Maxi, de 29 años, es argentino de Rosario, pero vive en Moscú desde hace un año. Es músico y llegó a Moscú para dar clases de percusión y entrenamiento rítmico para bailarines de tango y folklore argentino en una escuela de la capital rusa. Esta misma escuela organiza una vez al año un festival de música y danza argentinas. Además, hace pocos meses Maxi creó su canal en YouTube, donde enseña gratis a tocar el bombo legüero.
Antes de llegar al país eslavo, Maxi sabía bastante de Rusia. “Yo soy de la ciudad donde nació Messi, pero también nació el Che Guevara, así que en Rosario sabemos mucho sobre Rusia, y, sobre todo, la historia y el desarrollo de la Unión Soviética, que ha inspirado grandes revoluciones y cambios políticos, culturales, económicos y sociales en toda Latinoamérica. Sin la Revolución de Octubre la historia de Latinoamérica sería completamente diferente”, cuenta el argentino.
“Es más que necesario aprender el idioma”
Una cosa que le daba miedo era el idioma: “Pero la gente de Rusia es superamable y siempre trata de hacerse entender y ayudar. Hablo muy poco ruso pero ese no es un impedimento para poder comunicarme con la gente, siempre podemos acudir a mi amigo Google”, bromea Maxi. El joven argentino ya ha empezado a estudiar la lengua, porque cree “que es más que necesario aprender el idioma para poder vivir aquí”.
“Los rusos no son fríos”
El mito principal que suelen tener en Argentina es que los rusos son muy introvertidos. Sin embargo, al conocer a la gente de cerca, Maxi ha cambiado de opinión: “Está el mito de que los rusos son fríos, o máquinas (un estereotipo difundido por la maquinaria de EE UU a través de las películas de Hollywood). Cuando conocí hace unos años a un grupo de rusos que tomaron clases conmigo en Argentina, me di cuenta de que eso no era así. Y al llegar aquí, me di cuenta de que generalmente ponen una barrera porque soy un desconocido, pero al romperla, con un abrazo todo se soluciona. Buenos, a veces se quedan impresionados, pero luego entienden que en Latinoamérica somos así de amigables”.
“Aquí no existen las cuadras”
El gran problema para un argentino en Rusia, según Maxi, es la falta de... las cuadras. El rosarino dice que es lo más difícil a la hora de adaptarse al país eslavo. “Las cuadras no existen aquí, entonces encontrar una dirección es bastante difícil (hasta con GPS) cada vez que debo buscar una tienda adentro de algún edificio, es toda una aventura y generalmente procuro llegar una hora o 30 minutos antes. Por ejemplo, los anillos de boda los compramos en un taller de una orfebre que se encuentra en el subsuelo de una exfábrica soviética dentro de un verdadero laberinto de pasillos y escaleras...”.
¿Amigos o conocidos? Y ¿qué pasa con los novios?
Además, a Maxi le sorprenden mucho las relaciones entre personas, incluidos los novios. Aquí se le da mucha importancia a la palabra “amigo”. Maxi dice que en Rusia diferencian a los “amigos” de los “conocidos”. “Mi esposa tiene conocidos de hace cinco o diez años... Yo los consideraría amigos”, se ríe, pero para su mujer no son tan íntimos como para considerarlos “amigos”.
Maxi cuenta que le gustan y sorprenden las relaciones familiares en Rusia. Desde su punto de vista, en Argentina las relaciones son mucho más informales: “Yo daba clases en una escuela estatal y los niños tenían padres separados, hermanos de otros padres o madres, en fin, familias ensambladas. Entonces la pareja se forma, pero si no funciona, se puede elegir otra. Las relaciones son más informales y eso hace que una boda entre jóvenes sea algo extraño”, comenta Maxi.
Y como no, las mujeres rusas...
Según este argentino, las mujeres rusas “son increíbles, muy compañeras y realmente desean construir una familia”. De hecho, hace unos meses Maxi se casó con una joven rusa, Natalie. Su boda fue especial y, como bromea él mismo, “un poco extraña”. “Mi esposa es de Komsomolsk del Amur, su familia vive a 7 husos horarios, y la mía a 6... Entonces nuestro casamiento fue festejado con amigos, pero planeamos casarnos cada vez que viajemos a algún país, nos encantan las ceremonias y uno aprende mucho de las culturas locales”, cuena Maxi a Russia Beyond.
Una pequeña Argentina en Moscú
Como argentino, Maxi echa de menos todo de su país. Pero asegura que en Moscú ha encontrado una pequeña Argentina. “Hay rusos que organizan milongas, peñas, festivales, comidas y eso hace que me sienta casi como en casa. Extraño a mis amigos, verlos, nosotros en Argentina somos de compartir muchos momentos y vernos mucho. Compartimos mates, comidas, bebidas. Siempre hay alguna razón para juntarse y festejar. Y si no hay una razón, esa es la razón”.
La cosa que más le gusta en Rusia es la seguridad y la tranquilidad de poder salir y no preocuparse por si te roban. “Aquí camino tranquilo y sin miedo y eso me encanta”, explica Maxi.