Esta historia comenzó como un astuto plan de negocios y terminó como el rosario de la aurora. En 2008 una empresa de construcción local llamada "Stargrad" recibió una orden pública para reconstruir un pasaje en terreno entre los dos principales lugares culturales y turísticos de la ciudad contiguos a la Plaza Roja - Plaza Teatrálnaia y calle Nikólskaia.
El contrato parecía legítimo y todo podría haber terminado bastante bien si el liderazgo de la compañía no se hubiera involucrado en la tarea. Para ampliar físicamente el espacio disponible en esta zona central en la que cualquier alquiler es enormemente caro, "Stargrad" inició un proyecto de construcción discreta de una audacia y proporción inigualables: un tunel de tres pisos debajo de los edificios históricos del centro de la ciudad, algunos de los cuales datan del siglo XV.
La ambiciosa construcción, que se suponía enriquecería al empresario, comenzó. Durante años los trabajadores contratados estuvieron cavando en el subsuelo de la zona más antigua de Moscú, deshaciéndose de la tierra sobrante bajo la cobertura de la noche.
Y aquí viene el giro más sorprendente de la historia y, sin duda, una de las situaciones más extrañas que se recuerda en la capital rusa en los últimos tiempos: nadie parecía notar la tremenda obra que se desarrollaba bajo las narices de los Servicios Federales de Seguridad (FSO), cuya concentración en y alrededor del Kremlin se sabe que suele ser bastante densa.
"Este lugar podría haber acogido una división entera de saboteadores", contó a Rusia Beyond, Dmitri Abrámov, Jefe del Departamento de Historia Local y Estudios Moscovitas del Instituto Histórico y Archivístico de la Universidad Estatal Rusa de Humanidades.
Abrámov ha dirigido una expedición a la gruta artificial que hoy se parece a un gigantesco estacionamiento subterráneo abandonado, notable en sus proporciones y decadencia. "Se llegó a instalar una calefacción principal que conducía al Kremlin", dijo el científico a Rusia Beyond.
Dadas las estrictas medidas de seguridad que la policía y los servicios de seguridad imponen en Moscú en estos días, es muy difícil imaginar que prácticamente todos los implicados en la construcción del túnel, incluidos los trabajadores inmigrantes específicamente contratados para llevar a cabo la obra, se moviesen libremente tan cerca Kremlin durante todos aquellos meses de trabajo y, según Abrámov, tuviesen acceso prácticamente sin obstáculos a uno de los lugares más protegidos de la capital rusa.
Toda la empresa llegó a un final abrupto en 2008 cuando Yuri Luzhkov, entonces alcalde de la ciudad, recibió una queja sobre una misteriosa construcción que ponía en peligro objetos históricos en el centro de la ciudad. Siguiendo informes de noticias y la policía, el Servicio Federal de Seguridad asaltó el lugar.
El jefe de la compañía "Stargrad" habría huido del país temiendo por su vida, ya que su gran proyecto, que según algunos informes habría recibido fondos de elementos criminales no identificados, quedaba en nada.
"Ellos [los constructores] han destruido mucho material arqueológico. No podemos ni tener la certeza de que no hayan encontrado ningún tesoro allí", declaró Abrámov.
A pesar de su potencial, esta historia murió sorprendentemente muy rápido y la gruta fue abandonada... hasta hace poco, cuando unos periodistas realizaron un intento exitoso de penetrar en ella desde tres entradas discretas pero que carecen de obstáculos.
Tras esto, el FSO se ha tomado el asunto en serio y bloqueado todas las entradas que podrían potencialmente dejar comprometida la seguridad de lugares estratégicos como el Kremlin y las estaciones de metro cercanas.
Pero, aunque el problema pueda parecer resuelto, una pregunta todavía se cierne sobre esta historia estrambótica: ¿cómo las autoridades de la ciudad no detectaron la obra que se desarrollaba bajo sus ojos? No ayuda a resolución del misterio que antes de su desaparición el jefe de la empresa "Stargrad" afirmase que las obras eran legítimas y que el contrato había sido aprobado por las autoridades de la ciudad.
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