Cuando Andréi Petrantsov, camionero de Briansk, caminó un día entre una multitud ruidosa, no tenía ni idea de que al día siguiente se convertiría en una sensación de Internet. En un improvisado anillo al aire libre, metido casi con calzador entre dos edificios destartalados, se encontraba un luchador que esperaba tener oponente. Un locutor llamó a cualquiera de la audiencia que quisiera participar en una pelea. Petrantsov aceptó el desafío, y el nocaut que se produjo a continuación ha sido visto desde entonces 24 millones de veces en YouTube.
Hay algo que une a Petrantsov con un chef de sushi de Kislovodsk, un estibador de San Petersburgo, un vendedor de Sochi y miles de hombres más de todo el país. Independientemente de sus antecedentes y situación económica, luchan en el campeonato Strelka, un torneo de las MMA descentralizado y amateur que es más democrático que la pelea de borrachos en cualquier boda de pueblo: todos pueden subir al cuadrilátero y ganarse el respeto de la multitud en una pelea cruel y sangrienta. Naturalmente, hay mucho dinero en juego.
El cerebro
Cuando Greg, de 29 años (pidió ser identificado sólo por su nombre), que trabajaba para el famoso luchador ruso de las MMA, Fiódor Yemeliánenko, se encontró sin trabajo, pensó en abrir una tienda de artículos deportivos. Teniendo sólo unos pocos cientos de dólares estadounidenses para gastar en publicidad, encontró una forma original de usarlos: llevar a cabo una pelea de MMA como truco publicitario para la futura tienda.
“Sólo tuvimos cuatro luchadores en el primer evento. Les ofrecimos una pequeña suma por luchar”, declaró Greg.
Apenas podía imaginar que pronto las peleas eclipsarían sus planes de tener una tienda, y que se convertiría en un negocio en auge por sí solo. En la actualidad, Greg dirige una empresa que organiza eventos de MMA para aficionados en casi 50 ciudades de Rusia. Registró la marca Strelka en Estados Unidos, expandió su canal de YouTube a más de un millón de suscriptores y se asoció con tres compañías de promoción en el extranjero, incluyendo la firma estadounidense TronMMA.
Greg es un artista nato, y sabe cómo convertir una pelea callejera en una actuación en toda regla. Sus comentarios hacen que la multitud se ría a carcajadas.
“¿Cómo debería llamarte?”, le pregunta a un boxeador que se prepara para subir al ring. “Te pareces mucho a Pushkin”, exclama, y la multitud inmediatamente se hace eco de su conclusión. Muchos apodos de luchador provienen de sus ingeniosos comentarios de improviso, y son pegadizos: cuatro ojos, gnomo de batalla, dentista, judío genial, niño de escuela, y más. Una de sus bromas, sin embargo, llevó a Greg a tener problemas con el Servicio Federal de Seguridad (FSB).
“Tras una noche de pelea, subimos un video a YouTube titulado ‘Gemelos uzbekos contra locos rusos’”, recuerda Greg riéndose de lo desastrosa que fue su ocurrencia, ya que el título podría interpretarse como el que ‘incita al odio étnico’, un delito penal bajo la ley rusa. “A la mañana siguiente el FSB nos llamó, y desde ese momento cooperamos con ellos”.
Greg tiene que informar sobre Strelka al FSB, y dos agentes vestidos de civil a veces asisten al lugar donde se celebran las peleas. A pesar de este incidente menor, Greg tiene buenas relaciones con las autoridades locales dondequiera que celebre los eventos de Strelka. Cada noche de combate debe ser coordinada con anticipación y un trabajador médico debe estar presente en el lugar. Forma parte de lo necesario para poder celebrar un evento de MMA amateur en cualquier ciudad de Rusia.
Los combatientes
El proyecto de Greg se nutre del entusiasmo ruso por la lucha. La mayoría de los hombres vienen al ring gratis y la adrenalina es su premio final. Pero un puñado de luchadores de élite ha descubierto cómo traducir todo la expectación en dinero.
“Vinimos a San Petersburgo para la final”, declara Alexéi Meshkov, que es de Kislovodsk (1.350 km al sur de Moscú), y es conocido por su nombre de guerra, Sushist (chef de sushi). “Pagaron nuestro viaje, nos alquilaron una habitación de hotel y nos prometieron 40.000 rublos (600 dólares) por una victoria”.
Este joven de 20 años sólo ha tenido cinco combates, pero ha logrado crearse una gran base de seguidores, lanzando el número de vistas en YouTube de sus combates por las nubes. Sushist rápidamente se dio cuenta de lo que alimenta el éxito en las MMA amateur.
“Tenemos otros luchadores fuertes en el Cáucaso, pero somos los únicos que vinimos a la final de San Petersburgo. Entendemos que el historial de un boxeador no significa tanto como si es capaz de dar espectáculo. Si puedes dar espectáculo, entonces llegarás a la final”, dice Meshkov, sonriendo para exponer su diente frontal roto.
Su apariencia coincide con su furioso estilo de lucha. Vistiendo un uniforme de chef de sushi, Meshkov exclama sin rodeos: “¡Soy Sushist y vine a convertir a mi oponente en un bistec!”. Se sube al cuadrilátero y cumple, arrogante, su promesa. La multitud se vuelve loca y grita su apodo.
El moscovita Danil Aléiev, conocido como Regbist (jugador de rugby), es uno de los más temidos luchadores de Strelka. A los 24 años de edad, pesa 78 kilos y deja a sus oponentes inconscientes. A pesar de su comportamiento tímido, convierte una pelea en un espectáculo de supervivencia que es incluso demasiado aterrador para ser visto.
Los gestores de Strelka pagan a Aléiev por su audacia y determinación con “puntos de experiencia”, una moneda interna ideada por Greg para estimular a los luchadores a volver al ring y hacer que las peleas sean más fascinantes. Un “punto de experiencia” equivale a 0,7 rublos y cada boxeador puede cobrar lo que ha ganado en cualquier momento, explica Greg. Hasta el día de hoy, Regbist ha llevado a cabo cuatro peleas y ha ganado 21.000 rublos (310 dólares) de la moneda interna de Strelka.
Ahora hay miles de luchadores por toda Rusia y la CEI en la base de datos de Greg, y él achaca su popularidad creciente a la simplicidad del espectáculo.
Todo, un anillo improvisado con arena en lugar de lienzo, dos cámaras baratas para grabar las peleas, dos pares de guantes que pasan de un luchador a otro, crean un aura familiar para cualquiera que se haya peleado en un patio del colegio.
No hay hombres con trajes elegantes ni mujeres con diamantes, ni entradas VIP, ni celebridades. Strelka es una empresa mucho más democrática; sus luchas son libradas por jóvenes de los suburbios, por camioneros y contables, por cocineros y mineros del carbón, por estibadores y camareros.
Una pelea de Strelka es Rusia servida cruda, y si quieres ser parte de ella, simplemente levántate cuando se pregunte: “¿Quién quiere pelear ahora?”.
Si quieres ver un vídeo con imágenes de la Strelka, pincha aquí.