Arquitectos, pintores y músicos fueron invitados por los Romanov.
Lori/Legion-MediaSan Petersburgo. La Fortaleza de Pedro y Pablo. Foto: Lori/Legion-Media
La tradición de invitar a arquitectos extranjeros es muy antigua (cabe recordar al italiano Aristóteles Fioravanti y su catedral de la Dormición en el Kremlin, construida entre 1475 y 1477), aunque su época dorada llegó durante la época de Pedro I. El zar engatusó al suizo Domenico Trezzini cuando este se encontraba trabajando para el rey de Dinamarca en Copenhague, construyendo muros de fortalezas. En Rusia Trezzini se convirtió en el autor de obras maestras como la Fortaleza de Pedro y Pablo y el Palacio de Verano de Pedro el Grande en San Petersburgo.
El italiano Giacomo Quarenghi (Teatro del Hermitage, Instituto Smolny en San Petersburgo) tuvo en su país pequeños encargos para el sobrino del papa Clemente XII, el príncipe de Mónaco, la archiduquesa de Módena y los barones británicos Arundel.
Pero no todos los maestros con apellidos en otras lenguas eran extranjeros. Muchos se habían trasladado a Rusia siendo niños y se habían formado allí, o incluso habían nacido en Moscú o San Petersburgo. Entre ellos destaca Francesco Bartolomeo Rastrelli (Palacio de Peterhof), que aunque nació en París, creció en Rusia, adonde su padre, el escultor Carlo Bartolomeo Rastrelli había viajado invitado por Pedro I. Él también recibió sus primeros encargos en Rusia. Otro arquitecto que llegó a Rusia siendo un joven fue Carlo Rossi, que estudió arquitectura en San Petersburgo y construyó el edificio del Estado Mayor en la Plaza del Palacio.
Charles Didelot. Foto: New York Public Library
Rossi llegó a sus 11 años acompañando a su padrastro, el maestro de ballet Charles Le Picq, que hasta entonces había trabajado varios años como maestro del Ballet Real de Londres, y antes de ello había bailado en la Ópera de París. Le Picq reformó el ballet ruso de finales del siglo XVIII y editó en lengua rusa los Apuntes sobre danza y ballet de su maestro Jean Georges Noverre en varios tomos.
Se considera que el fundador del ballet ruso fue Jean-Baptiste Landé, que llegó a Rusia en 1734 procedente de Estocolmo, donde trabajaba como director del teatro francés del rey Federico I de Suecia. La escuela fundada por él ahora se llama Academia de Ballet Vagánova.
El coreógrafo y compositor Domenico Gasparo Angiolini, que en 1766 causó sensación en la corte de Catalina la Grande utilizando por primera vez melodías populares rusas, había sido anteriormente director de la compañía de ballet del Teatro Imperial de Viena. Gluck compuso su ópera Orfeo y Eurídice expresamente para él.
La Revolución Francesa, que dejó sin cabeza a numerosos aristócratas y sin dinero a muchos artistas, animó a muchos parisinos a ocultarse en la lejana Rusia. Uno de ellos fue Charles Didelot, antiguo bailarín favorito del rey sueco Gustavo III y artista de gran reputación en París.
Pedro I. Trabajo de Bartolomeo Carlo Rastrelli. Foto: State Russian Museum. / RIA Novosti
La lista de pintores y escultores europeos que se mudaron a Rusia es enorme. Carlo Bartolomeo Rastrelli trabajaba anteriormente en la corte de Luis XIV. Y Étienne Maurice Falconet (El jinete de bronce en San Petersburgo) realizaba encargos para la marquesa de Pompadour, favorita de Luis XV.
El maestro del barroco Pietro Rotari había servido en la corte sajona de Dresde. La retratista favorita de Maria Antonieta, Marie-Louise-Élisabeth Vigée-Lebrun, también tuvo una exitosa gira por Rusia después de abandonar Francia debido a la revolución.
George Dawe, creador de la Galería Militar del Hermitage, había gozado de la protección del duque de Kent y de Leopoldo I de Bélgica. Franz Krüger había sido artista de la corte prusiana y Franz Xaver Winterhalter había servido en la corte del rey Luis Felipe I de Francia.
Foto: archivo
El género comenzó en Rusia bajo el reinado de Anna Ioánnovna (1730-1740) con la llegada de la compañía italiana dirigida por Francesco Araja, cuya primera obra se representó en Florencia, en la corte de los duques de Medici. Otra ópera de Araja, Céfalo y Procris, con libreto de Sumarókov, se convirtió en la primera obra de este género en lengua rusa.
El director de la Orquesta Real de Dinamarca, Giuseppe Sarti, se dedicó más tarde a componer música con textos de Catalina la Grande. Domenico Cimarosa pasó tres años en Rusia. En el siglo XVIII viajaron a Rusia tantos compositores italianos, que en 2014 Cecilia Bartoli publicó un álbum especial de arias barrocas “rusas” escritas por ellos titulado St Petersburg.
Cabe mencionar también a Giuseppe Verdi, que compuso su ópera La fuerza del destino por encargo del Teatro Bolshói de San Petersburgo (actualmente teatro Tovstonógov).
Artículo abreviado, publicado originalmente en ruso en Kultura.rf.
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