Nikolái Kuznetsov, el mejor saboteador de Stalin

Nikolái Kuznetsov.

Nikolái Kuznetsov.

RIA Novosti
Nikolái Kuznetsov fue un agente soviético que luchó contra los nazis. Su vida inspiró la película Hazañas de un agente, estrenada en 1947. En realidad fue uno de esos casos excepciones en los que la persona real realizó muchas más hazañas de lo que se había mostrado en la pantalla.

Nikolái Kuznetsov hablaba seis dialectos del alemán. Al escuchar el acento de su interlocutor y averiguar su procedencia, siempre cambiaba de variante por temor a que lo tomaran por alguien de la misma zona. El motivo era sencillo: el agente, que se hacía pasar por alemán auténtico, nunca había estado en Alemania y podría haberse puesto en evidencia por pequeños detalles que cualquier habitante de una zona conocería.

A diferencia de muchos otros agentes cuyas hazañas siguen siendo un secreto, Nikolái Kuznetsov es uno de los más conocidos. Los primeros investigadores de la obra de Kuznetsov, Alexander Lukin y Teodor Gladkov, en la biografía oficial del agente trataron de suavizar las cuestiones sobre la procedencia y el arresto a finales de los años 20. Si bien el protagonista que consiguieron no fue del todo el ideal: procedía de una familia demasiado acomodada y el padre apoyaba a los blancos y no quería formar parte del koljós.

Al mismo tiempo, fue precisamente el estatus de la familia lo que permitió que el testarudo Nikolái terminara la carrera en la lejana Siberia (su aldea natal, Zyrianka, se localiza a 2200 km al este de Moscú). Sus padres lo mandaron a 100 km de casa, a un pueblo que tenía un instituto con buenos profesores. Ahí fue donde comenzó a dar a conocer su talento como lingüista practicando el alemán con los dos únicos alemanes de la zona: un farmacéutico y un guardabosques.

A decir verdad, en la Siberia de los años 20 no se requerían los servicios de un buen lingüista. Kuznetsov ingresó en una escuela técnica pero no puedo terminar la carrera por su “procedencia”, así que se marchó a Komi a trabajar como leñador.

Los inicios y la llegada a Moscú

Tras la caída de la URSS, el biógrafo de Kuznetsov, Teodor Gladkov, relató cómo fue precisamente durante su época como trabajador en Komi cuando a Kuznetsov le echaron el ojo los servicios especiales. Al departamento local del Comisariado del Pueblo para Asuntos Externos (NKVD, por sus siglas en ruso) le llamó la atención el chico, que en un año había aprendido el idioma local, que dominaba el alemán a la perfección, y que una vez había logrado dispersar a unos asaltantes con total facilidad.

Fuente: ArchivoFuente: Archivo

Al comenzar su camino con la Checa, Nikolái empezó a trabajar de incógnito para la NKVD en Komi y los Urales, a luchar contra los bandidos y a reconocer a los extranjeros que llegaban a la región. En 1938 la sede central del NKVD se encontraba en una situación de hambruna absoluta debido a la represión. En ese momento enviaron a Kuznetsov a Moscú, lugar donde ostentó un puesto de trabajo como agente especial secreto y donde le dan documentos que le otorgaban la identidad del alemán soviético Rudolf Wilgelmowich Schmidt. Le dieron un piso en el centro de la capital y cierta libertad de acción. Muchas delegaciones de la Alemania de Hitler visitaron Moscú y Rudolf-Nikolái se las ingenió para establecer contacto con ingenieros, militares y diplomáticos, que lo tomaban por compatriota.

Saboteador

Nikolái Kuznetsov. Fuente: ArchivoNikolái Kuznetsov. Fuente: Archivo

Antes de que comenzara la guerra, los sabotajes no estaban a la orden del día en la URSS. El Estado soviético se había estado preparando para una guerra ofensiva, no defensiva. El historiador de los servicios especiales, Alexander Kolpakidi, explica la situación en el NKVD en julio de 1941: “Las tropas y pelotones se agrupan a prisa, literalmente en cuestión de unas horas, [y están compuestos] de caras que no se conocen y que no saben usar su fusil”.

Se crearon nuevas subdivisiones con carácter de urgencia y se comenzó a llevar a profesionales al frente, entre ellos estaba Nikolái. Durante un tiempo estuvo en un campamento de prisioneros de guerra. En verano de 1942 se fue a Rovno con documentación a nombre del Primer Teniente Paul Zibert.

Para una persona que nunca ha estado en Alemania es complicado fingir ser alemán. Kuznetsov tenía que controlar cada uno de sus movimientos. Por ejemplo: para pedir tres jarras de cerveza los rusos le enseñan al camarero los dedos índice, corazón y anular; mientras que los alemanes, el pulgar, corazón e índice. Un simple despiste sería motivo de sospecha.

De izquierda a derecha: Nikolái Kuznetsov con un uniforme nazi, el comisario partisano S.T. Stéjov y el agente soviético N.A. Gnidyuk durante la Segunda Guerra Mundial. Fuente: Pyotr Zdorovilo/TASSDe izquierda a derecha: Nikolái Kuznetsov con un uniforme nazi, el comisario partisano S.T. Stéjov y el agente soviético N.A. Gnidyuk durante la Segunda Guerra Mundial. Fuente: Pyotr Zdorovilo/TASS

Tras emborrachar a un general alemán, Kuznetsov averiguó que tenían planes para atentar contra la los líderes de los países aliados en Teherán. Aunque claro, como escribió Alexander Kolpakidi, “Un oficial que va pescando información por bares y restaurantes de Rovno puede averiguar mucho, pero nada de alto secreto”. No obstante, la gran cantidad de detalles de los que informó Nikolái sirvió para que Moscú realizara análisis más concretos sobre los planes futuros de los alemanes.

De manera paralela, en Rovno, Kuznetsov-Zibert estaba a la caza de altos funcionarios y oficiales alemanes responsables de crímenes contra la población mundial. Sin embargo, a principios de 1944, tras la ola de asesinatos perpetrados por Nikolái, estaba en una situación en la que podría delatarse. Así, se “ascendió” a sí mismo a capitán y se mudó a Lvov, donde realizó otros cuantos atentados de gran calibre. Posteriormente decidió huir a su tierra natal.

Al principio la fortuna siguió de parte de Nikolái. Kuznetsov y su gente se abrieron paso a través de los puestos de control y escaparon de la ciudad, pero en el pueblecito de Boratin, en el frente, Kuznetsov se topó con unos nacionalistas ucranianos que en esa etapa de la guerra estaban casi fuera del control de los nazis. Kuznetsov y sus amigos murieron tras ser atrapados.

Transcurridos muchos años, en su obra Razvedka i Kreml, el antiguo jefe de Kuznetsov, el general Sudoplatov, explicaba que fue la “desmesurada fe en su suerte” lo que destruyó a Nikolái. Por otra parte, esa suerte no fue sino una consecuencia de su serenidad, preparación y disposición para luchar por su país. Pues, como dijo el protagonista del filme La hazaña de un agente, “un agente de verdad debe querer a su país con toda su alma”.

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