexto de la Guerra Fría pocas veces se recordó este desfile, que pasó a la historia como el Desfile Olvidado.
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