La película rusa de acción que compite en Hollywood

Entrevista al director de 'La tripulación' de Nikolái Lébedev.

Entrevista al director de 'La tripulación' de Nikolái Lébedev.

Kinopoisk.Ru
La película “La tripulación” es un caso único para la industria cinematográfica rusa: esta película de alta calidad desde el punto de vista técnico compite con las mejores películas sobre catástrofes de Hollywood.

“La tripulación” cuenta la historia de un avión de pasajeros que debe evacuar a la gente de un aeropuerto en llamas situado en una isla volcánica. Una historia en la que la tensa trama se desarrolla gracias a la aparición de personajes brillantes. Esta película de acción de tres horas de duración y con un presupuesto de 10,3 millones de dólares competía en las taquillas rusas con los mejores éxitos hollywoodienses y ha conseguido una cifra de espectadores imponente para los cines rusos: cerca de 5,5 millones.

Hay quien considera que la película es un remake de la película homónima de Alexander Mitta rodada en 1979 y que fue vista en la URSS por más de 70 millones de espectadores. Pero solo algunos motivos del guion son parecidos: el terremoto y las personas atrapadas. En principio, la historia es totalmente distinta, según opina el director de la nueva película, Nikolái Lébedev.

— ¿Dónde se ha rodado la película? ¿Qué sucede en la isla, dónde se produce el terremoto?

— Para el lugar de la acción escogimos las islas Aleutianas. Es una zona bastante fría, sin habitantes, pero existe una concesión internacional y una planta metalúrgica opera allí siguiendo un sistema rotativo. Pero el volcán entra en erupción y sobreviene la catástrofe: en la isla hay rusos, estadounidenses, franceses, alemanes, chinos…

Respecto al rodaje, firmamos un acuerdo con el aeropuerto de Vnúkovo en Moscú, que se interesó por la idea y nos permitió rodar allí las escenas importantes. Para los episodios más extremos construimos un aeropuerto falso en la ciudad de Zhukovski,  cerca de Moscú, al que llevamos varios aviones, algunos de ellos estaban en desuso y otros todavía funcionan. Todo ello estalló por los aires, entró en llamas y acabó completamente destruido…

— ¿Qué episodio de la película ha sido el más complejo, desde el punto de vista técnico o del trabajo de dirección?

— La catástrofe fue muy difícil de grabar. Es un verdadero desafío tanto para el trabajo técnico como para el de dirección. Es un episodio larguísimo, dura más de una hora, pero debe percibirse como un solo episodio: el espectador debe tomar el aire y no debe soltarlo hasta que el avión logra aterrizar con éxito.

Las escenas en las que todo entra en llamas también son difíciles y peligrosas de rodar. Construimos estructuras especiales que debían venirse abajo en el momento preciso y no mientras los actores estuvieran en ellos.

Si hubiera habido alguna imprecisión y estos se hubieran derruido antes de que los actores hubieran bajado de ellos, habría sucedido una auténtica tragedia. Por esta razón, todo estaba calculado al más mínimo detalle.

Como director, para mí fue difícil desarrollar la historia del paso de los pasajeros de un avión a otro en pleno vuelo. Cuando uno de los personajes comentaba esta idea en pantalla, en la sala generalmente se oían risas: ¡eso es imposible! Pero cuando esta escena comienza a desarrollarse, las risas iban desapareciendo: el modo en que se desarrolla la acción en pantalla obliga al espectador a empatizar con lo que sucede y a creer que esa locura es posible. Para mí era importante convencer al espectador de que lo imposible era posible, obligarlo a vivir las emociones de esta historia en su propia piel.

Al ver la reacción de la sala, supe que habíamos logrado cumplir con esta tarea.

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