Las viviendas comunales rusas, experimento soviético que se mantiene en activo

Todavía quedan en Rusia gran cantidad de viviendas comunales. Nos adentramos en una para mostrar la vida en estos lugares que nacieron con la Revolución de 1917.

Las casas viejas son como las personas mayores y a veces sus ojos, las ventanas, pierden visión. Pero se empapan de las historias de sus habitantes y las repiten durante mucho tiempo. Las casas comunitarias de San Petersburgo están llenas de rastros del tiempo. Mostraremos algunos de ellos.

Las komunalkas fueron un experimento bolchevique, la historia de un intento fallido que comenzó cuando la recién estrenada Revolución no solo quería crear nuevas viviendas para los trabajadores sino también un “hombre nuevo”. Duchas, baños y pasillos compartidos eran algo más que un compromiso derivado de la falta de espacio.

Marina (a la derecha), agente inmobiliaria, desayuna con su hija Arina. Marina y dos de sus tres hijos comparten una habitación de 30 metros cuadrados donde se mudaron un mes antes de que se tomara esta foto, después de divorciarse de su marido. La mayoría de los rusos comen en la cocina, pero los que viven en las casas comunales no pueden, así que tienen que comer en sus habitaciones.

Dmitri, un joven cirujano, vive en una habitación de una casa comunal. Dice que su madre le ayudó a comprar esta habitación porque no podían permitirse un piso. “Mientras no me case estoy bien aquí. Es céntrico y tengo buenos amigos entre los vecinos”.

Una habitación en un apartamento comunal. La falta de espacio es una de las principales incomodidades para la gente que vive en estos lugares.

Alexánder Mijáilovich es un jubilado de la industria de defensa. Nació en este edificio y ha vivido en esta habitación desde finales de los años 40. Su mujer murió hace unos años y su hijo vive solo. Alexánder Mijáilovich dice que los agentes inmobiliarios le han ofrecido un piso para poder vender estos grandes pisos comunales pero que lo ha rechazado porque tenía miedo de no ser capaz de adaptarse a un nuevo estilo de vida, después de haber pasado toda su vida en una casa comunal.

Anastasía, pintora y poeta, es propietaria de su habitación en un apartamento comunal y lo utiliza de estudio. No vive aquí y probablemente por eso le encanta su komunalka.

Secando la colada en un apartamento comunal.

Hombres relajándose después de bañarse en un baño público. Todavía no hay agua caliente en muchos apartamentos comunales, por lo que la gente tiene que ir a baños públicos a bañarse.

Olga, intérprete, alquila una habitación en un apartamento comunal. El alquiler relativamente barato hace que las habitaciones en pisos comunales sean una alternativa asequible a los pisos individuales, aunque tienes que estar preparado para compartir el baño con extraños.

Interior de un apartamento comunal. La mayor parte de los apartamentos comunales se crearon en edificios residenciales presoviéticos, muchos de los cuales no habían sido remodelados desde que se construyeron a finales del siglo XIX y principios del XX.

Karina, estudiante de arquitectura, toma un té en la cocina del vecino. Nació y ha vivido siempre en este apartamento comunal en el centro de San Petersburgo. Le gusta el sentimiento de comunidad que existe aquí y no le gustaría mudarse a ningún sitio.

Interior de una cocina en un apartamento comunal. Cada familia suele tener una tabla de cocinar, un armario, etc. propios. Los pasillos de la cocina, los baños y los retretes de las casas comunales se suelen llamar “espacios de uso público” y no siempre están bien cuidados.

Marina, enfermera divorciada con un hijo, posa para la foto en el pasillo de sus apartamento comunal. Dice que tiene que pelear constantemente con los vecinos por las facturas y otras cosas. Por ejemplo, hay un vecino alcohólico que hace fiestas con sus amigos borrachos todo el rato. Marina dice que sus modestos ingresos no le permiten abandonar este lugar.

Descubre aquí cómo los jóvenes de San Petersburgo reinventan el pasado soviético.

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